Carlos Matteoda / De la Redacción de UNO
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Si bien es sabido que los procesos que viven los pueblos tienen tiempos más extensos que los de las personas, me permito preguntarme si tras 32 años de ejercicio democrático continuo estamos mejorando en lo relacionado a la práctica electoral. La duda me asalta cuando le pregunto a mi hijo de 15 años -que cumple 16 antes de las elecciones, y por lo tanto está habilitado para votar si así lo desea- qué va a hacer cuando, según me ha dicho, vaya a votar por primera vez en agosto, y luego en octubre.
Recuerdo que la noche previa a mi debut electoral me costó conciliar el sueño, y pese que sentía la enorme responsabilidad sobre mis espaldas de decidir sobre el destino de la Nación, tenía la tranquilidad de haber podido informarme con bastante certeza de las propuestas electorales leyendo los diarios, escuchando la radio y viendo televisión. Más o menos uno se enteraba de lo que proponían todos los candidatos y también los principales puntos de las plataformas electorales.
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(Dejo un reglón en blanco, un espacio imaginario, para que el lector complete con algún concepto sobre la responsabilidad que nos cabe a periodistas y dueños de medios por la información sesgada, parcial e interesada que muchas veces difundimos).
Pero hasta el momento, y no falta mucho para ir a votar, la mayor parte de la discusión política se centró en aspectos que a los ciudadanos de a pie les resultan -afortunadamente- poco importantes. La estrella de estos temas es el pegado de las boletas, que no deja de ser un subterfugio para aprovechar el arrastre electoral que genera tal o cual candidato. Asumo que alguno pueda pensar que la discusión se refiere a la pertenencia al proyecto, pero entiendo que la mayoría de las veces es una licencia literaria para aprovechar el arrastre. Está claro que si se votara con cuerpos separados por jurisdicción (candidatos nacionales por un lado, provinciales por otro, y municipales en un tercer cuerpo) se resolvería ese problema. Vale recordar que en 1983 se votó de esta forma.
Otras cuestiones que resultan de dudosa eficiencia para ilustrar a los votantes son, por ejemplo, los retorcidos procesos de conformación de las alianzas electorales; y los habitualmente egoístas motivos por los que esos acuerdos se rompen ya no al otro día de los comicios, sino antes de que estos se realicen.
Si alguna duda tuve al momento de escribir esta pobre opinión fue la que me provoca el riesgo que se confunda con la postura noventosa y malintencionada de criticar porque sí a los políticos, y con ello incluir una crítica velada al sistema democrático y al ejercicio de los derechos de los ciudadanos. Entiendo que cuanto más lejos estemos de ese pensamiento, mayores posibilidades tendremos de vivir plenamente la democracia. Pero pensando en tantos gurises como mi hijo, o en tanta gente que va a votar con la mejor intención, no puedo dejar de preguntarme con qué elementos cuentan para decidir su voto. Afortunadamente quedan todavía algo más de tres semanas para cambiar la situación.
Información para decidir a quién votar
17 de julio 2015 · 06:20hs