Pablo Felizia / De la Redacción de UNO
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Suenan los tambores
Desde hace por lo menos dos semanas, todas las tardes a partir de las 17, en el patio de mi casa se escuchan tambores a lo lejos. En la cuadra, camino al almacén o al supermercado, parece que el repique llega desde todos lados, rebota en las paredes de las casas y se mete por las ventanas. No es un ruido molesto y con el paso de los días es algo que se espera, que uno sabe que está ahí o que simplemente se volvió cotidiano y por momentos parece imperceptible. Es la historia tan arraigada en estas tierras que a veces a uno lo hace pensar y le da una cachetada para despertarlo de la siesta.
Cuántos litros de tinta ya se escribieron sobre los carnavales de Paraná, el tambor y su barrio, el verano y su fiesta más popular, pagana y contagiosa. Pero en estos días suenan los tambores y a uno le agarran ganas de andar en pleno baile.
Escuché una afirmación: cada ciudad tiene para los carnavales y sus corsos, su propia idiosincrasia. Idiosincrasia, una palabra que no hubiera querido utilizar por que sola no dice nada, pero bastante práctica para sintetizar una idea. No es más que la forma de ser de alguien o de algo que lo distingue del resto. Los carnavales en Paraná son así, distintos por las características propias de su nacimiento y por cómo el paso del tiempo modificó algunos detalles o plantó otros con raíces profundas. Carnaval, corso, murga y comparsa significan diferente, pero en este caso bailan en las mismas cuadras.
Para este año, la Secretaría de Cultura de la Municipalidad tomó el compromiso de hacerse cargo de la fiesta el 16 y 17 de febrero, es la fecha oficial. En un principio se dijo que iban a realizarse sobre Racedo. Después, la semana pasada, confirmaron que van a tener lugar en Alameda de la Federación, allá sobre le monumento a Urquiza y en sus cercanías.
Hay un reglamento nuevo donde las comparsas a participar deben tener como mínimo 75 personas en escena, será sin carrozas por la falta de tiempo para su preparación y uno de los aspectos más importantes: van a permitir que desfilen mayores de 16 años, al menos así fue informado. El año pasado hubo críticas por las condiciones en las que se dio la fiesta, hubo robos a la recaudación; fueron populares eso sí, pero no llegó a convertirse en lo que alguna vez fue.
Ahora afirmaron que el objetivo es lograr un espectáculo de calidad, un nuevo puntapié y hubo comparsas que plantearon tres aspectos que consideran necesarios y fundamentales: buena iluminación, sonido acorde y seguridad. Habrá que ver cómo se desarrolla la organización de la iniciativa antes de abrir un juicio. Hay grupos que desde hace meses se preparan todos los días, ensayan, cosen sus trajes, piden ayuda, pegan plumas y ajustan el tambor como un reloj.
Quizás fue siempre así, pero en los últimos años ser parte de un corso o de una batucada le dio posibilidades a jóvenes de realizar una actividad que siempre gusta, de mantenerlos activos y ocupados, de experimentar la creación artística arraigada y de formar parte de un colectivo. Organizaciones sociales han tomado el desarrollo de la iniciativa para dar batalla a la drogadicción o al alcoholismo, o simplemente para dar la oportunidad de hacer algo propio. Son numerosos los barrios de Paraná que siempre, cuando llegan las tardes de verano, tienen a sus tambores en las plazas o las esquinas.
Las expectativas para algunos, están puestas en que este año, el carnaval de Paraná logre ser una actividad popular que realmente exprese esa idiosincrasia de la ciudad.