“Diciembre tiene que ver mucho con nosotros, porque nos conocimos ese mes, nos arreglamos ese mes, nuestro terreno lo compramos en diciembre, a la casa la terminamos en ese mes, nuestro primer hijo nació en diciembre, nuestro primer auto lo compramos un diciembre. Es un mes que nos marcó muchas cosas”, cuenta Abril, la protagonista de esta historia que decidió rebautizar Diciembre a su compañero.
Diciembre y Abril
Esta es la historia de un amor que comenzó en tiempos donde no había Tinder ni Badoo, tiempos en los que para conocer gente nueva había que tener el valor de encontrarse cara a cara, hablar, mirar, oler, tocar y escuchar. Era necesario usar todos los sentidos, y había mucho más en juego.
Todo comenzó un diciembre –como casi todo lo bueno que les pasó a los protagonistas de esta historia–, en un recordado local bailable que estaba ubicado en la cima de las barrancas del Parque Urquiza de Paraná, un boliche que sigue siendo mítico y entrañable para las generaciones que vivieron su adolescencia y juventud en la década de 1990: Danhes, un lugar donde al final del cachengue había lentos que permitían un encuentro más cercano.
“Éramos muy chicos, nos conocimos en diciembre en un boliche de Paraná, pero yo ya lo tenía junado. Una noche, en Danhes fuimos, yo con mi amigas y él con sus amigos, y ahí nos encontramos”, recuerda.
Era una noche de verano, de esas que invitaban a quedarse despiertos hasta el amanecer y caminar por la costanera para alargar los encuentros. Abril y Diciembre aprovecharon hasta el último minuto que pudieron estar juntos. Después intercambiaron teléfonos y volvieron cada cual a su casa, con una sonrisa de oreja a oreja.
Al día siguiente, él la llamó y quedaron en volver a verse. Así fueron pasando los días, y la relación se fue intensificando con naturalidad, fortaleciendo de a poco, con tranquilidad.
Al comienzo, uno de los factores en común que unía los gustos de ambos era la moda del momento: el videoclip. “Me acuerdo que apenas empezamos a salir era pleno verano y fue el boom de MTV, y nos quedábamos horas mirando ese canal a la madrugada. Eso fue lo que más marcó nuestro noviazgo al principio. Me acuerdo del programa que estaban Daisy Fuentes, Alfredo y otros conductores. En ese momento el tema que más sonaba era Creep de Radiohead, que se volvió un poco nuestro tema”, cuenta.
“Quiero que tú te des cuenta/ de cuándo yo no estoy a tu alrededor/ Eres tan tan especial,
desearía ser especial” dice la pegadiza canción que habla de un amor no correspondido, pero que no refleja para nada la historia que aquí contamos, si bien fue su banda sonora.
Aunque para muchos es ya un término bastante familiar, la palabra “creep” en el idioma inglés se refiere a un tipo raro, un marginado social que no encaja muy bien en los cánones de lo que la sociedad considera normal. Y si bien Diciembre no era un chico como cualquiera, tampoco era un ‘creep’: “Lo que más me llamó la atención de él al principio fue su cara de loco, su pelo largo que a mí me encantaba. Obviamente, después me fascinó su personalidad. Hacíamos un montón de cosas juntos”.
Costumbres nuevas
Más allá de que hacían de todo juntos, viajes, festejos, paseos, salidas o, simplemente, mirar la tele y no hacer nada, decidieron hacerse tiempo para mantener sus propios espacios.
“Él ya estaba en la facu y yo estaba arrancando, así que al principio cada cual estaba abocado a sus estudios y éramos muy independientes, pero a la vez, los fines de semana salíamos a bailar y nos encontrábamos en el boliche; mis amigas se hicieron amigas de los amigos de él y se armó un grupo re lindo”, señala Abril.
Pasaban los años, y la relación seguía afianzándose. Mientras, ambos seguían focalizándose en sus respectivas carreras que cursaban en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, en Santa Fe. Ella se recibió de licenciada en Diseño Gráfico, él, de arquitecto.
“Cuando nos recibimos y empezamos a trabajar decidimos que nos íbamos a ir a vivir juntos. Recuerdo que nos íbamos a juntar un martes 13 y al final nos juntamos un miércoles 14, porque yo soy muy supersticiosa”, sostiene Abril.
Se mudaron a un departamento muy chico, si bien tenía dos dormitorios y una cocina-living-comedor en un barrio tranquilo, de gente mayor: “Por lo general él se iba a trabajar temprano y cada dos por tres se olvidaba de dejarme la llave, así que me quedaba encerrada. Entonces, para hacer las compras yo salía por la ventana del dormitorio. Las vecinas me miraban y yo actuaba con total normalidad. ‘Buenos días’, les decía, y volvía a entrar al departamento por la ventana”.
“La primera época de convivencia casi nos matamos, porque venimos de familias extremadamente diferentes, tanto en costumbres como en formas de pensar. La de él, familia numerosa, nunca cerraron una puerta con llave; en mi casa éramos tres gatos locos y por poco no poníamos un tanque de guerra en la puerta de entrada. Entonces él salía al kiosco y yo cerraba la puerta con llave y cuando volvía puteaba. Y así miles de cosas por las que discutíamos, hasta que un día dijimos basta: unión nueva, costumbres nuevas”.
Juntos a la par
Años después, pudieron acceder a comprar un terreno propio y construir su casa soñada. Pero más allá de lo material, Abril asegura: “Lo más grande que hicimos juntos son nuestros hijos, el primero nació en diciembre y el segundo en abril”.
Y, según cuenta, cada uno de los hijos reúne muchas de las características de ambos: de ella, la creatividad, los chistes, el despiste; de él, las chinches, la nobleza de corazón y una corteza finita de seriedad que se descascara con un beso en la mejilla.
“Somos muy diferentes en personalidad, hacemos contraste en un montón de cosas y nos da mucha risa. Pero nos complementamos, somos como el sol y la luna. No sé cuál es la clave de estar tanto tiempo juntos, creo que la unión, la confianza, la seguridad son los factores principales. Creo que ante las épocas de crisis y situaciones económicas complicadas hay que unirse, no pelear nunca por cuestiones económicas. Ese es uno de nuestros lemas. Por eso siempre estamos juntos peleándola, haciendo proyectos y concretándolos. Viajes, cosas en la casa, emprendimientos nuevos. Todo eso suma. Pero sobre todo porque nos queremos”.