Como en la imagen del árbol que tapa el bosque, los problemas del día nos impiden a veces advertir cómo los poderosos del mundo temen que la unidad sustancial de la América mal llamada Latina se exprese, o se actualice.
Benkos Biohó entre las chispas que encendieron la Revolución
Independencia y soberanía disputadas en un campo de batalla llamado conocimiento, para que el territorio se abra a la luz sin sangre
26 de mayo 2018 · 23:00hs
La unidad de los pobres del mundo es mala palabra entre los colonialistas y los colonizados.
Cuando un colonizado escucha decir "unidad argentino-oriental", o lee sobre la hermandad de argentinos y bolivianos, una verdad, cree que le están metiendo la mano en el bolsillo (es decir, invadiendo el lugar donde Occidente le colocó el corazón).
El día en que esa unidad resumida en la expresión "patria grande" se manifieste de verdad ya no será tan fácil la dominación, la colonia, el menosprecio de esos poderosos, cuyo signo es el atropello y el saqueo.
Los países pisoteados y subordinados, como el nuestro, dan frutos de todo tipo y entre ellos sobresale el fruto que llamaremos tilinguería (en criollo: el que quiere hacerse en un lugar mejor calificado, para no decirlo en demasiado criollo).
La tilinguería es la afectación, el creerse lo que no se es, el despintarse del color propio para adquirir un color más famoso, mejor ponderado por las clases pudientes. Es una manifestación de la mediocridad.
Mujeres de la patria
A muchos argentinos nos costaría horrores admitir que la patria/matria en lugar de padre tiene madre, y en lugar de blanca, negra. María Remedios del Valle fue, por eso, ocultada por siglos. ¿Pero es que la patria fue parida por negras de padres esclavizados, y ellas mismas torturadas por servir a la causa de la independencia? ¿Cómo puede ser que nuestra madre patria sea de origen africano?
Poco decimos de Concorcanqui y menos de Micaela Bastidas. Poco decimos de Apasa y menos de Bartolina Sisa. Poco decimos de Artigas y menos de Joaquín Lencina, el Negro Ansina, o de Guazurarí. Y es porque el eurocentrismo y el centralismo que colocan a la metrópolis en la cima, disponiendo de vida y obra del resto, ese despotismo unitario que ha cruzado la historia argentina por siglos, está vivo y es ley.
La mirada eurocéntrica que nos clavaron en la cabeza no permite semejante barbaridad. O mejor: no permite la verdad. Mujer ya es mucho, y negra: inadmisible.
La violación de la cabeza es peor que la violación de las partes genitales, pero por ahora cualquiera que la denuncie quedará en orsay. Lo mismo ocurría hace poco con la mujer que denunciara al poderoso que la toqueteó.
Pero la verdad nos dice que sin el sufrimiento de Remedios, sin las cicatrices de la tortura, sin el horror de la destrucción de su familia en ese camino a la independencia, hoy el 25 de Mayo no sería más que el recuerdo de una locura. Igual, si hablamos de Juana Azurduy.
A los profesores Mauricio y Mirta, de María Grande, le propusieron una vez que su hijo actuara de negrito farolero un 25 de Mayo, y aceptaron, cómo no, con una pequeña condición: que en vez de una antorcha llevara en sus manos un fusil, para que la representación fuera verdadera.
La actitud de esos padres nos alumbra: la independencia fue alcanzada con sacrificio, y al frente estuvieron los hijos de comunidades de África y de los pueblos originarios del Abya yala, no tanto los de galera y levita.
Matar a los niños
Las luchas de los pueblos están encadenadas. No son hechos aislados. Desde los primeros años de la llegada de Europa al territorio de Abya yala (América), hubo expresiones de resistencia aquí que fueron jalonando el camino a Mayo de 1810. Sin el barbecho no hay cosecha, esa es una obviedad.
La historia argentina eurocéntrica y por eso engañosa ha ocultado o menospreciado los aportes de pueblos originarios, africanos y criollos. Estudiar historia consistió por años en naturalizar mentiras.
Así es como un vecino nuestro que abogó en medio de la revolución porque "los más infelices sean los más privilegiados" hacia 1815 y fue prácticamente ignorado por esa historia: Artigas. Mientas que otro vecino nuestro que llamó a matar a los más infelices e incluso a sus hijos pequeños porque llevaban en sus genes la maldad, según él, fue elevado a la categoría de padre del aula: Sarmiento. El poder todo lo puede.
En pleno siglo XXI, las personas que por razones de temperamento o edad cristalizaron sus neuronas en torno de la mentira oficial han jurado no ablandar el caparazón, y se han prometido morir en el engaño. Qué le vamos a hacer. Algunos sindicatos docentes, incluso (y hablamos de obreros) relativizan el poder simbólico del genocidio y siguen celebrando el día del maestro con el autor intelectual de la muerte y el menosprecio. Colonialidad, en suma.
Vuelve a casa
Mayo no es un día ni un año. Mayo no es Buenos Aires. Mayo no empezó en mayo ni terminó allí. Mayo no lleva galera ni viste de seda. La fecha viene al pelo para el recuerdo y la actualización, claro. Pero también puede ser usada para desviar la atención.
El Himno Nacional completo nos da pistas. Nos habla de una región amplia. También es un síntoma el origen del primer presidente de la primera Junta, Cornelio Saavedra, con cuna en un territorio que actualmente llamamos Bolivia. Casualidad, también el llamado primer gobernador criollo fue de los señores de Saavedra, y lo conocimos como Hernandarias. Era paraguayo. Si miramos con detenimiento, toda nuestra historia y nuestra biodiversidad nos dicen patria grande. No reducen, no achican, no excluyen.
Es cierto que hoy, dos siglos y pico después de aquel Mayo de 1810, los argentinos tenemos millones de kilómetros cuadrados de una provincia argentina bajo el dominio militar británico. ("Ay, hermanita perdida, hermanita, vuelve a casa", dice el poeta).
En su momento, Buenos Aires decidió entregar la Banda Oriental y Entre Ríos a España, como una manifestación de impotencia y resignación. Había pasado un año y medio de la Revolución de Mayo, y Buenos Aires echaba por tierra todo el esfuerzo de orientales y entrerrianos para extirpar al poder europeo de estas Tierras.
El armisticio entre Buenos Aires y Montevideo en octubre de 1811 era una burla a las mujeres y hombres revolucionarios encabezados aquí por Bartolomé Zapata, cuando habían pasado ya siete meses de la muerte del primer caudillo entrerriano.
Solo la conciencia y la lucha de los artigueños, orientales y entrerrianos, permitió zafar entonces de las garras de España, Portugal e Inglaterra. Pero aquella resignación porteña dejó secuelas: quedamos fragmentados, con una frontera sin licencia social, trazada afuera.
Como antes el poder político no se le animaba a España, Portugal e Inglaterra, hoy el poder político no se le anima a la amenaza británica y al negocio de las multinacionales. Por eso Mayo sigue vigente, inconcluso. La Argentina padece hoy un colonialismo que atrasa, como ningún país del mundo, y esa es una de las razones para que los imperios nos tengan ahí, más o menos aplastados. La OTAN se siente mejor con el Atlántico Sur en manos propias. Es Gran Bretaña pero también es Estados Unidos y es Europa, con un arsenal destructivo creciente en las Malvinas, lo que nos tiene aún colonizados.
Que vuelva
Se separan pero no rompen la OTAN. Y si bien aún no ha surgido un Artigas en el sur argentino que nos interrogue y nos reproche el abandono (como ocurrió ante el sinuoso tratado de Pilar), el imperio de tres cabezas no debiera cantar victoria.
El colonialismo sigue, esa es la condición muy propia de la Argentina ante cientos de países que no sufren este atropello. Lo que otros sufren porque es más habitual se llama colonialidad, un mal que nosotros también padecemos.
La colonialidad es la continuidad del colonialismo por otras vías: en la cultura, en la escuela, en la economía. Aceptar las estructuras y creer que fueron decididas aquí, es una expresión de colonialidad. ¿Por qué, si sabemos que el consumismo es una vía hacia la destrucción, no cuestionamos la propaganda masiva del gran capital para convertir a las personas en consumidores endeudados? La colonialidad nos está ganando el partido (no necesariamente el campeonato).
Sobre las fronteras
Ahora vayamos a Mayo: ¿no es Malvinas y el Atlántico Sur hoy una deuda de Mayo? Y mirando hacia el antes: ¿qué revoluciones precedieron a Mayo, le alfombraron el camino?
Sabemos que la revolución de Mayo cambió nombres pero no mucho la economía y la situación de los oprimidos. Los esclavos siguieron siendo esclavos hasta 1853; los pueblos originarios no recuperaron sus territorios y autonomías hasta 2018, por lo menos.
Benkos Biohó fue un guerrillero del Palenque de la Matuna en Colombia. Antes del año 1600, cuando no habían pasado 100 años de la invasión europea, Benkos junto a mujeres y hombres esclavos y siervos (sean originarios del África o del Abya yala), logró formar un país independiente de Europa. Eso ocurrió dos siglos antes de 1810.
Como Benkos hubo centenares. El más recordado es Zumbí, en el quilombo de los Palmares.
Los revolucionarios resistieron décadas y dejaron culturas propias para la posteridad. Hoy mismo en el norte de Colombia, en San Basilio de Palenque, se habla una lengua criolla que algo tiene de idiomas africanos, algo de castellano y algo de portugués, pero es un idioma distinto.
Haití es otro caso, con Mackandal y muchos que precedieron a los Dessalinés, Petion, Louverture, líderes de esa revolución única en el mundo contra la explotación colonial y racista. Y eso ocurrió antes de 1810, claro está.
Resistencia charrúa
En nuestra región las cosas no fueron distintas. Trescientos años de resistencia charrúa constituyen el cimiento del régimen federal, de esa irrefrenable tendencia de nuestras regiones por la autonomía, por la "soberanía particular de los pueblos" que defendieron Artigas y los artigueños, un principio vigente.
Decir Añahualpo, Yandianoca, Yapicán, Tabobá, Yasú, es una curiosidad para la escuela entrerriana que ha hecho a un lado la vida propia durante 300 años de resistencia. Y nuestra experiencia sirve para mirar a todo el continente.
Esa experiencia es un testimonio del epistemicidio que han denunciado autores del pensamiento decolonial en los últimos lustros.
Epistemicidio es la destrucción de las formas de conocer y pensar, es la uniformidad del conocimiento impuesta por el colonialismo. Todo lo distinto debe quedar en un escalón inferior, o en el abismo como denuncian otros autores; o debe morir.
Pero el poder de los misiles y el dinero no lo puede todo. La historia es compleja, como la biodiversidad. Por eso en pleno siglo XXI asistimos a una recuperación casi impensada de saberes del Abya yala que nos dicen armonía, complementariedad, comunidad, desde distintos pueblos milenarios del continente.
En esa armonía de los humanos en la Pachamama, en la biodiversidad, calzan los gustos de las mujeres y hombres de hoy por el paisaje, por la cuenca, por el monte y sus habitantes, por el ambiente sano.
Mayo nos llama entonces a actualizar la potencia del conocimiento para la independencia y la soberanía. Despojarnos del mandato del sistema colonia, tantas veces forzado mediante la presión metropolitana, centralista; despojarnos de las cáscaras que impone el régimen puede ser una vía a mano para la emancipación. Y allí, conocer a las comunidades y las personas que nos legaron conciencia, conocimientos, luchas; conocer el árbol, los insectos, los peces, los vientos, los trinos, las corrientes migratorias y los modos de relación y conocimiento; conocer el mate por ejemplo, la gauchada, el ayllu, y saber de Remedios del Valle y Belgrano, de Vaimaca, Guyunusa y Salsipuedes, equivale a encender una luz.
El caballo
Días atrás visitamos un colegio Secundario y en homenaje al 25 de Mayo ingresaron las banderas del sol y de la banda roja. Todo lo que había que decir estaba dicho en dos símbolos que prometen sabiduría, conciencia, amor, lucha, enarbolados por chicas y muchachos, y pasando frente al aplauso en asamblea de todos los estudiantes y docentes. Las banderas son nuestros caballos de Troya: por afuera dicen algo aceptable para el sistema, pero si uno indaga en lo hondo verá las fuentes de la revolución al acecho.