Tirso Fiorotto / De la Redacción de UNO
El enorme aporte de Diamante a las luchas de los trabajadores
Ángel Borda fue un subversivo con todas las letras. Jamás se conformó con el sistema, y se hizo croto para vivir y para militar por la revolución con una honestidad y una luz propia que lo enaltecen.
No fue un linyera más, fue un croto changarín pero no solo eso. Se dio a esa vida para estar en contacto con los obreros, con los desposeídos, para sufrir con ellos, levantarlos contra el régimen y relatar en poesía y prosa de fina factura su vida y sus inquietudes.
Fue de los más desabrigados y de los más luchadores, y por supuesto: sufrió las consecuencias.
Cuando uno más conoce a Borda, más se sorprende de su conducta insobornable, su coherencia, su amplitud de miras y su pluma privilegiada.
Anarquista, anticlerical, contrario a los jerarcas sindicales y al matonismo, Borda brilla hoy más que nunca frente al camino sinuoso elegido por tantos sindicalistas burócratas que Borda hubiera combatido sin lástima.
En una autobiografía, publicada en la obra Perfil de un libertario, Borda recuerda que a los 14 años, inducido por un conocido mayor que él, ladrillero, y con algún dinero facilitado por uno de sus hermanos, abandonó su casa en Diamante y se fue a Bovril.
Allí arrendaron un potrero y compraron lo necesario para instalar un horno de ladrillos. Funcionó, dice, unos seis meses y esa fue “una de sus experiencias más fuertes, aprendiendo el oficio y alternando con gente de lo más diversa”.
Estamos hablando de principios del siglo XX, varios lustros antes de la arremetida sindical socialista y anarquista de los años 20, y cuando faltaban décadas para el nacimiento del peronismo.
“Funcionaba en el lugar, próximo, un campamento de crotos, caminantes y viajeros, aparte de los que eran operarios del horno. Un incidente, del que fue involuntario protagonista, en que uno de esos hombres intentó por la fuerza hacerle beber una copa de caña, a lo que se resistió, terminó en la muerte del promotor, pues otro hombre salió en su defensa y sin mayores trámites lo mató de una puñalada”.
“La gente se dispersó, su amigo y ‘socio’ en el horno fue detenido con otros en averiguación y al ir a la comisaría del lugar a llevarles algunas cosas y saber de su situación, el comisario dijo: ‘este también es un pillo y me lo encierran en el calabozo’, siendo trasladado después con los demás a la cárcel de Paraná, colocado en el cepo, engrillado y en la barra, tres formas de castigo y tormento de la época”.
“Yo tenía 15 años –añade Borda-. Gestiones de algunos parientes que se anoticiaron de mi situación permitieron mi libertad al cabo de varios meses de detención. Volví con mi familia, que me recibió sin reproches, pero añorando volver a salir, pronto lo hice y me dirigí a la zona de San Pedro, Zárate, Campana, en la provincia de Buenos Aires, realizando diversas tareas, incluso en los frigoríficos, observando y participando a mi modo del intenso movimiento obrero de la época, de la agitación por la revolución rusa comprando La Protesta y todos los periódicos obreros que podía conseguir”.
Semilla de los marítimos
“Yo estaba muy confundido y desorientado ideológicamente y buscaba mi camino a través de mi rebeldía. Recuerdo nítidamente la influencia de la Federación Obrera Marítima en todos estos movimientos y su permanente acción solidaria. La divisa o el lema de la Federación era: Donde hay un marítimo, está la organización”.
Como está claro, Borda es parte de ese vigoroso movimiento obrero impulsado desde los oficios del mar.
En un reciente estudio publicado en este mes de setiembre, bajo el título Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, la investigadora Laura Caruso dice que en el estudio del sindicalismo “resulta imprescindible el conocimiento de la experiencia histórica de los trabajadores marítimos… El ámbito del puerto, específicamente el grupo de trabajadores embarcados, fue un campo prolífico para la acción político gremial sindicalista, que tuvo una mayor cristalización con la creación de la Federación Obrera Marítima –FOM-. Junto a esta, otros gremios se desarrollaron con una importante participación de dicha corriente, como la Federación de Artes Gráficas desde la primera década del siglo, la Federación Obrera Ferrocarrilera (FOF), la Federación de Trabajadores de la Madera, particularmente en los sindicatos de ebanistas y escultores, y en menor medida la Federación de obreros de la Construcción Naval (FOCN), con mayor incidencia en las sociedades de caldereros y de pintores y rasqueteadores”.
El llamado de La Forestal
Pero sigamos a Borda: “En esas circunstancias y en ese clima de fervor social, alguien me dijo que la revolución social había estallado, que se habían visto paisanos de a caballo con la bandera roja y que en los obrajes de La Forestal había gran agitación y que los trabajadores se alzaban ante los abusos de la empresa, y sin vacilación marché hacia el Chaco e ingresé en La Forestal con el propósito de contribuir a esa lucha por la destrucción del capitalismo”.
“En 1919 se había declarado una huelga en La Forestal, que había terminado en un arreglo provisorio, en medio de hechos de violencia y represión. Se siguió así en un forcejeo que llevó hasta los sucesos de 1921, en que los obreros intentaron tomar la fábrica, con muertes por ambos lados, y finalmente La Forestal cerró sus puertas dejando miles de obreros en la calle”.
“No me extiendo sobre este acontecimiento que ya he narrado en detalle en el documento publicado en el libro de Gastón Gori, La Forestal, editado por Proyección en el año 1974, el que se puede consultar”.
“Recuperada mi libertad de la cárcel de Las Flores, en Santa Fe, recorrí las provincias de Córdoba, La Pampa, Buenos Aires, Santa Fe y en Los Quirquinchos, de esta provincia, fundamos un sindicato de estibadores y al tiempo, a raíz de la muerte de un carnero, debí abandonar precipitadamente el lugar y seguir trabajando por la provincia de Buenos Aires”.
“Volví a Entre Ríos, donde estuve un tiempo; salí de nuevo, y finalmente regresé para instalarme en Diamante, donde al tiempo iniciamos la actividad sindical que condujo a la formación de la Federación Obrera Comarcal”.
De la cárcel al sindicalismo
La Editorial Proyección hizo una semblanza de Borda para el libro La Forestal. “Ángel Borda –se lee- es un típico exponente de una generación de militantes entregados a las luchas sociales, a lo más aguerrido del movimiento obrero del país, además de personificar una actuación de consecuencia indeclinable y sin tregua en el campo anarquista”.
“Nacido en Entre Ríos, desde muy joven –antes de los sucesos de La Forestal, que relata en páginas siguientes- se entregó a la lucha obrera y a las ideas a las cuales consagraría su vida. Cuando salió de la cárcel, donde estuvo recluido por aquellos sucesos, se lanzó con más fervor aún a la organización de sindicatos en Entre Ríos y en la provincia de Santa Fe”.
“Fue fundador, en 1927, e impulsor de la Unión Obrera Provincial de Entre Ríos, transformada en 1934 en Federación Obrera Comarcal, con sede en Diamante, que agrupaba a sindicatos portuarios, estibadores y de obreros rurales de toda la provincia. También actuó, en representación sindical, como activo animador y organizador del movimiento cooperativo agrario”.
“De 1940 en adelante es trabajador naval en Buenos Aires. Integra luego el Consejo federal de la Aguerrida Federación de Obreros en Construcciones Navales, participando en todas sus huelgas, como la librada en 1950, cuando esa entidad juega su suerte en solidaridad con el grandioso y memorable movimiento de los marítimos. Si en ese orden su actuación es intensa, combativa y abnegada, no lo es menos en otras manifestaciones de la lucha social y la actividad anarquista”.
“Basta señalar algunos hitos: campañas por la liberad de Radowitzky, por Sacco y Vanzetti, por los presos de Bragado, en solidaridad con la España antifascista; sin omitir su militancia en la Federación Libertaria Argentina, de la que fue uno de sus fundadores, para asociar su pasión idealista a los acontecimientos más encendidos de medio siglo de nuestra historia. Sufrió prisiones, se templó en la lucha y también adquirió cultura”.
“Esta trayectoria no es del todo inesperada a partir de los hechos de La Forestal. Lo sorprendente es otra faceta de su personalidad que descubre la lectura de sus escritos: un relator de alta calidad. No sólo refiere hechos. Lo que capta y trasmite con fina sensibilidad es todo ese mundo; la atmósfera y el espíritu, la esperanza y la tragedia que envuelven al bosque maderero. En cuatro trazos, pinceladas maestras, nos incorpora a sus vivencias, al clima social, al latido de la rebelión que anuncia el estallido, a la lucha cruenta, el coraje, la represión despiadada, las derrotas, que no son tales porque las acompaña un hálito de grandeza –‘derrotados pero no vencidos’, como dice el propio Borda-. Asimismo nos hace sentir la fuerza del mensaje de rebeldía para la acción combativa por reivindicaciones, por libertad y justicia, que iluminó a esos hombres dignos, valientes y duros del quebrachal”.
Entrerrianos como Ángel Borda en el litoral, José Font (Facón Grande) en la Patagonia y tantos otros llenan de dignidad y lealtad las primeras décadas de las luchas obreras argentinas.
Con el bronco gemido del pampero
La militancia obrera de Borda solía hacerse guerrera: “Quisiera que mis versos semejasen/ un ejército de hachas/ y por arte de magia transformadas/ en tajos mis plumadas./ Que tomando por selvas los tiranos/ los desgajen, los violen y los talen/ destrozando los tallos milenarios/ de aquellos que con sombras nos abaten./ ¡Así quiero yo que sean mis versos!/Como hachas. ¡Que maten!”
Es la poesía Mis versos firmada en Los Quirquinchos en 1924.
Ya había tenido, claro, experiencias extremas: “Cuando a la cárcel/ llega el cartero/ suspiran todos/ los prisioneros./ Cuando de la cárcel/ se va el cartero/ lleva en su maleta suspiros/ de los prisioneros”.
Son versos Desde la cárcel, de 1921. Como estos otros: “Es por eso que estoy triste y pesaroso/ abrumado con el peso de mi carga./ Tengo penas porque hace tanto tiempo / no le he mandado a mi madre ni una carta/ ni he tenido para ella ni un recuerdo/ para siquiera templar sus esperanzas./ Y es por eso que ahora me parece/ que esta noche infernal me reprochara/ con el bronco gemido del pampero/ o al caer la lluvia, con sus lágrimas”. Penas. Firmada en la Cárcel de Santa Fe, en 1921.
Derrotados pero no vencidos
Escribió Claro Gómez en 1986 desde Villa Adelina, sobre el diamantino Ángel Borda: “Fuera cual fuera la situación económica que atravesara, de algún modo se las arreglaba para tender una mano solidaria. Un giro a la madre o a un hermano. Una visita al rancho de un amigo dejando discretamente un aporte metálico que ayudara para que los niños tomaran un plato de sopa o comieran un pedazo más de pan. Todo lo hacía sin alardes, con esa sencillez propia de quien verdaderamente se brinda porque así se lo ordena el corazón”.
Los relatos de Borda son imperdibles, porque él fue testigo privilegiado, con capacidad de observación extraordinaria. Claro, son muchos, pero miremos uno, sobre asuntos posteriores a la derrota en las luchas contra La Forestal de los ingleses: “También quiero evocar entre los hechos que jamás se olvidan que tuve oportunidad de presenciar, además de incontables gestos solidarios, dos que se destacan por su alto significado: en primer lugar, el ya mencionado de los 22 soldados y suboficiales que se negaron a disparar sus armas contra los obreros en Villa Guillermina. Nadie lo publicó jamás, que yo sepa. Quedó perdido como un gesto aislado. Ni la prensa burguesa, por complicidad con los intereses creados, ni la prensa proletaria e ideológica –quizá por un concepto antimilitarista erróneamente aplicado en la emergencia- consignaron ese gesto de auténtica fraternidad popular, que requería un valor moral poco común. Las jerarquías del arma castigaron severamente a los insubordinados y ojalá sobreviva alguno de ellos y pueda enterarse, aunque tarde, que la verdad siempre se abre paso y que su gesto personal fue un alto ejemplo de dignidad humana”.
“El otro hecho conmovedor ocurrió en Santa Fe. Después de la derrota fuimos trasladados a una playa ferroviaria del lugar, rodeados de soldados, nos hicieron formar para trasladarnos a pie a la jefatura de policía, cuando fuimos sorprendidos por la aproximación de un contingente de Mateos (coches de alquiler) y carros de changadores, que suspendiendo por algunas horas la huelga que mantenían en solidaridad con los presos, se ofrecieron a llevarnos en sus transportes para evitarnos el escarnio de ser exhibidos por las calles de Santa Fe en deprimente espectáculo de ciento treinta y cinco obreros ensangrentados y sucios – derrotados pero no vencidos. ¡Así luchaban entonces los obreros organizados!”.