Carlos Damonte / Jefe de Redacción de UNO
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“¿Les molesta que viva como vive el pueblo?”
José Mujica deja la presidencia de la República Oriental del Uruguay y con él, probablemente, se va del poder una manera de gobernar extraña para los tiempos que corren. Extraña al menos en gran parte de Latinoamérica. Pasó por la primera magistratura haciendo gala de su don de hombre de la calle particularmente dotado de la claridad ideológica que le dieron tantos años de militancia política.
Es un cuadro político tan sólido como cualquiera de sus colegas en la región, con la salvedad de que la austeridad en su vida es tan pronunciada que en ocasiones es utilizada para conspirar. Son los que suelen apelar a su figura para atacar a otros mandatarios por el costado de la ostentación. Es que Mujica ni avión presidencial tiene.
De sus bienes personales supo decir: “Si tuviera muchas cosas tendría que ocuparme de ellas. La verdadera libertad está en consumir poco. Con el dinero que tengo me alcanza y me tiene que alcanzar. Hay quienes viven con mucho menos”.
Muchos supieron decir que a esta altura de su vida, nació en 1935 y está pronto a cumplir 80 años, no tiene necesidad de mostrar riqueza, empero se sabe que así se desenvolvió en toda su carrera. “Quizá esté equivocado, porque yo me equivoco mucho; pero lo digo como lo pienso”, sentenció alguna vez.
En su país, sus seguidores gustan acunar declaraciones del presidente oriental y exponerlas. Hay varias, pero entre las que destaco figuran: “Ser libre es gastar la mayor cantidad de tiempo de nuestra vida en aquello que nos gusta hacer”. O esa que define su lugar coyuntural en el mundo. “El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes verdaderamente son. Me comí 14 años en cana y dos horas después de que salí, ya estaba militando. Lo inevitable no se lloriquea. Lo inevitable hay que enfrentarlo”.
Sobre sus contemporáneos alguna vez especificó: “Nadie es más que nadie, las repúblicas se deforman y ellas se deben a las mayorías. Nuestro mundo necesita menos organismos mundiales, que sirven más a las cadenas hoteleras, y más humanidad y ciencia”.
Uruguay no solo tolera ser conducido por un hombre así, desprendido de aspiraciones materiales; visto a la distancia, corta por cierto, los vecinos parecen estar orgullosos de tenerlo al mando. Gustan ser representados por quien dice: “La economía sucia, el narcotráfico, la estafa, el fraude y la corrupción son plagas contemporáneas cobijadas por ese antivalor, ese que sostiene que somos más felices si nos enriquecemos sea como sea. Ocupamos el templo con el dios Mercado, él nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas de tarjeta la apariencia de felicidad. Si aspiráramos en esta humanidad a consumir como un americano promedio, son imprescindibles tres planetas para poder vivir. Arrasamos las selvas, las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas de cemento”. De ese modo se expresa José Mujica, el Pepe como le dicen sus paisanos. Habla dentro de zapatos gastados, andar de chacarero y sin corbata. Para él, lo que vale es el contenido, nunca el continente.
Es el presidente que entró en la recta final de su gestión. Para muchos un modelo con pocos imitadores.