Con el título “La dignidad de nuestros hermanos clama al Cielo”, los sacerdotes de la ciudad de Concordia enviaron una carta a los fieles animando a trabajar por los más necesitados. Se difundió a propósito del reciente informe del Indec, que dio a conocer que nuevamente La Capital Nacional del Citrus tiene el mayor índice de pobreza del país en relación con la cantidad de habitantes.
Concordia: La Iglesia interpela ante la pobreza
Interpelación. Los sacerdotes se expresaron ante la dolorosa situación social.
“Este dato nos llama a una profunda reflexión como ciudadanos cristianos y nos debe interpelar a transitar los caminos que de una vez por todas nos haga salir de esta situación”, consideraron en el texto.
“Hablar de pobreza no es solo tocar un tema de economía y política, sino que implica mirar la dignidad toda de la persona y de todas las personas. Nos duele que en nuestra ciudad crezca la pobreza, el desempleo, junto a la pérdida de la cultura del trabajo, el consumo de droga que destruye, y lo más preocupante: el narcotráfico que silencia corrompe y nos va volviendo cómplices, entre otras tantas consecuencias dolorosas que erosionan el desarrollo integral de las personas y toda convivencia social pacífica”, expresaron.
Y plantearon: “Ante esta situación miramos a Jesús que vuelve a decirnos como a Pedro ‘¿por qué dudas?’ y juntos proclamamos: Concordia, ¡levántate y camina!”.
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“Ante esta realidad que nos interpela, somos convocados una vez más a trabajar por la dignidad de todos y cada uno de nuestros hermanos, en nuestros ámbitos de convivencia: familia, trabajo, barrio, escuela, instituciones, evitando la indiferencia y el individualismo, porque ‘cuando priman intereses particulares sobre el bien común, o cuando el afán de dominio se impone por encima del diálogo y la justicia, se menoscaba la dignidad de las personas, e indefectiblemente crece la pobreza en sus diversas manifestaciones’”, consideraron.
“En palabras del papa Francisco: ‘Estamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos… no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino encontrándonos y aportando lo propio de cada uno. Una invitación para trabajar por la cultura del encuentro, de manera simple como hizo Jesús: no sólo viendo sino mirando, no sólo oyendo sino escuchando, no sólo cruzándonos con las personas sino parándonos con ellas, no sólo diciendo ‘¡Qué pena! ¡Pobre gente!’ sino dejándonos llevar por la compasión; para después acercarse, tocar y decir: ‘No llores’ y dar al menos una gota de vida”.
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