Un tiempo excluyente
Un tiempo excluyente
Por Pablo Felizia
3 de febrero 2017 · 09:45hs
Días atrás, por la mañana, cuando pensaba en esta columna, llovía con fuerza. Me acordé, porque todo estaba medio gris, de un texto que escribí hace muchos años, más de 15 según las cuentas que saqué. En él había detallado todas aquellas situaciones que pueden ocurrir mientras el agua cae. Pensé, hace un par de mañanas, en esas mismas cosas, como si otra vez estuviera parado frente a un almacén de injusticias.
Escribí antaño que contaba con la seguridad de una ciudad mojada, con viejos parados y haciendo colas largas en las farmacias y en los bancos; entonces, en ese otro texto ya amarillo, hablaba de niños descalzos en el agua; tenía certezas de que el dolor era más fuerte con esperas extendidas en guardias y hospitales; y que ganarse el derecho a vivir era cada vez más caro, más inaccesible.
Bajo la lluvia, escribí días atrás que el Procrear no parece tan Procrear; que la transparencia de los precios es pagar más y sin interés; y que lo antipático es tener que abonar otra boleta con aumentos inesperados que anunciar la medida. Es cierto, ahora fui más específico. Antes pensaba en aquellos que en la mañana del temporal andaban en sus trabajos o en sus camas, sin saber qué hacer con sus vidas; ahora me detuve en cómo el agua que baja del paredón de Los Arenales no les lava esa injusticia.
Llovía días atrás y me acordé, mientras miraba por la ventana, de ese otro texto que escribí hace más de una década cuando me dije con seguridad que un sueldo no es una ganancia extraordinaria; que los campos están inclinados y la moneda rueda siempre para arriba; y que las deudas sociales son las que se deben saldar en lugar de las externas.
Ahora me doy cuenta de que al final, solo escribí del tiempo, el que vi pasar bajo la lluvia. Ese tiempo de llegar temprano siempre, el de teclear rápido, el de hablar bien, el de sentarse derecho, ser efectivo, sonriente; se recomienda buena presencia y antecedentes comprobables. Solo escribí del paso de ese tiempo tan excluyente y por eso, a pesar de la tormenta –la vieja y la nueva– me aseguré mientras miraba por la ventana hace 15 años atrás y también antes de ayer, tener siempre a mano esa otra seguridad, la que me promete otro futuro, la de saber que en algún momento, más temprano que tarde, haremos que deje de llover.