Tirso Fiorotto / De la Redacción de UNO
[email protected]
En el centro de la colorida portada, uno de los monolitos de las estaciones del viacrucis del Cerro de la Matanza. Clavada en el monolito, una… pluma.
La cosa viene contestadora desde las imágenes, y todavía no entramos en las melodías y los versos.
A la derecha, una hermosa caranday. Más allá otra palmera quemada, en un mar de tronquitos petisos, resultados de la motosierra.
El nuevo disco de Guillermo Lugrín, “Desde la patria del agua”, es el fruto de una búsqueda en las raíces, una búsqueda colectiva que promete y no se calla.
La obra gusta desde la tapa, con la enumeración de símbolos del litoral a manera de un decálogo de principios, donde no faltan el monte ni el camalote en flor, y en la contratapa más: arroyo, canoa, ceibo, cardenal.
El plástico Luciano Tognoli no quiso resumir en un símbolo, desplegó las figuras para dejarle al espectador el trabajo de síntesis, pero en verdad todos los complementos del artista plástico, y la sustancia musical de adentro, confluyen en ese curioso monolito emplumado del cerro. Qué imagen decidora, desafiante.
Ritmos del Litoral
El Guille Lugrín canta en las orillas del Uruguay, en las orillas del Gualeguay, en las orillas del Paraná.
Está la voz, están los instrumentos, está el paisaje, porque la obrita se deja escuchar y mirar a la vez. Todo allí es auténtico, empezando por el corazón del cantor, o mejor, del trío que Lugrín ha formado con el acordeonista Facundo Torresán y con Juan Martín Caraballo en la guitarra.
Temas propios del trío, y obras de autores famosos de la región, en los ritmos del litoral, empezando por el tanguito montielero que está haciendo surcos en el folclore, con nuevos aportes en el conocimiento y el arte. Y están, claro, la chamarrita, el chamamé, la milonga, el estilo.
Lugrín colabora en la difusión del tanguito, lo mismo que la acordeonista Marcia Muller, hija de Alcides (cuyos temas tocan los jóvenes con devoción).
Sampayo siempre
Hemos escuchado la dulce voz de Lugrín en el chamamecito que le dedicó Aníbal Sampayo al Cerro de la Matanza, con José Bulos en piano, Chela Martínez en flauta, Maru Figueroa en guitarra, Juan Martín Caraballo en guitarrón y Facundo Torresán en el acordeón, más la voz suave del nogoyasero Blas Jaime que nos devuelve vibraciones inmortales.
La versión del Guille y sus compañeros respeta las honduras de Sampayo y cala hasta los huesos. Lo decimos sin desconocer que una suma de recuerdos de Sampayo y del Zurdo Martínez nos apila emociones adicionales, sobre el tema que dice “Señor del río, dame tu luz, tu resplandor; mi tempo es este, mi madre tierra, mi padre sol”.
El tema ha sido grabado por Sampayo, el Zurdo Martínez, Silvina López, Marino Frezetti, Graciela Castro Bagnasco, entre otros, en fin. Esas interpretaciones podrían iniciar las misas paganas de la entrerrianía, si sabemos que el cerro expresa nuestras responsabilidades más hondas, nuestras contradicciones, el feo parto sangriento de nuestra historia.
De Costa a Costa
El trío dice también, con otros jóvenes, una sutil movida de resistencia que se le está escabullendo a los parámetros oficiales y siempre va a hacer pie en alguna grieta porque ha demostrado tener con qué.
El Movimiento De Costa a Costa reúne a artistas de toda la provincia, con acento en la recuperación de ritmos, melodías, poemas, modos comprometidos con el arte y la historia y el paisaje de la región.
Largo sería enumerar a los fogoneros de esta corriente musical que junta a los jóvenes, chicas y muchachos, les enseña, les muestra, los invita, les abre espacios generalmente vedados; y les habla de un Víctor Velázquez, un Adolfo Cosso, un Abelardo Dimotta.
Esa decisión de hacer las cosas con las patas en el suelo, como decía el Zurdo Martínez, se nota en la obra de Lugrín, grabada en el paisaje. Si es la Canción de Puerto Sánchez, en Puerto Sánchez y con Jorge Méndez y Minga Ayala; si es La Sudestada, de Antonio del Río, en la orilla del Uruguay y ante un implacable viento del sudeste empecinado en cambiarle el rumbo a la corriente; si es Lucio Mondragón, en la orilla del Gualeguay.
Están las imágenes, están los sonidos, pero sin ediciones: la filmación sencilla del trío en el lugar.
Hay a la vez una presencia mediterránea con la versión impecable de “Es la cuerda”, de Ricardo Maldonado, una milonga en tonos inconfundibles, con las guitarras de Caraballo y Figueroa y unos versos recitados por el propio autor de Mansa Tuca.
“Dame un sueño, le dije a la canción, dame un ala entre los talas del rincón”, se escucha en la voz de Lugrín.
Hay que decir que el movimiento De Costa a Costa está reuniendo voluntades desde abajo, en las asambleas, los músicos, los poetas, los grupos contestatarios, para un monumento a Abelardo Dimotta en su Villaguay natal, donde lo que importa a estos jóvenes es el fin pero también el camino, porque allí van haciendo conciencia sobre algunos de los pilares del arte regional, como el propio músico de Mojones Norte (autor de El carretel, Estancia La Isabel, Triste motivo, El Mingo…).
El acordeonista Ismael Torales reconoció días atrás en una tenida con jóvenes en Concepción del Uruguay que Abelardo Dimotta es un pilar en su propia formación chamamecera junto a Ernesto Montiel. El concordiense conversó allí con los profesores y alumnos, y tocó unos temas del litoral junto a los maestros Juan Cabral y Marcelo Pistrilli, de esta costa.
Se fueron yendo
No nos vamos a detener, claro, en cada uno de los dieciséis temas de la obra de Lugrín.
Qué linda sale La siestera de Hugo Duraczek, con los arreglos sencillos del acordeón de Torresán, “Siestera, siestera, chamarrita montaraz, ternura de rancho pobre, melodía de torcaz”.
Y qué lindo el chamamé Camino pal sur, de Lugrín y Torresan, con la compañía aquí del bandoneón de Luis Bertolotti, nada menos.
“Camino pal sur se va un entrerriano a perder su luz en pagos lejanos”.
No hemos hablado todavía de la joya de la obra: “Se fueron yendo el aromo y el chañar como espantados del veneno y del avión”, canta Lugrín y descubre, desde su propia pluma, otros colores: “un verde es gris, otro es patrón, y el barro es sal”.
Se fueron yendo termina con unos párrafos de Martiniano Leguizamón, en Recuerdos de la tierra, con referencias a la selva “cuyos secretos guarda las ingenuas leyendas que lentamente van borrando el filo del hacha y el surco del arado”.
No están aquí “El silencio del rancho” y “Soledad montoyera”, los versos de Marcelino Román con música de Miguel Ángel Martínez que suele cantar Lugrín también con su voz entradora de amplio registro, acompañado a veces por Atahualpa Puchulu. Pero ese es el mar de fondo en la obra “Desde la patria del agua”, como otra rama de esa fronda que es el Ensamble La Creciente, fundado por una quincena de artistas desde el movimiento De Costa a Costa.
Aquí se nos antoja nombrar a las mujeres y los hombres que palanquean estas movidas del Ibicuy al Guayquiraró, pero no lo haremos porque seguro nos quedará alguien en el tintero. Es como una creciente, literal, y así va mojando por abajo los rincones menos esperados.
No decimos aquí que todo brilla. Hay entregas por ahí desparejas que uno disfruta cuando ve el paisaje integral y la desobediencia.
Al trotecito, como bailando un tanguito montielero, se rebelan los jóvenes recuperando el lugar para la patria del agua. Y dejan, claro, estas huellas que un anónimo comparó, qué lindo, con el rastro de leña.
El 2 de abril, en Concepción
Guille Lugrín, Facundo Torresán y Juan Martín Carballo presentarán Desde la Patria del Agua el sábado 2 de abril a las 21 en el Auditorio Municipal Carlos María Scelzi, de la ciudad de Concepción del Uruguay.
Participarán como invitados Jorge Méndez, Roberto Betuce, Antonio del Río y Ricardo Maldonado.
Además, habrá una muestra fotográfica y demás atractivos. Desde la capital entrerriana llegarán Chela Martínez, Maru Figueroa y José Bulos.
La reunión tiene el auspicio de la Dirección de Cultura municipal de Concepción del Uruguay.
El Rescoldo de Marino Frezetti
Hace rato esperábamos un reencuentro con el Rescoldo, de Marino Frezetti, la primera grabación de este artista, y a la memoria de Miguel Ángel Martínez, el Zurdo.
La obra anuncia una bandada de canciones del litoral, en sus dos vertientes del chamamé y la milonga, si se las pudiera agrupar.
Lo comentamos para mostrar el ambiente que van creando estos jóvenes músicos como Frezetti, bien en sintonía con lo que hemos escuchado y dicho de Lugrín.
Qué decir de la interpretación magistral de los Campos de la tarde en la guitarra de Marino. Walter Heinze, honrado.
Lindo El ceibo y el curupí, el chamamé del Zurdo Martínez, con la guitarra de Silvina López y el guitarrón de María Eugenia Figueroa. Lo mismo las Décimas con trinos de Héctor Deut y el Zurdo. “Anda una brasa jugando a incendiar un viejo tala, brasita que tiene alas y va el fuego pregonando”. Y así pasan, Soledad Montoyera (“Veo al monte juntar sombra mientras pesco en un ramblón”), Molino de la tapera (“Ayer brilló tu figura cuando el sol te acariciaba”); Romance del estibador, Tarde islera, en fin.
Lo traemos a cuento porque en la voz sonora y la guitarra definida del solista Marino Frezetti manda también el espíritu de ensamble, de alma colectiva, de invitación a los amigos músicos y poetas; en un mismo fuego lento se van cocinando los mensajes de un Frezetti, de un Lugrín.
Desde la patria del agua, un paseo por los otros colores
Descubriendo Entre Ríos. El cantor y guitarrista de la ciudad de Concepción del Uruguay acaba de editar con otros músicos una obra integral que reúne distintas vertientes y va por los caminos del canto con fundamento
28 de marzo 2016 · 07:00hs