Marcelo Fuentes es director de la Escuela del Cambio, la cual se inspira en el sistema Pakua creado por Rogelio Magliacano y que tiene como base una serie de disciplinas milenarias de origen chino. El instructor brinda un panorama sobre distintos aspectos de su aplicación terapéutica y marcial, y revela detalles de su propio proceso de autoconocimiento a través del trabajo con estas prácticas y conocimientos.
"El concepto de energía está muy vapuleado y se usa para cualquier cosa"
La Medicina china fundamenta su abordaje en la existencia de una anatomía bioenergética atravesada por meridianos y vórtices, con intervenciones que exceden al mero síntoma.
30 de julio 2017 · 09:34hs
Foto UNO/Juan Ignacio Pereira
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La calle como lugar de juego
—¿Dónde naciste?
—En Paraná, en barrio Mercantil –cerca del Ejército– donde viví hasta los 30 años. Después tuve familia propia y otras viviendas.
—¿Cómo era ese lugar en tu infancia?
—Excelente, muy tranquilo, seguro y de gente trabajadora. Luego se fue ampliando con otros barrios. Eran casas tradicionales parecidas, que se ampliaron según las posibilidades de cada familia. Todavía tengo los amigos de la infancia, con quienes jugábamos en la calle.
—¿Qué cambios hubo?
—Primero, el asfalto –cuando era muy chiquito– y después el polideportivo –donde pasábamos mucho tiempo jugando–, al igual que en las tardes de verano. El gran problema que había era la falta de agua, hasta que pusieron un tanque.
—¿Otros lugares de referencia?
—El campito que estaba detrás de mi casa –donde jugábamos–, que luego se pobló.
—¿Había un límite establecido que no podías trasponer?
—Lo más lejos que nos íbamos con los amigos era al poli y en una época, al monte del Ejército –a cuatro o cinco kilómetros. Era una aventura y a veces no se enteraban que íbamos. No había problemas como los que puede haber ahora.
—¿Qué visión tenías del centro de la ciudad?
—Parecía que estaba muy lejos pero, caminando, eran 20 minutos. Era todo un mundo ir con mi mamá a comprar algo o a visitar a los tíos.
—¿Travesuras?
—Nada grande, sólo bromas entre amigos, escaparse o decir que íbamos a un lugar e íbamos a otro.
—¿A qué más jugaban además de los deportes?
—A la pelota, la bicicleta, la escondida y el sapito –con una pelota de tenis. Todo era físico –hasta que llegaron las computadoras– pero no era muy aficionado a los videojuegos. Íbamos a Bakuba, pero teníamos que volver a determinada hora.
—¿Personajes?
—Ninguno específico, salvo algún vecino o su perro.
—¿Leías?
—No, salvo, obligado, los libros de la escuela. La afición por la lectura me llegó más de grande, con el estudio y la preparación.
—¿Qué materias te gustaban?
—Biología y Ciencias Naturales. A la secundaria fui a la Juan XXIII, un tiempo a la Fuerza Aérea –en Ezeiza–, volví, fui un tiempo a la Base y a un par de escuelas nocturnas. Quería trabajar y comencé a los 16 años, como operador. Me gustaba porque tenía mi propia platita y podía moverme como quería –sin dejar de estar en mi casa.
El fútbol, un sueño
—¿Jugabas a algo que imaginabas ser, o sentías alguna vocación?
—Sólo los deportes, porque tenía facilidad.
—¿Cuál fue el primero?
—Softbol, en los comienzos del Cenef –que ahora es Cepef–, con el profesor Juan Carlos Godoy; también incursioné un poco en básquet –en el polideportivo–, luego jugué al fútbol, vóley –en la escuela– y al tenis con los amigos.
–¿A cuál le dedicaste más tiempo sistemáticamente?
—Sacando las artes marciales, al fútbol, desde los 13 años a los 18 años, en la escuelita de Juan Meglio, en Palermo y luego en Paraná.
—¿Te imaginabas dedicado profesionalmente?
—Sí, sí, era un sueño, aunque no sé si tenía la capacidad. Tenía que irme a otro lado pero no tuve la fuerza necesaria.
—¿Qué actividades laborales desarrollaban tus padres?
—Mi papá siempre fue empresario: primero tuvo una relojería-joyería y después pasó al rubro de las FM, con Ciudad. Mi mamá, ama de casa.
Inquietud temprana
—¿Cuál fue la primera aproximación a las artes marciales?
—Viene desde chico, por cuestiones de peleas, miedos e inseguridades. Siempre quise practicar –me llamaban la atención las películas– pero yo no decidía. A los 21 años comencé a averiguar en tres lugares. En el primero –cuando estaba de moda El manosanta, de Olmedo– pregunté a una señora y me contestó "el maestro está meditando". Me pareció raro y me fui. En otro lugar –de un conocido campeón– me dijeron que viniera y que "me iban a probar con los muchachos". Yo no sabía pelear, así que no fui. Entonces pasé por la esquina de Villaguay y Monte Caseros –donde hacía poquito que se había abierto un recinto–, y estaba una persona con su uniforme y cinto negro, pasando la escoba. Me atendió muy amablemente, me explicó y comencé Pakua con Fabián Monzón –que fue mi primer maestro. No estaba muy convencido en los primeros meses, durante un viaje de él quedó un instructor y la experiencia no fue muy grata pero por mí, entonces dejé, me llamó por teléfono y retomé, irregularmente, hasta mi primera evaluación. Desde ahí no paré más.
—¿Desde que fuiste niño hasta que comenzaste no tuviste ninguna relación con una disciplina marcial?
—Siempre estuvo la inquietud, conocía un poquito y lo que se veía en televisión. Cuando comencé, había dejado fútbol y quería hacer una actividad física.
—¿Qué idea te hiciste en esa primera charla?
—Me dijo lo que quería escuchar: que comenzaría en forma paulatina, gradual y sin tener golpes. Necesitaba la seguridad de que no me lastimen, porque no sabía nada.
—¿Qué hiciste al terminar la secundaria?
—En ese momento, mi futuro estaba ligado a la radio –que era el negocio de la familia. No veía otra opción aunque consideraba a las artes marciales como otro mundo. Después comencé a dar clases y con eso podía pagar mi capacitación y cintos.
Cambios en primera persona
—¿Cuándo entendiste la esencia del Pakua?
—Cuando comencé a tener grandes cambios en cuanto al carácter, la seguridad y la toma de decisiones. Un punto importante fue en 2001, cuando viajé a Estados Unidos y estuve casi tres meses en Anaheim –California–, donde estaba el maestro director de la escuela –Rogelio Magliacano. Vi otro mundo; la intención era quedarme a vivir y trabajar con las artes marciales –pues ya tenía alumnos en Paraná. La mamá de mi primer hijo quedó embarazada, pasó lo de las torres gemelas, todo cambió, no quiso ir por miedo y entonces volví.
—¿Qué impresión te causó Magliacano?
—Lo conocí muy poco y no tenía un contacto directo, salvo algunas charlas y clases. Era muy sabio con las personas. A Argentina venía seguido y mis maestros estaban más en contacto con él.
—¿Percibiste diferencias en cuanto a la disciplina?
—El entrenamiento y el conocimiento era lo mismo; el contraste fue la forma de trabajar, la difusión y me di cuenta que se podía vivir de ello. Allá estaba sólo con eso.
—¿Hubo alguien que fue influyente?
—Tuve como maestro a Adrián Fratantoni, muy aguerrido y didáctico en la parte marcial y además tomé muchos cursos con él. Cada maestro te deja su impronta. Cuando volví, comencé a desarrollar el Tai Chi y la Acupuntura.
Energía y terapia
—¿Cómo fue el impacto al volver?
—Lo tomé muy bien, aunque fue duro cuando vine con toda la energía de allá y me encontré con Paraná. Dejé de estar con mi primer maestro Fabián y luego de un año –en 2005, cuando la escuela se dividió– comencé a trabajar con el maestro (Ángel) Filibert. Fue una línea de trabajo más amplia y en ese momento el Tai Chi se conocía poco. Estuve muchos años en el salón de calle Bavio y a la vez trabajaba en la venta de productos nutricionales.
—¿Por qué te atrajo el aspecto terapéutico?
—Quería estudiar Medicina pero no me animé o mis tiempos en el colegio no fueron los tradicionales, aunque tampoco era algo importante. Veía en la escuela que mis maestros hacían Acupuntura, sabían sobre energía, me dio curiosidad y pensé que lo podía hacer. Comencé a tomar cursos y mi conejito de Indias fue mi papá –ya que le hacía Acupuntura en la oreja–, yo mismo y luego mis alumnos. Lo primero que hice fue Auriculoterapia.
—¿Qué fue lo primero que entendiste sobre la Medicina energética?
—Primero fue en el arte marcial, porque el maestro hablaba del Tan Tien (centro energético en la zona umbilical) y tuve curiosidad. Comencé a meditar, a entender el sentido de hacerlo, estudiar el Yin y Yang, y autoconocerme. El concepto de energía está muy vapuleado y usado para hacer otras cosas.
—¿Te modificó en cuanto a lo marcial?
—Un montón, por el autoconocimiento. Entendí que había algo más allá del cuerpo –lo metafísico. Los cambios en lo marcial fueron a partir de la práctica del Tai Chi. Si bien mi trabajo en las artes marciales está basado en la parte física y la defensa personal, más que nada es terapéutico. No solamente tirar una patada sino que lo que se aprende sirva para estar mejor y ser mejor persona.
—¿Te orientaron algunas lecturas además del aprendizaje con los maestros?
–El primer libro al cual me acerqué –que lo tengo como un manual– es de (David) Sussmann, quien describe lo relacionado a los meridianos y el tema energía, y continué con lecturas variadas sobre autoconocimiento e introspección.
—¿Por qué fue importante la meditación?
—Si bien las meditaciones iniciales son sólo intentos de aquietar la mente y hacer ejercicios de respiración, cuando logré hacerlo obtuve mucha serenidad, y pude pensar de otra forma y discernir. Más que nada, comencé a conocerme y ser otra persona. El trabajo con uno mismo es el más difícil del mundo, escucharse, observar cómo se habla y qué se hace. Además, te permite ir más allá de lo que uno cree que puede.
—¿Un caso de tratamiento con Auriculoterapia que te resultó revelador?
—Mi primer paciente, cuando comencé a trabajar profesionalmente. Hice el diagnóstico, el seguimiento y la evolución, y fue un antes y un después, muy importante. Porque veía que no era una ayuda sino que haciéndolo bien y con el paciente comprometido, los resultados y cambios –no sólo en lo físico– son asombrosos. Una paciente con cáncer antes del tratamiento con Quimioterapia comenzó con Acupuntura, y luego los médicos le decían que no podía ser, por ejemplo, que no se le cayera el pelo y que no se sintiera mal. Fue una paciente que comenzó como alumna e incorporó una nutrición especial, por eso el tratamiento oncológico no fue tan complicado como suele serlo. A medida que te capacitás en otros ámbitos –ya que pude hacer la carrera de Medicina china, con el doctor Carlos Nogueira Pérez– encontré otro mundo y amplié el campo de información. Es una medicina poco conocida pero con grandes resultados, especialmente si el paciente se compromete. La mayoría de los pacientes siempre cambia.
—¿Cuándo entendiste cabalmente la esencia del paradigma terapéutico basado en factores más sutiles?
—En primera instancia, con el estudio, luego con la práctica y la capacitación en cuanto al manejo de la energía a través del Reiki chino, Yoga y técnicas del Tai Chi para experimentarla. Nunca dude de los libros y mis maestros, sólo que cada vez lo fui corroborando más profundamente y practicando.
—¿Lo primero que hiciste fue Acupuntura?
—Primero fue Digitopuntura, que son masajes sobre determinados puntos para mejorar dolencias musculares o de algún órgano –lo cual me atrapó. Luego hice cursos básicos de Auriculoterapia y líneas de energía –meridianos por donde circula la energía–, aprendí cómo se genera la energía en la Naturaleza, y aparece el Yin y el Yang (ver Datos), estudié Feng Shui (ver Datos), lo apliqué en mi casa y verifiqué los cambios. También me abrió la cabeza la Biodecodificación, ya que comprendí más cómo son los procesos en la mente y en el cuerpo.
—¿Cómo le explicarías a quien no tiene noción sobre la Anatomía energética el por qué de la eficacia de estas terapias?
—Simple: está línea de trabajo necesita un poco de la voluntad de la persona para que funcione o tenga un efecto deseado. Es más fácil tomarse una pastilla que en unos minutos hace efecto, que estar unos cuantos días haciendo un ejercicio, dejando de comer determinada cosa, cambiar la alimentación, meditar u otras alternativas, para producir el efecto que se busca a fin de estar mejor. La pastilla –hablando superficialmente porque es un tema para debatir– ataca el síntoma.
Calle, situaciones límite y respuesta
—¿Qué descubriste en torno a vos mismo en todo este proceso?
—Si bien no me sorprendo porque es un trabajo que hago desde hace bastante, rescato la tranquilidad ante situaciones adversas o poder reaccionar de una buena forma. Me veo 20 años hacia atrás y sin duda que no hubiese respondido de la forma en que lo hago ahora. Hablo, incluso, de situaciones límite o que alguien que no está entrenado, reaccionaría de una manera fea.
—¿Te probaste en la calle?
—¿Peleando?
—Sí.
—Nunca; hubo algunas situaciones anteriores de agresión, que no sabía cómo resolver, por miedo. Una vez que comencé a practicar arte marcial, automáticamente te da otra seguridad. Aunque no por ser experto te vas a comer el mundo; podemos tener una situación y pasar a ser víctima. En los principios tuve algunos encontronazos pero no fueron complicados.
—¿Nunca buscaste probarte?
—Jamás, no necesito. Me pruebo todos los días conmigo mismo. Arte marcial no es solamente agarrarse a las piñas y a las patadas, sino para evitar esas situaciones. Lo entendí desde el principio, porque cuando practicás estás todo el tiempo a las piñas y a las patadas, hasta que aprendés a hacerlo. Y si trabajás de esto, también. Uno tiene muchas técnicas pero hay que animarse a hacerlas en determinada situación en la calle; el fundamento del arte marcial es la no violencia aunque se trabaje con ella. Pero no hay que llegar a ella. El verdadero artista o practicante marcial –no importa de qué disciplina– no es peleador. Alumnos que han tenido circunstancias de pelea, me han dicho que funcionaron.
—¿Convengamos que actualmente la realidad de la calle es muy distinta a otros tiempos?
—Obviamente, uno practica esto para que si algún día lo tiene que usar, hacerlo. Es una gran herramienta no sólo para pelear sino para la vida misma. Para los chicos, las mujeres y para todos. Claro que en la calle también hay que considerar con quién o quiénes te vas a enfrentar. No sabés si es un experto tirador y me pega un tiro, o saca un cuchillo. Mi último recurso es usar lo que aprendí y es lo que trasmito. El éxito del arte marcial es no llegar a la violencia.
Un sistema desvirtuado
—¿Se ha desvirtuado y dividido el Pakua en los últimos años?
—Sí, hay mucha desvirtuación de lo que fue originariamente. Primero hay que definir una cosa: el Pakua como conocimiento o arte marcial, lo cual no cambiará siempre y cuando los maestros que lo enseñen, estén capacitados. Pocos maestros lo entienden como conocimiento y solamente buscan la parte comercial. Cuando uno vive de esto, trata de hacerlo de la mejor manera. Puedo decir que hay muchas líneas que se abrieron y se perdió la línea del trabajo profesional. Hay que ver la parte del respaldo: quién la enseña, de dónde obtiene los conocimientos, qué trayectoria tiene y de dónde viene. En principio se separó el maestro Enrique (Blanco; doctor en Acupuntura) y hace lo que hoy es la Escuela del Cambio –a la cual pertenezco. Después vinieron otros maestros que hicieron sus propios estilos y escuelas, y comenzó lo que dijiste vos. Cada persona que cree que tiene determinado conocimiento, hace comercialmente lo que quiere –siempre y cuando no sea una estafa. El trabajo con seriedad, maestros con trayectoria y capacitación, son muy importantes.
—¿Cuál es el alcance del concepto "cambio" teniendo en cuenta que tu escuela lleva ese nombre?
—Se llama así porque a medida que se transita el aprendizaje, se es otra persona. La búsqueda de la escuela es que seamos mejores personas en todos los sentidos. El arte marcial, el Tai Chi, las prácticas con espadas y otras clases, son la puertita de ingreso al gran conocimiento que es el Pakua –el arte marcial de los cambios. Si traducimos lo que es Pakua, son ocho estados de cambio.
El uso de las esferas chinas
Las esferas chinas –o bolas de la salud Báoding– son utilizadas desde hace varios siglos con fines terapéuticos, de relajación y para lograr la concentración. Son del tamaño de una pelota de golf y su uso consiste en hacerlas girar sobre la palma de la mano –donde se encuentra una gran cantidad de puntos conectados con los órganos del cuerpo. El instructor Marcelo Fuentes adelanta detalles de una próxima capacitación que ofrecerá.
—¿Las esferas son parte del instrumental terapéutico de la Medicina china?
—Son una herramienta más para el trabajo con la energía, un elemento que se fue incorporando para el uso terapéutico a partir de la Dinastía Ming, cuando comenzó su difusión masiva. Su usaban para relajación, meditación y masajes, luego se le agregó el sonido –que tiene otra acción terapéutica. Su acción sobre el organismo es increíble.
—¿Qué características tienen?
—Son dos esferas que dentro tienen un diapasón y una bolita, que al moverse produce sonidos. Ese sonido más el movimiento de las esferas, producen una sensación de regeneración y armonía en el cuerpo.
—¿El sonido es como el efecto de un mantra?
—Claro, el mantra es un sonido que tiene un efecto terapéutico y en este caso lo producen las esferas.
—¿Hay que producir un sonido determinado?
—No, una esfera tiene un sonido más agudo y la otra más grave –correspondientes al Yin y al Yang. Al moverlas, se produce el sonido y una serie de vibraciones que producen el efecto terapéutico.
—¿Se pueden utilizar sobre otra parte del cuerpo?
—Sí, a través de masajes, y también se pueden aplicar sobre los puntos de Acupuntura y los meridianos.
—¿De qué material están construidas?
—Todas están recubiertas por el mismo material, por dentro son de acero y está el diapasón. Hay algunas de piedra –como eran originariamente y que eran utilizadas por los artistas marciales y malabaristas para fortalecer las manos–, y de metal –sin sonido. Al verificar resultados, se proyectó al uso terapéutico.
—¿Cualquiera puede utilizarlas?
—Sí, es muy fácil y las técnicas son sencillas y altamente beneficiosas.
—¿Cuándo se dicta este taller?
—El sábado 12 de agosto –de 16 a 18.30.
—¿Se deben traer las esferas?
—Sí, porque cada uno le aplica su energía a los elementos y trabaja con su cuerpo. Es importante que sean personales.
—¿Tenés un sitio en Internet?
—Me pueden contactar por Facebook –Escuela del Cambio. Marcelo Fuentes–, teléfono 154549459 o venir al recinto –Villaguay 246.
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Los niños, el arte marcial y el aprender a meditar
Marcelo Fuentes / [email protected]
En la Escuela del Cambio, los niños tienen un lugar especial en la práctica del arte marcial de los cambios (Pakua) y se les brinda un lugar especial para que amplíen su conciencia, y vínculos con sus pares y mayores. La concentración, la respiración, coordinación, capacidades psicomotrices en general, la flexibilidad y el fortalecimiento son elementos relacionados a un crecimiento saludable. La autoestima, seguridad, serenidad, el carácter, el respeto a los mayores y sus pares se mejoran con la práctica en forma básica de técnicas de defensa personal, además de aprender a conocerse a sí mismos. Nuestra responsabilidad hacia ellos es reflejar los valores de respeto y cortesía que hemos aprendido como adultos. Intentamos despertar su interés por el conocimiento para aportar humildemente a que sean en el futuro seres integrales.
La relajación es incorporada como herramienta para la vida diaria, ya que los niños también se encuentran frente a situaciones de estrés; se enseñan ejercicios simples de respiración y concentración para el aprendizaje de la meditación.
Sobre la meditación dice el dalai Lama que si le enseñáramos a cada niño de ocho años, eliminaríamos la violencia en una sola generación. Pero ¿por qué es tan potente la meditación?
Beneficios en los más pequeños
Calma: el primer e inmediato efecto de la meditación en los niños es calmarse, tranquilizarse. Los niños –como los adultos– cuando están calmados pueden enfocar su atención en lo que sea que vaya a ocurrir.
Mayor concentración: de manera que una vez que se llega a la calma, el siguiente paso es el enfoque de la atención en aquello que deseo. Esto puede ser gestionar una emoción, hacer un ejercicio, atender a una explicación, ver una película, jugar con mamá y papá, planificar una acción, comprender a un amigo que tiene un problema, decir que no a algo que puede ser peligroso, etc.
Efectivamente, la meditación ayuda a "estirar" el músculo de la atención, y de este modo uno es más consciente de lo que ocurre dentro y fuera de uno mismo, de lo que desea y de lo que no desea. De lo que siente y de lo que no siente. Y de lo que desean, sienten o hacen los otros.
Otros beneficios son: 1. Será más responsable, tanto de sus cosas materiales como de sus emociones, de su vida y de su felicidad. 2. Se querrá más a sí mismo. 3. Se podrá concentrar mejor al ser capaz de enfocar su atención hacia lo que desea, sin caer en los despistes. 4. Tendrá menos ansiedad y menos estrés. 5. Dormirá mejor. 6. Será menos impulsivo. 7. Tendrá más autoestima, y más seguridad y confianza en sí mismo. 8. Mejorará su rendimiento académico. 9. Mejorará la gestión de sus emociones. 10. Mejorará sus relaciones sociales. Mostrará más empatía y gratitud. 11. Mejorará su sistema inmunológico. 12. Será menos violento. 13. Será más capaz de enfrentarse a las frustraciones y a las dificultades, ya que desarrollará más capacidad de aceptación de lo que ocurre. 14. Será feliz. 15. Sentará las bases de una madurez más sólida.
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Datos
El Yin y el Yang ("oscuro"-"brillante") son dos conceptos del taoísmo usados para representar o referirse a la dualidad que dicha filosofía atribuye a todo lo existente en el universo.
Describe las dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. El Yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El Yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración.
Según esta idea, cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del cual depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo.
El Feng Shui entiende que la tierra y sus habitantes son una pequeña partícula en el espacio, afectados por las energías del Universo en todo momento y en cualquier aspecto del día a día –en su salud, emociones y pensamientos.
Los chinos eran muy cautelosos y cuidadosos al momento de escoger el sitio para sus viviendas, al punto que en la etapa imperial se consideraba al Feng Shui como un asunto de Estado.
En la actualidad, esta teoría explica que la energía del Universo, de la naturaleza y del cosmos, se expresa a través de cinco formas o elementos, la tierra, el fuego, el metal, la madera y el agua, los cuales son la base fundamental para el entendimiento de las curas o soluciones que propone