En la antigua Grecia se entendía que el universo estaba conformado por un Kaos, es decir la sucesión de fuerzas dispersas y anárquicas que deambulaban por el espacio hasta que de repente se transformó en un orden llamado Cosmos. Los cristianos entendemos que fue Dios quien durante 7 días procesó los elementos que iba gestando dando lugar a la Creación, proceso que disfrutamos y aún vivimos. Y los musulmanes, en el Corán, citan a los profetas aseverando que “Él es Quien ha creado la noche y el día, el sol y la luna. Cada uno navega en una órbita”.
Pangu: El origen del universo
Y así asirios, caldeos, sumerios, egipcios y cada una de las civilizaciones que (más temprano que tarde) deben responderse al interrogante sobre la creación del universo, no ya de apenas el mundo.
Cuando digo la voz es tal como suena pero con dificultades para que se capte la dimensión. Porque llega en el momento inesperado, con cierto timbre asiático sin confusiones y pronunciación brillante. Pero eso es apenas el detalle, porque irrumpe con historias milenarias y llenas de colores, matices y misterios insondables apenas traducidos por el occidente. Quizás tengan sabiduría pero lo que no falta es hechizo.
Entonces como era
El origen del todo es, para la cultura de los chinos, la obra de un creador gigante e insólito llamado Pangu. Quizás su nombre resulte extraño, además de los caracteres que corresponden a su escritura, pero la deidad aquella supo estar encerrada en una especie de huevo durante el precioso período de 18000 años completos.
Sumido en un sueño por cierto inagotable, de alguna forma se alinearon las fuerzas universales y entonces, el gigante Pangu se despertó. Es cierto que los datos cronológicos precisos no existen pero lo considero una cuestión obvia: el universo aún no se había creado y el tiempo, tampoco.
Fue así que Pangu fue desperezándose lentamente y en orden de cosas, tomó una sabia determinación; crear el universo.
Así como estaba y con su enorme hacha, dividió el espacio de un solo y medido golpe. Y despaciosamente fue empujando con sus manos y hacia arriba el techo del huevo, hasta conformar los cielos. Y con sus pies, desplazaba hacia abajo el piso, pasando entonces a constituir nada menos que la Tierra.
Pangu el gigante tenía ciclos de dormitación y también ciclos de trabajo; y cada uno de ellos deparaba exactamente 18000 años cada uno. Ya supimos que su estado latente fue de ese plazo y ahora ya sabemos que aquella elongación de cielo y tierra también le insumió de 18000 años. Dicen que crecía al ritmo de un Zhang por día, que es una unidad de medida china equivalente en forma aproximada a 3.30 metros. Los cálculos para establecer la altura de Pangu no son motivo de este relato.
Luego, el resto de las cosas
Claro está que no es lo mismo dormir ese periodo que pasársela trabajando y por ello, es que un nuevo periodo comenzaría para esta historia. Porque Pangu se había agobiado y cansado en extremo por la actividad separatoria de los suelos y los cielos. Es comprensible, claro, pero había sido un esfuerzo fatal.
Lentamente, el enorme Pangu comenzó a acostarse sobre aquella tierra que el mismo había creado. No hemos hallado rastros ni testigos que versionen su agonía, pero la verdad es que Pangu se moría, inexorablemente.
La pregunta sobre la génesis del universo la planteamos al principio y no haremos aquí ni ahora la correspondiente a la posteridad de la muerte. Lo que si hay que decir es que la laboriosidad del mito no sucumbiría en ese instante ni mucho menos. Porque el proceso creativo estaba aún en la plenitud de la ebullición. Y fue así, que tantos y tantos millones de años (si, millones dicen los textos) atrás Pangu se había muerto. Pero se transformaba nuevamente aunque esta vez cada una de las partes de su vida sería para siempre un elemento natural.
De su ojo izquierdo salió el sol y del derecho la luna, de sus cabellos salieron los bosques y selvas del mundo mientras que de su voz apareció el poderoso trueno.
Cada cosa en su lugar
Algunos sostienen hoy que se trata apenas de un mito, pero no estoy tan seguro de eso. Y quizás se trate de alegorías que presumen de la exaltación de virtudes el hecho está en que de su sangre se formaron los ríos y los mares mientras que de su propia transpiración se generaron la lluvias.
Todo eso resulta posible y es aún más evidente cuando supimos que de su barba se generaron las estrellas del firmamento y hasta la mismísima Vía Láctea. Sin embargo, así las cosas y la creación hay todavía un ser no creado: el hombre.
Y la explicación final es la que terminó de convencerme de la verosimilitud de Pangu y su existencia. Porque dicen que muerto, los piojos y pulgas que lo parasitaban fueron llevados por el hálito del viento hacia todos los lugares del mundo y que de esos parásitos, surgieron finalmente todos los hombres del planeta.