Camino a la Redacción, en el semáforo de Carbó y Monte Caseros, la encontré a Victoria Lozano Rendón, que viene realizando un trabajo muy interesante sobre la movilidad en Paraná. Mi invitación a jugar una carrera le sacó una sonrisa y pedaleamos juntos casi media cuadra, hasta que me despedí porque sentí que el conductor del auto que teníamos a nuestras espaldas comenzaba a perder la paciencia. Escuché cómo el motor subía de revoluciones, y en parte lo entiendo al automovilista. Ya voy a explicar el por qué lo comprendo, aunque antes quiero recomendar a todos los interesados en vivir en una ciudad más humana que sigan a Voy en Bici en Paraná y la columna Soy mi propia nafta que realiza Victoria Lozano Rendón en Radio Comunitaria Barriletes.
El Día de la Bicicleta en un mundo que cambió
Volviendo al conductor del automóvil, creo comprenderlo porque salió del semáforo de Carbó y en Gualeguaychú tuvo que frenar otra vez, y seguro que en Alem, y lo mismo le sucederá en 25 de Mayo, Urquiza, Andrés Pazos, Uruguay, La Paz y Colón. Cuando logró salir del microcentro, aceleró perdiendo la empatía con todos los demás actores sociales que circulan en las calles paranaenses.
Esta introducción sobre una tarde cualquiera en la capital de Entre Ríos tiene que ver con que hoy, 3 de junio, por decisión de la Organización Mundial de la Salud se conmemora en todo el planeta el Día Mundial de la Bicicleta. Es una efeméride para concientizar sobre los beneficios que tiene pedalear, sobre todo en sociedades cada vez más enfermas.
Por la pandemia de coronavirus en diferentes ciudades del planeta, como Rosario por ejemplo, armaron ciclovías temporarias para facilitar el desplazamiento en un medio de transporte seguro.
En Paraná pasaron 75 días de cuarentena y la Municipalidad no anunció una sola obra para las personas que se trasladan en bicicleta. Recordemos que fueron 21 días sin colectivos de línea por el paro.
Este miércoles volvió el transporte público a compartir las calles con el transporte de carga (que entra a toda hora en los bulevares) los automóviles privados, taxis, remises, motos y ciclistas que, durante el aislamiento por el Covid-19 habían conquistado un espacio en las arterias.
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Da la sensación de que retrocedimos a mediados del Siglo XX, aunque cuando aparezcan los carros tirados a sangre, que desaparecieron por los controles policiales, estaremos más cerca de las primeras fotos a finales de 1800.
En el medio de esta situación, la imagen que ilustra esta columna de opinión es una oasis. La pequeña Ari de 8 años, es una luz de esperanza que ya pedalea desde el centro hasta el Parque Urquiza junto a su papá Iván, que es ingeniero mecánico, y al que le encanta compartir la pasión de pedalear con su hija.
En una charla informal con UNO a la que accedió en plena calle, durante una siesta de otoño, el profesional tocó varios tópicos de la movilidad urbana del siglo XXI como lo son las bicicletas eléctricas (y el cálculo de la huella de carbono que dejarán), lo bien que vendrían vestuarios en las empresas y los organismos del Estado porque las subidas demandan un esfuerzo extra que se paga con sudor. La necesidad de la intermodalidad para llevar la bici en el cole hasta el trabajo y volver andando. Todos temas muy interesantes que, tomando las palabras de Iván, habrá que esperar la “maduración como sociedad” para tocarlos en forma seria.
Algún día llegarán las medidas que se necesitan en una ciudad sin futuro para la movilidad sostenible.