El auspicio de los años nuevos nos parece la naturalidad de los deseos.
Nian, la bestia
No hay forma ni manera de disimular el renacimiento de las esperanzas, quizás marcando un proceso psicológico en armonía con un período cronológico.
Pensar que el simple paso de un día a otro, reemplazando el año viejo por uno nuevo puede llegar a ser significativo resulta (en fríos términos) algo así como insólito.
A pesar de ello, y como en cada una de todas las cosas, alguna explicación debe tener. Y en la vastedad de las elocuencias que representan religiones y astros, en estas Historias Chinas que estamos confluyendo nuevamente aparecen entendimientos.
No quisiera correr el riesgo de la invocación de divinidades paganas o incluso gestionar un bestiario peligroso; como así tampoco caer en la sorpresiva provocación de Pandora, que al ser vencida por la curiosidad y finalmente destapar la caja que le había obsequiado Zeus con la sola recomendación de no abrirla, dejó fluir todos los males para siempre.
Digo esto y pienso en la comparación que puede surgir para explicar desde uno u otro hemisferio del mundo cual sería la actitud a tomar frente a esa insensata cuestión de liberar todos y cada uno de las maldades.
En el caso de aquella explicación griega, hay que decir la verdad: en el fondo del canasto de los males se encontraba la esperanza, cerrando así una alegoría dualista que contraste lo oscuro con la claridad, lo diestro con lo siniestro, la desazón con el auspicio y el mal con el bien.
Todo ello contrarrestándose unos con otros, en ansias de un equilibrio que la filosofía intenta explicar.
Pero más allá de esas elucubraciones y en otras tierras, en otros planisferios y en otros imperios la situación era mucho más acuciante, y hasta más peligrosa aún.
Nian, la bestia
Cuentan que en la Antigua China cada vez que sucedía el año nuevo lunar, desde alguno de los lagos surgía una poderosa bestia, de formas inverosímiles y ferocidad incontrolable. Dicen también que su adicción a la sangre y a la destrucción la hacía más que temible, incluso al punto de que todos los cazadores que habían intentado destruir a Nian habían fracasado en su misión.
Y por ello, cada vez que las aldeas contabilizaban las lunas hasta la llegada del año nuevo, toda la felicidad y auspicio que ello significa era opacado definitivamente por la llegada de aquel ser insólito pero sobre todo maligno y destructor.
Nian (que en chino significa año) era una bestia cuyo paso por las poblaciones manifestaban la verdadera cara del miedo y el pánico. Su insaciable hambre y sed apenas satisfechas con algunos humanos quizás solo eran comparables a su afán destructor.
Y sin embargo
El día de la víspera de aquel año nuevo un extranjero de muchos años arribó a la aldea como sin quererlo. Parsimonioso y tranquilo, apaciguado pero seguro solo pudo resultar atónito al observar el desierto y abandono en que se había convertido aquella población. El éxodo que el pánico provocaba en sus habitantes, dejaba tras de sí la semejanza de una tierra después de la guerra.
Sediento y hambriento, apenas pudo contactar a una mujer que (retrasada) intentaba organizar su fuga hacia los altos de montes y montañas. Increpándola, logró que esta le contara primero las causas de sus temores y posteriormente que lo atendiera y le ofreciera habitación y alimentos.
Aquella mujer, aterrada, solo pedía a cambio disponer del tiempo suficiente para poder huir y refugiarse, tal era el pavor que Nian la bestia producía en los hombres.
El extranjero cuyo nombre se ha extinguido, en cambio, ofrecía como prenda de intercambio una habilidad jamás propuesta: poseía la forma de ahuyentar a la bestia infame.
La mujer no lo dudó un segundo y es comprensible, y por ello apenas lo miró y con sus escasas pertenencias lo dejó literalmente solo. Y quizás fuera lo mejor que podía pasar.
El día después de mañana
Cuando el año nuevo lunar ya había sucedido y los peligros de la presencia de la bestia habían pasado, todos los pobladores que se habían refugiado en las aisladas montañas retornaron finalmente a la aldea.
Dispuestos a la reconstrucción y a emplear toda su energía en la reparación de sus hogares destruidos por Nian, atónitos se encontraron con una ciudad refulgente y sin señal alguna de la actividad monstruosa.
Tan solo el relato de aquella hospitalaria mujer asustada permitiría develar la cuestión: el extranjero sin nombre había logrado espantar a la bestia Nian, colocando adornos rojos en los pórticos y usando cohetes y pólvora de estruendo para generar ruidos poderosos.
La noche había estallado en mil papeles de rojos colores, en velas que alumbraban la casa donde el sabio forastero esperaba pacientemente la bestia y en mil estallidos de cohetes que finalmente, ahuyentaron a la bestia.
De alguna manera, después de cada final de año, no está mal (sea oriente u occidente) permitir que los conjuros de cualquier especie faciliten la expiación de la gran cantidad de males que progresivamente se multiplican en el universo. Es por eso que papeles y sobres rojos, faroles encendidos y la presencia de estallidos hacen, en cada año nuevo lunar, a la recepción de un nuevo período.