Edgardo Comar / Ovación
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Amanece el domingo 1º de noviembre en la Capital Federal y el mundo futbolero sabe que no es un día más. El azul del cielo con el amarillo del sol es todo un presagio. Después de tres años -su última conquista se remitía a la Copa Argentina de 2012 con Julio César Falcioni como DT- Boca puede volver a ser campeón.
Desde horas muy tempranas la terminal de Retiro comienza a ser invadida por hinchas que llegan de Entre Ríos, de Catamarca, de Ushuaia, La Quiaca. Del este del oeste; de todos los puntos cardinales del país. Hay una combinación del colores que los emparenta: el Auriazul. Camisetas, camperas, banderas, gorros, banderas y binchas sirven como distintivo para ser identificados como auténticos Bosteros. Sea cual fuera las calles elegidas para transitar todos confluirán en un solo lugar de encuentro: La República de la Boca.
En el trayecto, las distintas agrupaciones que el 6 de diciembre competirán por gobernar el club aprovechan para entregar folletería, propaganda y hasta algún regalito. A pesar de ser rivales políticos todos coinciden en algo: “Que Boca salga campeón”. Increíble pero real que en Argentina, un resultado, en este caso deportivo, esté por encima de cualquier rédito o ambición personal.
En el punto indicado resulta inevitable recorrer las calles de Caminito para retratar una postal o adquirir un souvenir que luego será propio o servirá como souvenir para un ser querido, familiar, amigo.
Desde temprano, “en el barrio de La Boca hay una banda loca y descontrolada” que en el primer día del undécimo mes del año anticipa el carnaval. ¿Por qué? Ellos mismos se encargan de entonarlo: “Somos el pueblo y el carnaval...”, dicen.
El comienzo del partido ante Tigre que puede derivar en la postergada consagración está anunciado para las 18; la apertura del Templo para las 14. Las espera de los feligreses que en principio fueron cientos y rápidamente pasaron a ser miles, es larga pero amena por el clima de fiesta imperante.
En las calles Brandsen, Aristóbulo del Valle, Irala, Iberlucea, Avenida Patricios, Avenida Almirante Brown, Casa Amarilla, el Riachuelo y zonas cercanas hay una entonación que se repetirá durante toda la jornada, que retumbará hasta llegar al hotel de concentración de los jugadores y traspasará cualquier frontera: “Para ser campeón, hoy hay que ganar”. Un himno o un mandato. Quien quiera oír que oiga y que lo tome como quiera.
Las horas se van sucediendo. Se abren las puertas de la mítica Bombonera que no tardará en presentar un repleto total. Están todos los que pueden estar, no todos los que quieren decir presentes. En cada rincón la ansiedad va creciendo sin pausas. El transitar por la zona de vestuarios, permite descubrir la aparición de la terna arbitral encabezada por Federico Beligoy. “¿Estuvo en algún partido importante?”, interroga uno. “No pero acredita en su currículum ser el único que echó de la cancha a Riquelme. Fue contra Banfield, el día que a Román le metieron el dedo”, comenta otro con preocupación.
La antesala del cotejo se termina. Llega la hora de la verdad. Suena el pitazo inicial y a jugar. Boca tiene la pelota, pero no logra resolver el esquema de las dos trincheras de cuatro de Gustavo Alfaro. Hay dominio territorial que no se traduce en situaciones de riesgo. Igualmente, el aguante continúa, porque: “...esta tarde cueste lo que cueste...”. Ante la falta de emociones propias llegan noticias de otros lados que sacuden a la muchedumbre. “Gol de Banfield, pierde central”. Se aprieta el puño, pero por una cuestión de religión, los tantos ajenos no se gritan.
Lo que era aliento, se transforma en alarido. La cancha, metafóricamente, se viene abajo. Los jugadores no necesitan que ninguna radio se lo transmita. Sienten la inyección anímica y van por más. El anticipo y frentazo de Luciano Fabián Monzón que pone el 1 a 0 hecha por tierra la fortaleza del Matador de Victoria.
Dar la vuelta olímpica pasa a ser una mera cuestión de que el tiempo transcurra. Ahora más que nunca el: “Que de la mano de Carlos Tevez...” es más que atronador en el Alberto Jacinto Armando. El: “Palo, palo, palo bonito palo es”..., comienza a ser reiterativo.
Poco importa la suerte de los ocasionales rivales y las chances desperdiciadas para que el triunfo final fuera más amplio. Beligoy -que pasó desapercibido- hace sonar el silbato por última vez. Hay delirio, lágrimas de emoción, abrazo de padres a hijos o nietos o un fuerte apretón de manos con el ocasional vecino de la tribuna y hay un estribillo que rebota en el planeta: “Porque este año, desde La Boca, desde la Boca, salió el nuevo campeón”.
Mensaje
River plate felicitó a Boca juniors. El Club Atlético River Plate felicitó hoy a su máximo rival deportivo, Boca Juniors, por la reciente obtención del Campeonato de Primera División, consumada anoche con la victoria sobre Tigre por 1-0 en La Bombonera. El reconocimiento riverplatense se produjo en un mensaje enviado a través de la cuenta oficial de Twitter: “El Club Atlético River Plate felicita a Boca Juniors por la obtención del título conseguido”.
Todas las vivencias de un domingo particular
La gran fiesta de Boca Juniors, antes y después de su consagración en La Bombonera bajo la óptica de Ovación.
3 de noviembre 2015 · 08:15hs