Conforme los datos disponibles de los registros del Sistema Integrado Previsonal Argentino (SIPA), los puestos de trabajo en relación de dependencia, en el ámbito privado, siguen en variación negativa entre altas y bajas mensuales. La información a la que accedió UNO da cuenta que desde noviembre, hay más bajas que altas en el mercado laboral formal privado.
Desde noviembre hay más bajas que altas en el mercado laboral formal privado
Antes de la pandemia, la economía privada formal –es decir regularizada y con aportes– ya venía con índices negativas, pero con una diferencia leve: en febrero de 2020, se habían producido 2.827 bajas, mientras que en el mismo período hubo 2.705 altas en los registros, según un informe del Ministerio de Trabajo de la Nación.
La diferencia fue de 127 empleos. Un mes después, en marzo, con la declaración de la más estricta cuarentena por la pandemia del Covid-19, la brecha negativa entre altas y bajas llegó a exactamente 300 a favor de las bajas.
Esa situación, como consecuencia lógica del bajo nivel de actividad económica, se consolidó en los meses de abril, mayo, junio y julio; las altas apenas rondaban los 1.600 o 1.700 empleos, contra bajas de 2.900 o menos.
Está claro que los distintos programas nacionales de apoyo al empleo y a la producción que se originaron fruto de la pandemia, y la prohibición de despidos, impidieron un escenario de catástrofe en el ámbito laboral. Por lo que este movimiento de altas y bajas estuvo atado a aquellos empleos más temporarios, a término o incluso pasantías que no se renovaban, y en menor medida a empleos privados de calidad, más estables, pese a que también se perdieron muchos de ellos por cierres definitivos de empresas.
Con la flexibilización de las duras restricciones impuestas tras la declaración de la pandemia, en agosto se modificó la tendencia y fue mayor la cantidad de empleos nuevos registrados, en detrimento de las bajas. La construcción fue uno de los pilares de esa situación.
Así se dio que en el octavo mes del año pasado, hubo 2.745 altas contra 1.844 bajas; un mes después, la brecha se amplió al 100%, con 4.492 nuevos registros, contra 2.056 salidas del mercado laboral; misma situación se observó en octubre en la provincia, con 5.177 incorporaciones al registro de puestos regularizados, contra 2.850 salidas.
Pero tras ese camino auspicioso, en noviembre volvieron los valores negativos en la secuencia: en noviembre la brecha fue de 1.645 (2.787 alta contra 4.432 bajas); en diciembre, 2.666; y ya en este año, en enero la diferencia fue de 719 puestos menos (3.270 altas contra 3.989 bajas) y en febrero, 280. Hasta ese mes llegan las estadísticas oficiales, fruto del rezago en las declaraciones al SIPA.
Por caso, vale mencionar que Santa Fe mantuvo muy leves oscilaciones entre pérdidas y recuperación de puestos de trabajo, a lo largo de esos 13 meses. Ello producto de mayor empleo privado de calidad, que si bien fue afectado por la pandemia, también pudo ser más protegido por los distintos programas de apoyo. En los tres meses más estrictos sufrió una pronunciada diferencia negativa entre altas y bajas, pero desde agosto mantuvo la senda de recuperación de empleos.
Panorama
Días atrás, la Universidad Católica Argentina presentó su último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina, que abordó los efectos de la pandemia en la dinámica del trabajo.
La vulnerabilidad global de los trabajadores quedó expuesta en que el 46,4% del total de los ocupados carece de aportes sociales: no le realizan los aportes jubilatorios al 27,6% de los asalariados y el 70,4% de los trabajadores por cuenta propia no realiza el pago de sus aportes jubilatorios; y el 32,4% de los ocupados no contaban con cobertura de salud de obra social, mutual o prepaga. En tanto que la desocupación de casi el 14%, es la tasa más alta de la década.
Según los datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la UCA, referidos a la población de 18 años y más, entre 2019 y 2020 disminuyó del 64,8% al 63,1% la propensión de las personas a participar del mercado de trabajo, en gran parte por el efecto de la pandemia y de la crisis económico-sanitaria.
Este extraño comportamiento se explica porque en la fuerte pérdida de empleo observada, la tasa de empleo disminuyó del 57,9% al 54,1%. Este efecto de desaliento en la búsqueda de empleo se dio ya sea por la imposibilidad de circular libremente por las disposiciones del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) o del Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (Dispo) o, por la creencia de que no se va a conseguir trabajo.
Los resultados de la Encuesta muestran que, en 2020, sólo el 43,7% de la población económica activa de 18 años y más, logró acceder a un empleo pleno de derechos. Mientras que el 13,9% de esta población se encontraba abiertamente desempleada y el 14,5% sometida a un subempleo inestable (realizando changas, trabajos temporarios o no remunerados, o siendo beneficiarios de programas de empleo con contraprestación).
Al mismo tiempo, el 27,9% contaba con un empleo regular pero precario (con niveles de ingresos superiores a los de subsistencia, pero sin afiliación alguna al Sistema de Seguridad Social).
Por otra parte, en el último año aumentó la proporción de ocupados en el sector micro-informal de la estructura productiva (actividades laborales autónomas no profesionales o en pequeñas unidades productivas de baja productividad, alta rotación y baja o nula vinculación con el mercado formal). En 2020, este sector reunía al 51,1% de los ocupados.