Todos nos preparamos para la Navidad. Qué palabra con una significación tan profunda y que habla del sentimiento familiar ligado con la paz. La verdad que esta Navidad viene un tanto convulsionada y medio enredada, por parte del gobierno con un plan de ajuste salvaje que golpea en los sectores más débiles como son los pasivos, los veteranos de Malvinas, los beneficiarios de la Asignación por Hijo y otros programas sociales. Promoviendo incluso una presión extra sobre las gobernaciones, que se ven acorraladas frente a sus ajustados números. El resultado es contar con aliados de otros partidos políticos.
Las tucas en los pinos para la Navidad
23 de diciembre 2017 · 09:12hs
Es decir, no los une el amor, sino el espanto. También hay que decirlo, el kirchnerismo y algunos sectores de la izquierda más dura quisieron llevar todo este tiempo a que el país se fuera al diablo, para que se pareciera al terrible 2001 tomando posturas extremas y ligadas con acciones desestabilizadoras en lo institucional. El odio y el rencor no son buenos consejeros, pero parece ser que para algunos dirigentes políticos de la oposición cuanto peor, mejor. in embargo, no lograron hacerse realidad los intentos de saqueos y tratar de oscurecer el sentido de la Navidad. Ojalá todo este proceso de dolor no llegue a buen puerto y quede en una de las tantas acciones de politiquería barata.
Uno tratará esta Navidad de compartirla en familia, con los seres queridos, escapando al campo en la zona rural de Gualeguay, donde no llega el ruido de la ciudad, donde se puede mirar en la oscura noche el brillo de las estrellas, escuchando el silencio y viendo a lo lejos los fuegos de artificio de los pueblos cercanos. Es como volver a la infancia, donde en nuestras casas sin electricidad rural esperábamos la llegada de la Navidad con los faroles a querosén, a gas o las clásicas lámparas. En esa época llena de ideales, sueños y utopías nos criamos con la esperanza de encontrar y ver a Papá Noel o bien dejando agua y pastito a los Reyes Magos. Parecen tonterías o zonceras, pero créanme qué felices éramos con estos cuentos que nos decían nuestros padres o familiares.
No me da vergüenza contar que previo al 8 de diciembre buscábamos de un pino una rama prolija para armar el arbolito de Navidad, sacar las piñas para pintarlas y luego colgarlas, sin olvidar la frutilla del postre, que era buscar todas las noches varias tucas para dejarlas sobre las ramas y de esa manera iluminar el pesebre y pinito asemejando las luces intermitentes que algunas veces veíamos en la televisión a batería o en las casas de las ciudades. Cosa de niños que a la distancia tienen el mismo origen de la llegada de la Nochebuena y la Navidad, donde todos nos sentábamos, disfrutábamos, nos reíamos (no había celulares de por medio), dialogábamos, con lo que eso significa. Regalos había algunas veces, y pensar en la extensión de la noche de Navidad era poco común ante la ausencia de otras diversiones clásicas de la ciudad.
Lo que sí se arraigó en nuestras almas fue el espíritu navideño, donde la parte comercial y de consumo no tallaba o directamente pasaba a un segundo plano. En esos años, el costado comercial de esta fiesta casi no existía, no había shopping, peatonales, escaleras mecánicas. Eran, si se podía visitar alguna tienda de algún poblado cercano para comprarse –siempre era así– alguna remera o pantalón vaquero. Juguetes: era la pelota número 5 y como lujo el robot que a cuerda marchaba lentamente. Creíamos en que con la Navidad se estaba más cerca de la búsqueda de la paz, de la esperanza y del amor. Hoy a lo largo de los tiempos, estas palabras espero que se transformen en realidad, donde anhelemos desde el corazón y llegue a todos los hogares el verdadero sentimiento de la Navidad.