El método del penal infalible
Por Gerardo Iglesias
Allá, donde la calle Tibiletti va camino a su fin, chocando con el predio de Parque Sur, en pleno Puerto Viejo, se levanta la casa de Rubén Bachi Barros. Cerca de una cancha, en la que hay fútbol todos los días, por donde los gurises pasan en busca de un par de horas de felicidad plena.
Esos gurises ignoran que el hombre ya viejo, que carga con orgullo 84 pirulos, ideó un método para patear penales, infalible. Y que lo puso en práctica para no fallar nunca más. Y esa idea está plasmada en un librito que lleva escribiendo desde siempre a la espera de su momento para compartirlo con todos.
Rodeados de maderas nobles, porque el Bachi es además carpintero, arranca a leer lo que sería la presentación de su trabajo, de su idea de penales infalibles "quiero, en este folleto, contar como llegué a convertirme en un ejecutor infalible desde los 12 pasos, volcar el conocimiento por mí adquirido para compartirlo con los que juegan, con los que enseñan y, en forma muy especial, a los jóvenes. Me impulsó al ver por la teve o en nuestras canchas patear, penales en forma tan deficiente". Toda una declaración de principios, escrita con letra apretada como para que no le copien la idea, para que el rival no sepa cómo se patea un penal que puede definir una final.
Barros habla con Ovación sobre sus tiempos de jugador, antes de desgranar cómo sería el método infalible "en mis épocas de jugador los penales, tanto en el juego como en las definiciones, eran ejecutados por un solo jugador. Jugué en San Clemente, en Belgrano, antes de la fusión del fútbol liguista, en la década del sesenta, cuando había 5 cuadros en la oficial y más de 30 en la amateurs que se jugaba en la canchita de san Lorenzo, entre otras. Jugué siempre ahí porque mi padre, que era arquero, me pidió que nunca juegue para Gimnasia o Atlético, algo que nunca supe por qué. Yo jugaba de cinco o de ocho". Y ahí arranca con los penales, con berretín de su vida.
"El tema de los penales surge en la final del 50, cuando Uruguay le gana a Brasil en el Maracaná. Estaba escuchando un recuerdo de eso. Un comentarista de radio contó una anécdota de los entrenamientos de Uruguay. El arquero era Roque Máspoli y el que pateaba era el Pepe Schiaffino, que le jugaba a que le pateaba 10 penales y le hacía los 10. Y si le colocaba uno en el mismo lugar perdía también. Eso me quedó grabado y cuando empecé a jugar fui buscando cómo ese tipo había sido tan efectivo".
Lo primero que hizo fue tomar bien las medidas del arco "y con un piolín en el que colgaba un palo de escoba desde el travesaño, empecé a pegarle hasta que le daba, derecha e izquierda, siempre a pegarle al piolín. Dale que dale, solo, tardes enteras. Dale que dale. Hasta que aprendí a pegarle. Después me largué. También cuento como hay que pagarle para que el arquero no llegue, por más que se tiren no llegan".
Cuando el cronista quiere ver, asomarse a lo escrito, donde se alcanzan a ver hasta dibujos, celoso como buen cinco de marca, cierra rápido el cuaderno. Corta y sale rápido con una afirmación "recuerdo que Carrizo (acaso el mejor arquero que se vio en la Argentina) y Yashin (el Ruso, único arquero elegido como el mejor jugador del mundo) también decían que en los penales bien pateados no llegaban nunca. Ahí empecé a patear los penales y no fallé nunca".
El método sigue ahí, escondido tras la tapa roja mientras su creador va para atrás otra vez "yo jugaba de cinco. En mi puesto, en esa época el mejor era el Bicho Pellisier, también estaban el Licho Sosa en Atlético, Pirincho Mosca, que jugaban una barbaridad, pero para tirar penales había que saber" y ahí se le iluminan los ojos cuando afirma que "me pedían las cosas para saber para ver cómo era". Puede que hayan sido mejores en la cancha, pero en los penales, Barros les pasaba el trapito con su método y lo afirma con seguridad "nadie me pudo ganar. Recuerdo una vez, jugando acá en la cancha de San Lorenzo, contra un equipo en el que estaban el Pepe Minatta, Bochón Cuenos, Bilibío, Nemesio López, que era el arquero. De entrada nos hicieron un gol. Cuando le empatamos les digo que ahora sí, no nos ganan más. Ya íbamos a penales, le dije a mi arquero que solo ataje uno de los tres que ganábamos. Se lo decía a toda voz para que escuche la gente. En esa época las canchas se llenaban. Y fue así, el arquero nuestro, ayudado por el palo, sacó uno. Ahí empecé a darles la mano a los rivales y decirles que ya estaba, "vayan nomás muchachos" y metí los tres, en la cuarta ronda". Por su fuera poco, los recuerdos viajan hasta "la vieja cancha de Atlético. Pateamos 18 penales, seis series de tres, en una semifinal del nocturno".
Aquel fantástico cuento del entrañable Gordo Soriano: "El penal más largo del mundo" deja el magistral dialogo entre el arquero y el presidente de su club sobre el penal que le patearía un día después Constante: "el siempre patea a la derecha. Pero ahora sabe que yo sé" y así están durante horas, discurriendo hacia donde iría ese penal. Esto no pasaría con el Método del Bachi. El gol estaba asegurado por más especulaciones que se hicieran.
Y los relatos se terminan. El sol se va apagando mientras que desde la cancha de Parque salen los gurises, de regreso a sus casas. El Bachi los mira pasar con nostalgia mientras atesora en sus manos el "método infalible para patear penales" a la espera que ellos puedan leerlo algún día y lo pongan en práctica también.












