Hace seis meses Carolina Melo le donó un riñón a su hermano Gustavo. Hoy ambos hacen una vida normal. Él pudo dejar de dializarse y así comenzar actividades que el hecho de estar atado a una máquina que le filtraba la sangre no le permitía. Acciones sencillas, como trabajar todos los días o ir a pilates. Ella apenas debe tener precauciones como comer alimentos saludables y beber mucho líquido, lo que hace cualquiera que desee cuidar su salud.
Una donación de órganos que le cambia la vida al que da y al que recibe
En noviembre del año pasado Gustavo recibió un nuevo riñón. La donante fue su hermana Carolina. Ahora decidieron contar su historia a UNO, para contribuir a que la información derrote a los prejuicios.
19 de mayo 2017 · 19:21hs
Por eso estos paranaenses decidieron contar su historia públicamente. Para que se conozca que "donar un órgano le cambia la vida al que da y al que recibe", como dijo Gustavo a modo de conclusión de la entrevista que mantuvieron con UNO TV en una visita a la Redacción. Para contribuir a que haya cada vez más donantes. Para que la información derrote a los prejuicios.
Gustavo es el mayor de cuatro hermanos. Trabaja en el negocio de Diego, otro de los Melo, y se dedica el resto del día a enmarcar cuadros. Tiene 49 años. Los 50 los cumplirá el 17 de noviembre, dos días después de que se cumpla el año del trasplante. Convivió 13 años con una insuficiencia renal. Durante mucho tiempo solamente debía cuidarse con una dieta, pero llegó un punto en que "el riñón ya no quiso más" y tuvo que empezar diálisis.
"Después de dos años en diálisis me enteré de que mi hermana me quería donar el riñón. Al principio hubo una negación total. Yo no quería saber nada, más que nada por desconocimiento, porque yo pensaba que a ella le podía pasar algo, que había riesgos. Por todo eso que uno tiene como prejuicio", contó.
Carolina tiene 41 años y es la menor de la familia. Es artesana, hace tejidos de lana en crochet, dos agujas y en telar. Ella también tuvo miedo al principio, pero luego se decidió a realizar la donación, convencida de que no iba a haber problemas para su salud. "Hace seis meses del trasplante y estoy muy bien. Me tengo que cuidar como se tienen que cuidar cualquier persona, tomar mucho líquido, tener una alimentación sana: una vida normal. Ahora puedo empezar a hacer mis actividades físicas normalmente. Se puede vivir con un solo riñón. Es muy lindo lo que uno recibe cuando da, cuando da de esta forma".
Nunca olvidarán el momento en que Carolina le contó a Gustavo que había decidido donarle el riñón.
Renacer
Gustavo ahora está "perfecto" y no solamente por la mejora en su salud, sino por haber ganado tiempo para sus cosas. "Diálisis implica estar tres días a la semana durante cuatro horas conectado a una máquina. Puede haber problemas de presión, porque todo el caudal de sangre del cuerpo pasa un montón de veces por la máquina para filtrarla. Es un tema muy complicado. Yo tenía un problema postural muy grave, salía con mucho dolor de cabeza. La mayoría de las veces llegaba a mi casa, comía, me acostaba y me levantaba cinco, seis de la tarde. Así que el día de diálisis es un día perdido, más allá de que es ganado porque es una máquina que nos está ayudando a vivir".
"Eso se termina y lo demás es complementario. Vos me preguntás cómo estás y... no estoy en diálisis. Entonces no hay otra cosa para decir. Empecé cosas que antes no podía: pilates, curso de fotografía. Ahora trabajo todo los días de la semana. Fue como un renacer", aseguró.
Mellizos con ocho años de diferencia
El procedimiento del trasplante, además de todo esto, significó para Carolina y a Gustavo conocer algo nuevo sobre su vínculo como hermanos, algo con lo que "cerró todo", como ella dijo.
"Hay que perder el miedo, como hay que perderlo en todos los sentidos en la vida", afirmó Gustavo, convencido. Y enseguida sentenció que "el miedo se vence informándose"; esa es la "clave".
Finalmente aconsejó hablar sobre la donación de órganos con los médicos, con un psicólogo y charlarlo en familia. "Que la familia pueda tener en claro que uno quiere ser donante si pasara algo, porque muchas veces uno no lo habla porque piensa 'a mí no me va a pasar, yo no voy a perder un hijo, mis padres se van a morir viejitos'. La mayoría de las veces no hay donaciones por miedo, entonces hay que informarse y meterle pata nomás. Donar le cambia la vida al que da y al que recibe".