Enrique Bonomo, coleccionista: "Llego a pasar hasta cuatro horas limpiando cada una de las piezas"

Los beneficios del coleccionismo para desarrollar la paciencia, el orden, la atención por los detalles, la constancia y la memoria
28 de septiembre 2018 · 23:03hs
Cuando niño una tía lo inició en la filatelia y mantuvo la afición hasta pasados los 30 años –aunque no se considera un gran filatelista– y hoy su mayor entusiasmo se centra en los automóviles en pequeña escala –antiguos, clásicos y de Fórmula 1, entre otros– que colecciona con un esmero superlativo. Enrique Boemo cuenta por qué un auto unió a Al Capone y Franklin Roosevelt, un poco de historia del primer vehículo con tres ruedas y la particular existencia de una autobomba con tracción a cadena.

Una tía y la filatelia
—¿Dónde nació?
—En Paraná –el 20 de diciembre de 1942–, en calle Victoria, casi Ramírez, zona del club Belgrano, donde viví hasta 1959, cuando me fui a la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea –en Córdoba. Al casarme estuve un año con mis padres allí y luego vine acá (calle Santo Domínguez).
—¿Cómo era el lugar en su infancia?
—Se mantiene bastante intacto aunque se construyeron edificios altos. Cuando era chico, calle Victoria no estaba asfaltada y la vereda opuesta a mi casa era en altura –hasta que la asfaltaron, la bajaron y plantaron jacarandáes.
—¿Otro punto de referencia?
—El Parque Berduc y por una cuestión familiar, el Club Olimpia –ya que mi tío materno –Constantino Valencia– fue presidente durante muchos años. Allí jugué en infantiles. La casa paterna de mi padre estaba en calle La Rioja, en la cuadra siguiente a la del club y mi madre vivía frente al club. Las simpatías cambiaron por el club Belgrano, en cuanto al fútbol.
—¿Qué actividad laboral desarrollaban sus padres?
—Mi padre era albañil y mi madre, ama de casa.
—¿A qué jugaba?
—A las bolitas o canicas –que también colecciono– y me adaptaba al momento. Mi padre todos los días me traía una y las guardaba en una bolsita que hizo mi madre. Cuando tenía 8 o 9 años, una tía me condujo a la filatelia.
—¿Fue la primera afición relacionada con el coleccionismo?
—Exacto. Siempre fui detallista, me gustaba limpiarlas, y me traía paz y tranquilidad.
—¿Era buen alumno?
—Sí, supe ser alumno distinguido –en el Colegio Don Bosco–, donde hice la Primaria, eran todos sacerdotes y un solo maestro. En la Secundaria comencé en la Industrial y terminé en la Escuela de Suboficiales.
—¿Sentía una vocación?
—Imaginaba ser las dos cosas que fui: pasaban los aviones de la Base y le decía a mi padre que volaría, aunque ser suboficial no me permitió ser piloto. Y como me gustaba y atraía mucho el arte funerario, le decía que trabajaría en el rubro, lo cual hice en una empresa de servicios fúnebres.
—¿Qué le atraía?
—Observaba los detalles y preguntaba sobre las molduras, ya que mi padre luego fue constructor y tuvo una empresa. Tuve la suerte de que un tío de mi padre que vino de Italia hacía ese tipo de trabajos, porque era frentista.
—¿Leía?
—Comencé a leer mucho con el coleccionismo, porque, por ejemplo, cuando apareció el auto de Capone, busqué detalles, o sobre autos que vi, y ahora los tengo en chiquito.

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Colección sin precio
—¿Durante cuánto tiempo fue filatelista?
—Hasta pasados los 30 años.
—¿Sobre qué temáticas coleccionó?
—General, variado, nunca entré en una temática específica.
—¿Cuántas piezas tiene?
—No tengo idea; sé que tengo ese material pero no sé dónde... incluso tengo piezas que en su momento no supe valorar y que al decir de filatelistas tienen mucho valor.
—¿Por ejemplo?
—De la revolución de 1955 tengo piezas importantes. El señor Córdoba –quien trabajaba en el Correo– me enseñó a comprar estampillas cuando recién salían, ya que tienen un sello especial de la fecha de emisión. Pero no estoy muy compenetrado del tema.
—¿Expuso?
—No, siempre fue personal, con un cierto grado de egoísmo y no mostraba.
—¿Cuánto tiempo le dedicaba?
—No tenía la dedicación que le he dado a los autos. Era otra forma de coleccionismo porque no estaba tan conectado, ya que eran los primeros pasos del matrimonio.
—¿Su señora lo entendía?
—Con los autos no me entendía mucho, así que los tenía encajonados, falleció hace cuatros años, entonces destapé todo, cambié la mesa del living y apareció el espacio para poder poner las vidrieras –diseñadas por un mueblero.
—¿Qué aprendió y descubrió con esta afición?
—El coleccionismo trae como consecuencia mucha paciencia, orden y atención a los detalles. Es beneficioso desde el punto de vista psicológico ya que permite desarrollar habilidades y actitudes positivas como la constancia y la memoria. Pero hacerlo de manera exagerada es un síntoma de trastorno obsesivo compulsivo. La filatelia fue algo secundario, ya que mi atracción era lo que hoy tengo. Lo que pasa es que dependía del bolsillo de mi papá. Cuando dependí del mío, tuve que organizar un hogar, así que tampoco podía comprar, y cuando las cosas comenzaron a darse, comencé a comprar autos en escala 1/43 –que es el más pequeño. Comencé con taxis del mundo y turismo, algunos emblemáticos como dos Ford –uno de ellos la emblemática coupé que utilizaron Bonnie & Clide. Luego el Ford Falcon, el Peugeot, el Torino... Mercedes, el auto de Capone –un Cadillac de 16 cilindros.
—¿Si alguien le da un cheque en blanco para que ponga precio a la colección de estampillas, la vende?
—No, es algo muy afectivo (se emociona), porque tienen que ver con muchos momentos de mi vida.
—¿Cuáles recuerda particularmente ahora?
—Unas estampillas de medio y 1 centavo, que siempre recuerdo por el color especial y las que le mencioné de 1955 –cuando se perdió el orden institucional con la Revolución Libertadora y yo era niño–...
—¿Qué disfrutaba con mayor medida?
—Cuando las ordenaba e iba descubriendo detalles que antes no había visto. Me entretenía y perdía la noción del tiempo.
—¿Tuvo otra afición?
—Junté otras cositas pero no tiene trascendencia. No fui acumulador en grandes cantidades.

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Modelos e historias
—¿Por qué comenzó con maquetas de taxis?
—Porque apareció la colección en los kioscos, supe que podía llegar a tener 50 piezas y las compré, semana por medio.
—¿Esta forma de comercialización favorece el coleccionismo?
—Por supuesto. Existe mucho egoísmo en el coleccionismo y nadie enseña, entonces me tuve que golpear muchas veces los dedos. Hasta que se conoce a alguien que no lo es y te dice "fijate en estos detalles", "no te llenés de tantas cosas de este rubro", "buscá que los colores sean auténticos"... Hay piezas también en escala 1/24, en la cual tengo algunos antiguos y clásicos –que vienen con certificado de autenticidad.
—¿Las marcas hacen modelos de colección?
—Solamente las de Fórmula 1.
—¿Cuál es la réplica más antigua?
—El primer auto de tres y el de cuatro ruedas. El de tres es el famoso Benz, un hombre que se casó con una mujer muy rica, quien le facilitó el dinero para fabricar el triciclo –en 1886– en Alemania. El mismo año aparece Daimler, quien toma un carruaje para cuatro personas, y le pone un motor entre asiento y asiento. Hasta que se encuentran y acuerdan unirse para fabricar autos, y bautizar la empresa Mercedes –por la hija de un cliente de Daimler, que le había comprado seis autos, con la condición de que le pusiera ese nombre a su fábrica– y Benz. Así que en homenaje a ese cliente quedó Mercedes y Benz.
—¿La moto más antigua?
—Tengo entendido que Daimler también fue precursor, pero solo tengo motos GP o de los grandes premios, y comencé con las de desde 1950 –al iniciarse los campeonatos mundiales–, cuando dominó Gilera durante cinco años.
—¿Armó o construyó alguno?
—No, ya vienen armados, y tengo limitaciones con los ojos y las manos.
—¿Qué disfruta?
—Cuando los limpio y lustro con Blend, uno por uno, con un pincel. A veces hay que reparar algunas piezas, lo cual también lleva su tiempo. Llevo registro y anoto todo, porque no sé qué pasará cuando me vaya. Es el gran problema de quienes coleccionamos. Dios sabrá.
—¿Qué tiempo le demanda?
—A veces me engaño con el tiempo y si estoy bajoneado paso varias horas. Una vidriera me lleva entre tres, y tres horas y media, y otra vidriera, cuatro horas, en distintos días.
—¿Juega?
—No, no... me da por la observación de los detalles, lustrarlos... además, la mayoría tiene plataforma donde está el nombre del auto. Como siempre se aclara en este hobby, no son un juguete.
—¿Qué detalles llamativos ha descubierto?
—Una autobomba que tiene tracción a cadena –como una moto– de la década de 1920 y tengo una anterior que es de 1897 –con tracción a sangre. Luego vinieron camiones a vapor. El gran cambio fue cuando apareció la bomba –anexada al motor– que expulsaba agua. En este Ford T (lo muestra) el mismo hombre manejaba y tocaba la campana –porque todavía no existía la sirena.
—¿Cuáles le resultan más entrañables?
—Me gustan las autobombas y autos viejos, porque los modernos son fáciles, se roban los diseños y todos parecen iguales. Me gusta el camión que le mostré porque cuando se le terminaba el agua, se conectaba las bocas de incendio que tienen en las veredas los americanos, y le daban potencia con el motor. El agua la llevaba debajo y era poca, pero tenían mucha manguera. Los asientos de la época eran en cuero matelasse. Entre los autos, esta variedad de Ford T Nouveau para dos personas (lo muestra), que aparentemente solo trajeron dos o tres a Argentina y este Cadillac, también para dos personas, pero si se despliega el estribo, queda otro asiento. El Packard –de 1909– lleva un depósito para las herramientas, el espejo retrovisor montado en la rueda de auxilio, faroles con aceite, el dueño y la señora iban con una frazada para taparse las piernas en invierno, y el chofer, uniformado. Este Roll Royce fue un modelo muy especial porque tenía que revolear la pierna para ingresar, es un modelo bote, de color cobre, con ruedas "de alambre" –rayos gruesos– y un espacio para llevar baúl. El chofer iba expuesto al agua y el frío. Tengo la famosa "chatita" Ford y un Cadillac de 1932.

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Roosevelt en el auto de Capone
—¿El de Capone tiene una historia particular?
—Es un Cadillac V 16 Imperial Sedan –de 1930–, que viene en una escala superior pero en Argentina no está. Cuando fue preso cayó en manos de Franklin Roosevelt, quien tenía que hacer una gira y la CIA le dijo que podía haber problemas. Nadie tenía autos blindados, salvo Capone, entonces en 24 horas le cambiaron de color –a verde– los guardabarros y el techo. Tenía volante de nácar y detalles de confort, que aprovechó Roosevelt. También tengo el que usaba personalmente, un Lincoln, aunque no es exactamente el modelo. Tiene transportines para la custodia.
—¿Y el de Hitler?
—Era un Mercedes Benz 770.
—¿Los coches fúnebres tienen que ver con su atracción por el arte funerario?
—Tal cual, apareció, me gustó y se lo compré a alguien que estaba necesitado de venderlo.

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Todo importado
—¿Qué le gustaría comprar si no tuviera ninguna limitación económica?
—Me gustaría ir a Barcelona, donde hay muy buen material en materia de autos antiguos y conseguir un camión de bomberos a vapor. El problema que tenemos en Argentina es que no hay fábricas de este tipo de hobby, así que es todo importado –hasta lo más tonto. En estos momentos todo es incomprable. Las ruedas que tiene el F1 de Kimi Raikkonen son marca Pirelli y las hace esta marca específicamente para los modelos de colección. Tengo el casco de Ayrton Senna. Han salido dos o tres cositas que me interesan, pero estoy esperando que se estabilice el dólar...
—¿Con qué materiales se construyen?
—Metales con plástico inyectado.
—¿Qué modelos sobresalen por su precio?
—He visto algunos muy importantes en Argentina de 24.000 pesos –un camión construido con 1.200 piezas. Lo máximo que he visto últimamente es un Fort T construido por un ingeniero con el más mínimo de los detalles, un trabajo de relojería, cuyo costo es de 30.000 pesos.
—¿En qué favorece Internet al coleccionista?
—Me llevo bien con la computadora y tuve que aprender todo, así que dos veces por semana busco.

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Napoleón, en escala
—¿De qué épocas tiene soldaditos?
—Son del 1700 al 1800 –de distintos países–, y cinco que son de la Primera Guerra Mundial, junto con el general francés Joseph Joffre. También está Napoleón.
—¿Qué detalles ha encontrado?
—Los uniformes de los soldados antiguos son muy vistosos, mientras que los modernos son funcionales y especiales para combate.
—¿Estuvo en Malvinas?
—No, en Trelew; soy veterano de guerra.
—¿Cómo fue su vivencia?
—Muy dolorosa, feo, en especial la vuelta... me sentí humillado. El día que volvimos nevaba, hasta Río Cuarto... llegamos a la Base, todo fue en silencio, cada uno a su casa y al otro día como siempre, presentarse a trabajar.

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Sugerencias sobre cómo y por dónde empezar

Las siguientes son algunas sugerencias para quienes desean iniciarse en el coleccionismo, independientemente de los objetos que sean: coleccionar algo concreto, ya que no se puede coleccionar de todo – es mejor tener poco y bien definido, que tener muchísimas cosas sin relación entre ellas–; disponer de espacio para conservarlas ya que son muy variadas las posibilidades; contar con un presupuesto y ser consciente de hasta dónde se puede acceder en la compra; documentarse e investigar sobre la colección; ver, preguntar mucho y tomar nota de todo lo que se pueda acerca de los objetos que se buscan; seleccionar cuidadosamente las piezas y escoger aquellas que por su belleza, rareza o escasez merezcan formar parte de la colección, y diferenciar si es verdaderamente original o una reproducción; hacer un inventario y fotos; formar parte de un grupo o club para poder compartir la colección y disfrutar las de otros compañeros que aprecian y comparten el mismo gusto y afición, a la vez que es una fuente muy buena para adquirir conocimientos o exponerlos; conocer los portales de compra por Internet, ya que además sirven para tener referencia acerca de los precios
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