Marcelo Comas/ De la Redacción de UNO
Aseguran que hay más casos de violencia en la red de salud
Una de las formas de violencia más comunes que se da en el sistema de salud entrerriana es la conocida como “externa”. Se manifiesta cuando pacientes que reclaman ser atendidos con urgencia no obtienen respuesta a su demanda, por lo cual canalizan su enojo primero a través de la agresión verbal, para luego pasar a la física. El blanco de los ataques generalmente son los enfermeros, por tratarse de trabajadores que cumplen turnos rotativos las 24 horas. Se trata de una de las nuevas formas de maltrato, aunque últimamente también se ha naturalizado la violencia institucional que cometen aquellos que ocupan cargos jerárquicos.
Fuentes gremiales confiaron a UNO que los centros de salud ubicados en barrios periféricos son la caja de resonancia de esta problemática. Allí la cuestión se visibiliza con mayor contundencia ante la falta de personal y sobre todo de recursos, principalmente de insumos y medicamentos.
“A este chico no lo mataron de casualidad, porque le dieron varias puñaladas”, así describió Teresa Figueroa, secretaria de Igualdad de Oportunidades y Trato de la Unión de Personal Civil de la Nación, el ataque sufrido por un enfermero que a la vez se desempeñaba como delegado del gremio en el centro de salud Apolinario Osinalde. La dirigente contó que una de las puñaladas le afectó la zona de la ingle, cuya trayectoria pudo haber alcanzado la vena aorta, causándole serias consecuencias para su salud. Figueroa atribuyó este comportamiento a la poca disponibilidad de “recurso humano”. Al parecer ese día los agresores que fueron a atenderse se encontraron con un solo enfermero en la Guardia. “El enfermero estaba ocupado con otro paciente. El chico no volvió a trabajar más en ese lugar”, señaló.
La reiteración de casos de violencia, sobre todo en centros de salud de sectores más vulnerables, hizo crecer el temor entre los trabajadores que ahora se niegan a terminar sus turnos en horarios nocturnos. La mujer consignó que para abordar esta situación se actúa siguiendo los lineamientos de un protocolo, pero al momento de ponerlo en práctica todo queda en la teoría. Explicó que el primer factor que impide que ese método sea operativo es la poca cantidad de personal policial, incluso si hay una guardia “no actúan como deberían”, detalló en diálogo con UNO.
“La gente cuando va a atenderse a un centro de salud cree que su problemática es la más importante. Pero si en esos centros u hospitales hay gente antes esperando su turno, para cada uno de los que está esperando su problema es el más urgente. Se enojan con el personal, en especial con los enfermeros que reciben las agresiones: los insultos son permanentes, y están al límite de recibir una agresión física”, advirtió.
Temor de ir a trabajar
Los centros de referencia médicos del interior de la provincia no escapan a esta realidad. Con una capacidad operativa menor a la de las grandes ciudades quedan expuestos ante la demanda creciente de los pacientes. Así lo demuestra la experiencia que vivió una enfermera del hospital San Blas de Nogoyá.
“La Justicia mandó a internar al hospital a un chico que estaba con un brote de abstinencia. La compañera estaba atendiendo en una sala de clínica médica para hombres e ingresa este muchacho: pero detrás de él ingresa el papá, la mamá y todos los amigos del barrio. Ella tiene que dejar atender al resto de los pacientes para asistir a este muchacho que estaba con un brote. La familia agredió a la enfermera, no solo verbal sino físicamente. En el 90% de los hospitales de Entre Ríos no está conformado el equipo interdisciplinario para atender pacientes psiquiátricos y en los hospitales psiquiátricos no hay disponibilidad de lugares”, graficó la gremialista.
Por su nivel de demanda los hospitales reciben a miles de personas diariamente, siendo las guardias los lugares de mayor concentración y de circulación. Según Figueroa en los centros de referencia “hay agresiones psicológicas, verbales y no contamos con seguridad suficiente, ya sea pública o privada. En la violencia verbal vienen con amenazas y eso aterroriza al personal. Y al estar con tanto temor prefieren no ir a trabajar. No hay controles para la gente que entra; si un señor se presenta en la puerta del hospital lo dejan entrar, eso nos sorprende. El 90% de la gente que ingresa seguro es porque tiene un familiar internado, pero del 10% restante no sabemos las intenciones que tiene”.
Una realidad que golpea
Para conocer la realidad de la temática en la costa del Uruguay, UNO consultó a Oscar Muntes, dirigente de ATE en Concepción del Uruguay. Sin estadísticas actuales de la problemática opinó: “Hace mucho tiempo que es una preocupación que tenemos en todas las provincias, es algo recurrente, que ha pasado a una escala más compleja. En líneas generales sucede con mayor frecuencia en hospitales de mucha demanda. No tenemos la seguridad necesaria, estamos expuestos ante situaciones que no han sido atendidas porque no hay voluntad política para solucionarlo”.
Desde su punto de vista, una de las fallas está en la falta de capacitación de los empleados. “En el área administrativa no están preparados para atender a los pacientes, por eso son atacados verbal y físicamente, el problema es cada vez más complejo y se da en las guardias”, remarcó. Una situación particular que se reitera con mayor frecuencia es que una vez consumada la agresión los empleados se niegan a realizar la denuncia. Al explicar este comportamiento, Muntes manifestó: “Pasa por el temor a perder el trabajo, es muy difícil que lo puedan plantear: el compañero está totalmente superado, es muy difícil solucionar los problemas de fondo porque no encuentran las armas necesarias”. Respecto del desempeño del personal de seguridad indicó: “No están a la altura de las circunstancias. Hay seguridad privada, se está privatizando encubiertamente y la que está ahora no cumple con su rol, que es la de brindar prevención, cuidar al paciente y al trabajador”.
En la misma línea se pronunció la dirigente de UPCN en Concordia, Victoria Torrea, quien puso en primer lugar “al maltrato de los jefes de cada área. Se dirigen a los trabajadores en el siguiente tono: ‘No servís para nada, hacé lo que yo te diga’”. La dirigente puso de manifiesto que una de las irregularidades más comunes “son los médicos que se acuestan a dormir en la Guardia. De ese modo el empleado es el que da la cara y en consecuencia son agredidos. Los médicos se van, desaparecen”.
Violentos por naturaleza
En la costa del Paraná son varios los hospitales que funcionan con importantes limitaciones. Uno de ellos es el 9 de Julio de La Paz, que debió ser intervenido por diferentes irregularidades y posteriormente se designó a un nuevo director. Más allá de que ese no sea el punto central de la nota, los constantes cambios en la conducción afectaron la labor diaria del personal. Para Mary Tabares, secretaria general de ATE La Paz, los pacientes “llegan predispuestos a insultar al trabajador”. Todo comienza en el momento que se otorgan los turnos, ya sea en la Guardia como en el sector de Farmacia.
La sindicalista hizo hincapié en los problemas internos que se dan con las suplencias. Precisó que la mayoría de las veces no se dan coincidencias en las planillas del personal.
“Está muy metida la política, porque los cambios de turno no se hacen a través de notas”, a lo que agregó: “Los compañeros tampoco quieren quejarse. Hemos ofrecido hacer un planteo de carácter formal”.
Asimismo confirmó que existen varias denuncias “a nivel judicial por atención a pacientes”.
Un ataque que pudo ser fatal
Un episodio de furia y locura conmocionó la tranquila siesta del centro de salud Apolinario Osinalde, en el barrio Francisco Ramírez. El primer día de abril de este año, en ese centro médico, Héctor Monserrat irrumpió en la sala de atención. Exigió ser asistido por los cortes en su brazo, insultó a todos, amenazó al personal y luego agredió al enfermero Edgardo Acevedo, quien recibió dos puñaladas.
Acevedo estuvo un día en observación tras recibir las curaciones a las heridas de arma blanca que sufrió: una en la espalda y otra en la zona del abdomen. Las heridas resultaron superficiales, ya que la cuchilla que utilizó Monserrat no alcanzó ningún órgano vital, pero esto no quitó lo traumático del episodio. El hombre atendía a una nena con asma cuando ingresó el joven con heridas en su brazo, “exigiendo a los gritos que se lo curara”, recordó en ese momento.
Por el hecho, el acusado fue imputado por el juez de Instrucción Nº 7, Elbio Garzón, y luego procesado por el delito de Homicidio en grado de tentativa. Además, al entender que existía riesgo de fuga por parte del joven, así como de que amenace a testigos y a la víctima ya que vive a pocas cuadras del centro de salud, el magistrado decidió dictar su prisión preventiva, según informó UNO.
Una tarde de furia
Esa tarde una de las compañeras de Acevedo, la enfermera María Griselda Barcos, atendió a Monserrat, pero no se calmaba. Por eso Acevedo dejó lo que estaba haciendo y trató de calmar al agresor, pero este se la agarró con él. Lo empujó, le tiraba golpes de puño y le decía que lo iba a matar. Incluso se apretó su antebrazo herido y comenzó a salpicar a los niños que estaban allí, mientras decía que tenía sida. Ante el griterío, el resto del personal entró en pánico y se encerró en la sala de Administración.
Hasta que Monserrat sacó una cuchilla y atacó al enfermero: primero le dio un primer puntazo, luego se retiró, pero regresó en seguida y le dio la segunda puñalada a Acevedo. Finalmente se retiró del centro de salud y el enfermero fue trasladado al hospital San Martín. El ataque dejó varias secuelas en la víctima: primero el aspecto emocional, ya que después de ser herido de arma blanca no quiso volver a trabajar. El tiempo de inactividad le permitió pensar con tranquilidad sobre lo que había sucedido y decidió retomar su actividad, pero en otro centro de salud de la ciudad de Paraná. Un caso testigo que explica el riesgo que significa brindar un servicio público, dentro de un sistema vulnerable por donde se lo mire.
“La violencia viene de afuera”
Golpes, insultos y agresiones se han transformado en hechos casi habituales en el hospital San Martín de Paraná. Las escenas de violencia se suceden a diario, en mayor medida en la Guardia, que recibe desde accidentados, heridos en enfrentamientos y con cuadros que presentan gravedad. El personal más afectado es el que trabaja en la Guardia, pero también es una problemática que llega con fuerza al resto de los servicios generales. “La constante circulación y demanda de las personas hacen que se generen este tipo de situaciones”, reveló a UNO Marisa Espíndola, jefa del servicio de Enfermería del nosocomio.
“La violencia que viene de afuera, se vive dentro de las instalaciones”, enfatizó la profesional. Señaló que uno de los factores que ayuda a generar este clima es la cantidad de familiares que quiere entrar a las salas. Como forma de visibilizar esta problemática los empleados firman documentos, notas, informes y cuadernos de novedades. Espíndola recordó que uno de los casos más graves involucró a una enfermera. “Hace unos fines de semanas atrás dos personas alcoholizadas la agredieron y abusaron de ella”, dijo.
Al tiempo que repasó que los casos van en aumento, hizo notar que los trabajadores también son víctimas de la inseguridad cuando cumplen su recorrido hacia su lugar de trabajo. “Son asaltados, arrastrados, e incluso una mujer quedó discapacitada de un brazo por este motivo. Les sacan las carteras, la documentación y los uniformes”, sostuvo. Los horarios poco usuales de ingreso y egreso constituyen un elemento que incide en esta nefasta realidad. “Se pone más difícil los fines de semana. En cambio, en los días de semana se torna más tranquilo. Nuestro sueldo no nos permite pagar un remís, por lo cual estamos más expuestos”, acotó.
Sobre la labor de los enfermeros expresó: “Internamente son los que dan la cara y quienes siempre están en los horarios nocturnos”.