El objetivo de la psicoterapia sistémica, sea individual, familiar, pareja y/o grupo, es construir el cambio, es decir la posibilidad para los consultantes de aumentar su grado de libertad en su proceso evolutivo.
La identidad y la psicopatología
Lo que significan para un Psicoterapeuta Sistémico
Por Ingrid Williams
17 de agosto 2018 · 22:14hs
El centro de la atención en el enfoque sistémico se concentra en las relaciones entre los individuos de un sistema, en las relaciones entre todos los sistemas de pertenencia en los que se encuentra inserta esa persona y en relación a todas aquellas sobreestructuras culturales y sociales, entendidas como contextos que contribuyen a la creación de un significado.
LAS RELACIONES NOS DEFINEN
La identidad nace en las relaciones y es a través de ellas que encuentra los estímulos evolutivos durante todo el curso de la vida. Se parte del modelo de Gregory Bateson sobre la mente, el cual dice que individuamos la información, realizando una diferenciación y que este proceso proviene de las relaciones que establecemos; siendo ésta la función principal del aparato psíquico. Esta información sería como conjuntos homogéneos y conectados entre sí en niveles de complejidad progresivamente mas elevados, llegando a tal punto de definir la propia identidad e identificar de esta forma el propio lugar y/o la propia función en los diferentes sistemas de pertenencia.
La fuerza que nos conduce en este proceso es, para el enfoque sistémico, la búsqueda por parte de cada miembro del sistema, la confirmación en la relación, considerada como el factor más fuerte de estabilidad psíquica a través del acceso a la función reflexiva y a los procesos de mentalización.
La función reflexiva es la adquisición evolutiva que permite al niño responder no solo a los comportamientos por parte de los que lo rodean, sino también a su propia idea, concepción y conceptualización de los sentimientos, creencias, esperanzas, expectativas, proyectos, etc. de los otros.
LAS ETIQUETAS
Los procesos implicados en la creación de la identidad son los mismos implicados en la construcción de las psicopatologías. Las etiquetas lingüísticas con las cuales nos describimos como "generosos" o "haraganes" por ejemplo, no difieren, desde un punto de vista formal, de definiciones tales como "esquizofrénico" o "fóbico", ambas se originan en el sistema relacional al cual la persona pertenece.
La idea de cada uno de nosotros, en términos de salud o enfermedad, viene construida en el interior del núcleo afectivo de origen en base a la estructura relacional que caracteriza a ese contexto específico. De esta forma, la idea que cada uno tiene sobre sí mismo de que se puede cambiar, puede adquirir un aumento mayor en cuanto a grados de libertad, solo si se logra modificar la estructura relacional de su sistema afectivo de referencia o si las inversiones afectivas se modifican para encontrar en nuevos sistemas, el lugar principal de la definición de sí mismo.
LA IDENTIDAD
¿Cómo puede un sistema desarrollarse sin encontrar su disolución? ¿Cómo es posible continuar más allá de los cambios, a continuar a reconocerse a sí mismo? La identidad es aquello que resta, permanece estable en el tiempo y el espacio, ese "algo" que caracteriza y vuelve único aquel "sí mismo". Es el resultado de un continuo proceso de interacción, re-calibración y negociación entre la estructura de nuestro sistema nervioso y el contexto social en el cual nacemos y crecemos.
La construcción de la identidad tiene lugar en nuestro interior y gracias a un continuo diálogo entre un "sí mismo" que experimenta y reacciona y un "sí mismo" que se confronta y reflexiona sobre la experiencia realizada, atribuyéndole un significado en relación a la necesidad de sobrevivencia en los sistemas de pertenencia (grupos, cultura, sociedad, laborales, etc.), desde el grupo primario (familia) a los grupos secundarios. Cada uno de nosotros elabora y coordina pensamientos, comportamientos y emociones relativos a ese sistema coordinado de historias que representa el núcleo de su identidad. Todo este trabajo de coordinación se traduce en una narración que se convierte en la descripción de la propia identidad que se transforma en un sistema coordinado de historias: introvertido, extrovertido, impulsivo, reflexivo, sensible, determinado, etc. son solo alguna de las etiquetas lingüísticas que fijan, aseguran y afianzan la síntesis de nuestras experiencias, nuestro modo de pensar, reaccionar y sentir en el mundo. De esta forma es como el lenguaje se convierte el punto de contacto entre el sistema y el individuo, porque el lenguaje es social y cultural, por lo tanto construido en relación al contexto en donde se vive.
HISTORIAS Y NARRACIONES QUE DEFINEN
Si queremos llegar a una conclusión podemos decir que la identidad es un sistema coordinado de historias y narraciones, porque se describe dentro de una dimensión relacional.
La búsqueda de un equilibrio interno en el sistema es una de las funciones fundamentales de la mente y el comprender cuál posición ocupamos en la relación con los otros es una tarea fundamental para las personas. Encontrar nuestro rol y nuestra función dentro de un sistema y ser confirmados por las otras personas significativas que nos rodean nos hace experimentar el sentido de estabilidad que identificamos como bienestar.
Los diferentes niveles de relaciones expresados en la comunicación, repitiéndose en el tiempo, crean las reglas y los modelos de reglas típicas del sistema, produciéndose un peculiar juego implícito entre los miembros que la componen.
La organización interna que se produce dentro de un sistema progresivamente se convierte en un deutero-aprendizaje (que significa "aprender a aprender"), en donde cada miembro reducirá las posibilidades de las elecciones a su disposición, definidas como "grados de libertad". Cada miembro de un sistema (familia, grupo de trabajo, grupo deportivo, grupo escolar, grupo de amigos, etc.) asumirá premisas, pensamientos y modos de definirse en la relación coherentes con las funciones que desarrolla dentro del sistema que pertenece.
LA PSICOPATOLOGÍA
La primera pregunta fundamental que los psicoterapeutas hacemos a los pacientes es aquella de definir el problema que los ha llevado a consultarnos.
La primera descripción del problema que se realiza, la elección del lenguaje que se utiliza, los aspectos nos verbales de tal descripción, etc, son el punto de partida para comprender como la persona se ve, qué siente y cuales son los caminos que ha recorrido hasta ahora para haber llegado a "verse" de esa forma. Las palabras utilizadas son concretizadas como "cosas" y son al mismo tiempo objetos de diagnóstico: "soy depresivo", "soy ansioso", "soy loco". En esta forma reside la naturaleza de la psicopatología: en el recoger definiciones definitivas e inmutables en relación a la propia condición actual, cerrándose, limitándose la opción de cambio.
La teoría sistémica utiliza el término "problema" en el lugar de todos aquellos términos típicos que se utilizan en las categorías diagnósticas. La utilización del término "problema" empuja, colabora a construir una nueva trama narrativa. Si el paciente describe sus propios comportamientos haciendo referencia a un diagnóstico (etiqueta rígida), el terapeuta sistémico ofrece la oportunidad de acceder a nuevas descripciones, potencialmente infinitas de comportamientos y relaciones conectadas con el malestar.
Transformar el síntoma en problema significa aumentar los grados de libertad en la descripción del elemento que produce malestar y la descripción de sí mismo. Esta connotación positiva del síntoma es una utilización consciente de actos lingüísticos a los fines de sugerir implicaciones psicológicas funcionales para realizar cambios.
Así como los términos que componen un diagnóstico han construido esa realidad presente para el paciente, de esa misma forma la utilización de un léxico nuevo contribuye a crear otros términos y explicaciones.
La tarea del psicoterapeuta es la de redefinir el problema y sus efectos sobre sus sistemas de pertenencia significativos de referencia de la persona en términos relacionales. Lo que se le propone al paciente es entrar en una nueva forma circular (que relaciona a él/ella y su sistema) invitándolo a re-leer sus propios pensamientos, emociones y comportamientos volviéndolos participantes activos de su propia complejidad.
EL CONTEXTO EN EL QUE VIVIMOS NOS CONDICIONA
La articulación de la narración que se "lleva" a una sesión psicológica, indica como la persona considera el origen de su malestar, de cómo se fue enfermando por causas directas. Esto significa que los procesos que han generado el problema son, desde el punto de vista de eventos, comportamientos, aspectos de la propia personalidad, determinados por concatenaciones del tipo causa-efecto. Y es aquí donde entran a jugar las consideraciones que tienen que ver con el contexto cultural, social de la persona. Como se piensa, siente y reacciona en ese determinado contexto es lo que influye, lo que nos termina definiendo y llevarnos a sentirnos mal. Por lo tanto se nos ve reducido el repertorio relacional hasta que se vuelve privado de alternativas.
La generación y la estabilidad de tales patrones criticos negativos, no funcionales, relacionales, prevalentes en un determinado contexto, reproponen nuestro modo de definirnos en las relaciones. Para que nos termine generando un malestar psicológico el sistema debe cumplir con dos requisitos: que sea significativo y que se repita en el tiempo las modalidades relacionales iatrogénicas.
CONCLUSIONES
Los esquemas de relación que han ido tomando forma en el grupo primario (familia) y también en otros contextos significativos en el cual hemos crecido, vienen re-propuestos y tenderán cambiar sólo cuando la persona se vuelva a sentir confirmada por ese mundo de relaciones que comparte en su contexto específico de pertenencia.
La psicopatología se vuelve mucho mas severa y resistente al cambio cuanto más aquella imagen de sí mimo que tiene la persona, es confirmada en todas sus interacciones de las cuales forma parte.