Carlos Damonte / Jefe de Redacción de UNO
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El pragmatismo perdió a un exponente cabal
Julio Grondona comió en la mesa de 13 presidentes argentinos al cabo de 35 años en la conducción de la AFA. O al revés: 13 presidentes comieron en su mesa. Como sea, al pope del fútbol no se lo puede sindicar como un hombre del poder militar o democrático porque -otra vez- es al revés el asunto: él era el poder y es posible que militares y mandatarios de la Constitución lo hayan buscado para compartir el calor del mundo de la pelota.
Nadie intentó bajarlo. Decididamente, nadie. De haber sido así Grondona habría caído como Alfonsín o De la Rúa, dirigentes de innegable autoridad en su momento. Incluso militares tumbaron a Videla en una trifulca entre genocidas pero Grondona siguió yendo a la Rosada. Y fue hasta su último día de aliento y esta cita es casi literal; su última vez fue hace 10 días. Era más audaz y pragmático que cualquiera. Y esas condiciones parecen haberle bastado para hacerse irreemplazable en la administración profesional del más popular de los deportes.
Cuando radio La Red de Buenos Aires puso al aire ayer al periodista que daba cuenta de los sucesos en la puerta del centro asistencial donde Grondona murió, había gente insultando la figura del recién fallecido. Una cualidad, realmente. Los seres humanos, en general, suelen guardar respeto por los fallecidos. En el frente del sanatorio y a minutos del deceso no fue así. “¿Qué grita la gente Rojas? Se lo escucha a usted y atrás gente que grita”, preguntó al movilero desde el estudio de la radio Gustavo López. “Nada que pueda reproducir Gustavo, es gente que pasa caminando e insulta”. Una postal de cómo suelen ser las cosas en las calles de Buenos Aires y una miscelánea de los sentimientos que despertaba Grondona.
Lo podrán recordar como el gran arquitecto del fútbol profesional, el que amalgamó todos los intereses del deporte; el que llevó a la Argentina a jugar tres finales de copas del mundo y muchas otras ponderaciones más. Se deberá mencionar que la AFIP posó su atención en el fútbol para detectar lavado de dinero y Grondona, hasta el día de su muerte, salió indemne. “Todo pasa” es la leyenda en el anillo que portaba y del que tanto se escribió.
“Lo primero que hice fue eliminar el anillo del todo pasa porque esto no pasa más”, dijo un consternado Julio Grondona en referencia al fallecimiento de su mujer, Nélida Pariani, en junio de 2012. “Las cosas se han dado así y bueno, hay que aguantar y seguir adelante en homenaje a ella”, subrayó en diálogo con el periodista Oscar González Oro. “Los problemas del trabajo, del fútbol, la actividad, todo pasa, pero hay cosas que no, como esto. Todo el mundo que ha pasado por esto pensará como yo”, agregó. Y ayer le llegó a él el turno de pasar.
Pasó Grondona en la AFA y desentrañar los pasos por venir es imposible. Hasta los más y mejores informados analistas dirán cosas similares y todas darán vuelta sobre el mismo término: indefinición. Su figura es irreemplazable; ahora venga quien venga será diferente. Desde ya que el kirchnerismo jugará sus fichas en favor de algún allegado y esa sentencia es irrefutable. Pero si se intenta afirmar que los allegados a Grondona mantendrán el control de la AFA se estará frente a un problema: el 99% de los dirigentes del fútbol eran sus allegados. Dicho de otro modo: todos estaban prendidos a la teta salvo un honroso 1% que se aglutinó y criticó con vehemencia al mundo AFA ante el silencio cómplice del resto. Ahora vendrá el momento de barajar y dar de nuevo, ya que el paso del tiempo hizo pasar también al señor pragmatismo.