Los odiaba. Así de simple. Cuando finalizaba la década del 80 en la Argentina comenzaba a sonar una banda denominada Guns N' Roses, con un disco (Appetite For Destruction) que rápidamente ganó la escena del hard rock en el país. No era difícil pensar que temas como Welcome to the Jungle, Sweet Child o' Mine y Paradise City sean hit de la noche a la mañana. Y los odiaba porque en plena Secundaria, mis compañeras comenzaban a hablar de un tal Axl Rose como si fuera un ícono del rock. Y lo que es peor, empezaron a usar bandanas y a colgarse en sus cinturas camisas leñadoras. Luego me tranquilicé al pensar que, como la mayoría en esa época, GN'R era la banda de moda y pronto iban a desaparecer. Pero me equivoqué. Y más allá de mi postura en ese momento, Axl, Slash y compañía me torcieron el brazo.
Guns N' Roses: les queda una bala y la están sabiendo usar
Axel Rose, Slash, Duff McKagan dieron en Rosario el primer show en la Argentina. Las cerca de 30.000 personas deliraron con los clásicos y premió el esfuerzo de una banda que busca no desilusionar a sus seguidores
3 de noviembre 2016 · 08:00hs
El martes, después de muchos años (23 para ser exactos), el grupo oriundo de Los Ángeles pisó suelo argentino nuevamente. Fue en Rosario, en el Gigante de Arroyito, ante cerca de 30.000 personas, que deliraron con los clásicos y se mostraron más fríos (como la noche) con las canciones menos conocidas. Desde afuera, como espectáculo, fue un show único al cual no le faltó nada. Los puritanos podrán decir que Axl ya no es el mismo y la respuesta es lógica: el tiempo pasa para todos. Y es humano. Todo lo contrario sucedió con Slash y sus guitarras. Intacto. Con un virtuosismo que da envidia y una forma única de enloquecer al público desde una posición casi desinteresada por lo que sucedía. El panorama se completaba con otros dos históricos como Duff McKagan y el tecladista Dizzy Reed. Y más atrás el guitarrista rítmico Richard Fortus, el baterista Frank Ferrer y la debutante Melissa Reese.
Segundos después de las 21 comenzaron a sonar los acordes de It's So Easy, que levantó al público pero no de la forma esperada. Todos, obviamente, dirigimos la mirada (y los oídos) hacia Axl y debo decir que me sorprendió. Esperaba encontrar su voz mucho más deteriorada. Ahí suspiré y pensé que sería una gran noche. La llamativa apatía que la gente mostró ante temas como Mr. Brownstone y Chinese Democracy me tiró la moral abajo. Pero después llegó Welcome to the Jungle y los espectadores estallaron. Más allá de las ganas de Axl, fue en este himno donde se notó que las ganas pudieron más que su voz.
De a poco, la noche fue entrando en calor y se hicieron inolvidables las interpretaciones de Live and Let Die, You Could Be Mine, Civil War y de Used To Love Her. Ni hablar cuando Sweet Child O' Mine hizo su aparición y luego Axl Rose se sentó al piano para dar inicio a Jam (Wish You Were Here/Layla). Estaba claro que a continuación llegaba el tema esperado por muchos (me incluyo): November Rain.
Llegando a las dos horas y media de show ensayaron la despedida. Con Patience sucedió algo increíble. El público vio sonreír a Axl luego de no poder evitar toser en medio del tema. Muestra clara de que el cantante y sus compañeros viven otra época. Paradise City marcó el cierre. Mañana y el sábado, en River, terminan su visita a la Argentina. A los Guns les quedaba una bala y saben usarla.