Lucía Romani / De la Redacción de UNO
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Tal y como sostuvo alguna vez Sigmund Freud: “Las experiencias que uno va acumulando a lo largo de la vida contribuyen a forjar su personalidad o carácter como adulto”, él creía que las experiencias traumáticas tenían un efecto especialmente fuerte en esta etapa. Si bien este es tan solo uno de muchos conceptos que utiliza para desarrollar su teoría, sirve para entender de qué manera influyen los actos que cometen los mayores que conforman el entorno de un niño, y cómo las decisiones que se toman a lo largo de su educación, lo acompañarán para el resto de sus días y lo marcarán a la hora de relacionarse con el otro.
Dicho esto, se puede comprender la importancia del papel que juega la escuela en los chicos quienes, más allá de lo aprendido en la casa, incorporan en esa institución y ya desde el jardín la idea de la vida en sociedad. Lamentablemente, en las aulas argentinas no solo toman contacto con las cosas buenas sino también con las malas, esto quedó demostrado en el último Mapa Nacional de la Discriminación realizado por el Inadi, donde una gran encuesta a 14.800 personas en todo el país reveló que el “ámbito educativo” es el espacio en el que se registra la mayor cantidad de actos de discriminación.
Del total de hechos contabilizados, el 34,5% tuvo lugar en esos espacios, ya sea en la Primaria, Secundaria, universidades o incluso en talleres de capacitación. En ese grupo, tres de cada 10 encuestados dijeron haber sido víctimas de maltrato alguna vez en su vida y una proporción similar contó haber visto un hecho discriminatorio que le sucedió a otro.
Las causas más frecuentes para ese tipo de maltrato fueron la condición social y el aspecto físico, en ese orden. Más atrás, el sobrepeso y el color de la piel. Si bien este estudio se realizó en 2013, desde la delegación provincial del Inadi, aseguran que esta situación se mantiene en la actualidad.
En ese contexto, este martes se realizó una capacitación en el Consejo General de Educación a cargo de la licenciada Delia Azzerboni, psicóloga y docente, quien propuso analizar la violencia invisible que se da en la cotidianeidad, poniendo énfasis en cómo se entreteje en instituciones educativas. La especialista invitó a reflexionar a los docentes sobre lo que sucede en las aulas ya que si bien se habla mucho de violencia como expresión clara del maltrato, a veces se ignora aquella que se da de manera sutil y silenciosa para los adultos. Esta violencia invisible “no deja huellas ni marcas pero disminuye la autoestima, inhibe las posibilidades de aprendizaje, las ganas de aprender, el interés, la curiosidad y bloquea las relaciones entre alumnos y docentes”, indicó Azzerboni respecto a la temática de la disertación.
De esta manera se puede entender que tan solo con un gesto, una mirada o una contestación también se está educando a un niño y que mientras las escuelas sigan siendo una de las zonas más críticas, iremos por mal camino. Que se aborden este tipo de problemáticas claves que involucran a menores en los ámbitos de formación, no debe pasar desapercibido.
Porque la diferencia es más fuerte
19 de mayo 2016 · 06:55hs