Profesor Pedro Aguer/Colaboración para UNO
Cooperativismo, una opción anti crisis, no promesa electoral
Hablamos de crisis y nos inclinamos por lo que significa cambio, que produce inestabilidad, promueve desesperación, pues asociamos crisis con conflicto, por lo general, grave.
Quisiéramos salir de esa situación con la mayor premura, porque consideramos que las crisis económicas –por ejemplo- derivan siempre en catástrofes de irreparables daños morales, sociales, culturales...
Lo cierto es que son diversas la causas y las consecuencias de las crisis, no solo de las económicas, sino de las de cualquier índole.
Apuntando a las de carácter económico dejan mucha gente sin trabajo, sin posibilidades de continuar una vida normal, son el crisol de la miseria.
Ante estos signos recurrimos con reclamos, pocas veces escuchados, al Estado, el que actúa contrariamente como promotor de las crisis o como apañador de las causantes particulares. Concentración, insensibilidad del mercado, indiferencia política.
Los pueblos caen en la desesperanza. Y revolotean los que se aprovechan de la explotación de la pobreza.Sin embargo, desde hace un largo tiempo, 1844, la crisis de la revolución industrial (desocupación masiva, incorporación de la máquina a la producción en escala, los obreros en la calle, la familia proletaria desesperada, desamparada) hizo que un grupo de trabajadores se asociara en una cooperativa.
Sentido democrático
Fue en Rochdale donde nació una forma sólida de entender la economía con sentido solidario, colectivo y democrático.
Nos apuramos a dejar expresado con absoluta contundencia que es desde los problemas y de la necesidad de solucionarlos de donde surge la oportunidad de una cooperativa, no desde el oportunismo tendencioso del partidismo político, ni del gobierno de turno. Las cooperativas son neutrales, su bandera tiene los colores del Arco Iris, porque no caben en su seno los sectarismos de ninguna naturaleza. Quienes olvidan esta premisa, o ignorándola la vulneran, tácitamente conllevan un ultraje a la doctrina de la cooperación. Hoy se ha extendido como alternativa válida en todo el mundo. Nuestra Nación, forma parte, con sus cooperativas, del Movimiento Internacional nucleado por la ACI en las Naciones Unidas.
Mucho es lo que representa esta forma económica en la producción, la industrialización, la comercialización y el consumo. Son innumerables los tipos de empresa que lo constituyen. El Estado nacional y los estados provinciales tienen en sus estructuras legales normas específicas que rigen el cooperativismo.
No estamos hablando de una panacea, pero sí de una herramienta que ha dado muestras de eficacia ante las crisis de otros tiempos y es ahora la oportunidad de llevar a la práctica, con renovado impulso, sus bondades.
Estas dependerán de cuanto sepamos difundirlas, sin crear falsas expectativas sino con sano criterio reparador, manteniendo su esencialidad despojada de intereses políticos clientelistas.
No más de lo mismo
Si somos capaces de desprendernos de las mezquindades promotoras de las crisis, el cooperativismo será una buena opción. Con la advertencia de que, si se lo usa sin esa asepsia principista, correremos el riesgo de convertirlo en más de lo mismo, terminando en una frustración, entre las tantas que llevamos en el haber de los fracasos generadores de pobreza y desesperanza. Programas y modelos insuficientes, proyectados con ínfulas de iluminados.
Lo hemos señalado y repetimos: cooperar educándonos para el trabajo, no cediendo esta arma solidaria a intereses que han servido para el desarrollo del sistema que somete al pueblo en beneficio de unos pocos. Sería una falta de respeto y consideración a la causa nacional y popular si permitimos que el Estado y los partidos políticos usen al cooperativismo como una propuesta circunstancial, ligada a la contienda electoral.
Estamos en crisis, el cooperativismo es una opción de mayúscula trayectoria para enfrentarla como es debido: no enarbolando la bandera del cooperativismo ahora y arriándola después del 27 de octubre. Sería una acción de mal gusto y de consecuencias nefastas.













