Valeria Girard/ De la Redacción de UNO
¡Vaya que dura mucho el sueño de la casa propia!
Uno cuando es niño, sueña otras cosas; no se sueña con la casa propia, ni con el auto. Tal vez con alguna muñeca, juego de mesa o vehículo a tracción que estratégicamente ofrecen los canales de dibujos animados, y aunque una negativa a comprarlos por parte de nuestros padres genere frustración, la misma dura poco porque orientamos nuestra atención hacia juguetes que ya tenemos o a juegos creativos con nuestros hermanos, de la mano de ollas en desuso, palitos y algunos otros elementos que rescatamos de la habitación de “las cosas viejas”. Menos mal que cuando uno es chico sueña con otras cosas, cuánto más podría durar entonces el sueño de la casa propia.
“¿Y, ya hay fecha de la entrega de la casa?”. Es una pregunta recurrente entre familiares y amigos. Y la interpelación, a esta altura del partido, ya genera fastidio; incomodidad por no poder responderles pero, sobre todo por no respondernos a nosotros mismos. Mientras tanto, casi en un acuerdo tácito, resolvemos entre los miembros de la familia soldar la abertura de la ventana que lleva tiempo averiada, programamos la revisión anual del calefactor en vistas del invierno que se avecina y reemplazamos los vidrios en el hogar que alquilamos desde hace tantos años.
Y los árboles que mi viejo plantó en el fondo de su casa para trasplantar en la mía, cuando ya esté en el barrio, se están haciendo grandes. Me lo repite a menudo, seguro que su insistencia tiene que ver con el mismo apuro que yo tengo de verme ya instalada en un lugar definitivo. Porque así como él ve crecer los árboles que con tanto amor plantó para mi familia, yo veo crecer a mis hijos en un departamento, a esta altura chico e incómodo, soportable solo por la promesa de que cuando mis chicos tengan patio podrán sacarle chispas a la bicicleta con rueditas que les regaló la abuela, tener una mascota y arrastrar camioncitos en la tierra.
Mi situación no debe ser muy distinta a la de muchas personas que aguardan contar de una buena vez con su casa propia. Incluso debe haber situaciones peores. Lo decía días atrás una señora que salió sorteada para una de las 600 viviendas de Colonia Avellaneda: ¡20 años esperando una casa!
Nosotros –digo nosotros, porque somos 46 familias incluidas en una primera etapa de un plan de viviendas de Vicoer 167 viviendas, en calle Tibiletti y Doctor Martínez– hace ya seis años que esperamos la entrega de las viviendas, y más de dos años y medio que terminamos de pagar el terreno a la cooperativa provincial. Meses atrás, tras una protesta en la sede de Vicoer y la repercusión en los medios, surgió por parte de la cooperativa, del IAPV y del Ministerio de Planeamiento Infraestructura y Servicios de la Provincia, un ensayo de respuesta a nuestro requerimiento. La espera se había acabado: la fecha pautada era junio de 2014.
Hace unos días en nuestro grupo privado de Facebook un vecino tiró el dato: “Fuimos al barrio a dar una vuelta. Nos comentaron que la empresa va a pedir una nueva prórroga, y que serán entregadas en octubre”. Otra vez a esperar.
Una de las excusas permanentes ha sido las constantes lluvias. Cuánta mala suerte la nuestra, que las casas de calle Soldado Bordón se empezaron más tarde a muy pocos metros y parece que ahí las precipitaciones pasan de largo porque están casi listas.
Me tocó cubrir el sorteo de viviendas del IAPV que se realizó en la sede del Iafas. Contemplaba cómo una a una las bolillas concretaban el anhelo a tanta gente. Una bolilla, una casa. La imagen me emocionó y mucho, no dejaba de pensar en las tantas familias que iban a brindar por el logro cumplido, por poder dejar de alquilar, vivir con los suegros o en la casa prestada por un familiar cercano, para mencionar algunas de las realidades que pueden suscitarse cuando la imposibilidad de pagar el alto costo del alquiler lo obliga. Por otro lado protestaba un grupo de beneficiarios del plan Procrear en Paraná, que no pueden comprar terrenos para poder edificar su casa, con lo cual no pueden presentar la carpeta correspondiente para iniciar el trámite. Y estamos nosotros, y las 121 familias que completan el plan lanzado por la cooperativa, que están aún más en ascuas (aún no tienen ni fecha de inicio de la construcción)
Cuando este futuro vecino nos anunciaba la probable nueva postergación, no pude evitar reflexionar, una vez más, acerca de lo mucho que dura el sueño de la casa propia.