Lucila Tosolino / De la Redacción de UNO
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El reggaetón es un género musical bailable que cada día me horroriza más. Este producto comercial de la industria cultural está lejos de ser un ritmo desintencionado sino que transmite y fomenta una serie de actitudes, comportamientos y valores a quienes lo consumen, que generalmente son jóvenes.
Este estilo musical tiene origen en los barrios marginales de Puerto Rico, retoma la base rítmica del hip-hop, el reggae y el rap, fenómenos populares que usualmente tienen un discurso antisistema capitalista, el cual se impone en la actualidad. La escritora colombiana Sandra Gómez explica, en su artículo Sexo, droga y reggaetón, que este género es “una música con un ritmo pegajoso que invita a los jóvenes a bailar con movimientos sensuales y letras cargadas de crudeza, pobreza, violencia y sexo”.
Los cantantes de reggaetón muchas veces narran historias de amor y sexo entre adolescentes, que es en quienes recae una fuerte carga ideológica. Un estudio de Alexandra Castañeda Obando, de la Universidad del Valle-Cali, Colombia, señala que la industria cultural sustituye a la escuela como nueva educadora, reproduce estereotipos y roles sociales, que apelan a una estética en donde los jóvenes, rodeados de dinero, consiguen sus propósitos. El mensaje que se promueve es una relación directa entre la felicidad y el éxito con los bienes económicos como un auto de alta gama o un celular último modelo. Además para los varones es necesario tener “muchas minitas” para demostrar poder.
Otra idea que propone este género musical es que se puede estar siempre de “fiesta”, bebiendo alcohol y consumiendo droga sin que exista el concepto de responsabilidad o futuro.
El peor de los mensajes que tiene el reggaetón es para las mujeres, quienes deben ser sexys todo el tiempo y vestir de manera provocativa a diario, una lógica malsana y superficial. Además las chicas son cosificadas bajo un lenguaje machista, propio del patriarcado, y deben implementar el famoso “perreo” en sus bailes. Las mujeres deben ser apetecibles, lo que incita a la violencia de género y a conductas sadomasoquistas.
Los arquetipos que promueve el reggaetón para las mujeres es de un objeto de placer sexual y reproductivo; mientras que para varones, el de ser un gran proveedor a través del acceso al dinero fácil, producto de las actividades del narcotráfico y la criminalidad.
El lenguaje de los jóvenes se empobrece con este estilo musical. Esta jerga los margina y reduce su proyección académica y profesional; incluso, muchos adolescentes no alcanzan a captar todas las palabras y frases que contienen las canciones, lo que demuestra una actitud seguidista, poco crítica e irreflexiva.
La construcción de identidad de los jóvenes se ve intervenida por este fenómeno musical, poco puede esperarse en materia de autoestima porque los referentes culturales externos muchas veces son negativos.
El reggaetón constituye un ritmo sexista, machista, pobre en contenidos musicales y culturales, que garantiza, en palabras del sociólogo francés Pierre Bourdieau, el precario capital cultural de los jóvenes, teniendo en cuenta que son los mayores consumidores de este producto. El capital económico develado en este estilo es grande, mientras que el cultural es mínimo.
“Dame más gasolina”
2 de julio 2015 · 06:15hs