No existe una política de sostenimiento de pequeños productores. No la hubo en el gobierno anterior y en la actual gestión, más allá de algunos anuncios y medidas de leve impacto, tampoco.
Sin segundo semestre
24 de junio 2016 · 09:16hs
Tiempo atrás los que protestaban eran los productores tamberos, también dieron cuenta de su situación de quebranto muchos citricultores, arroceros, agricultores y apicultores (el clima hizo su aporte para que las actividades pierdan rentabilidad) y, durante la semana en curso, fue el turno de los porcicultores, quienes nucleados en la Federación Agraria Argentina, y bajo el lema Productores porcinos sin segundo semestre, visibilizaron su reclamo con una manifestación en el puente Victoria-Rosario. Pidieron medidas por parte del gobierno nacional. Concretamente, solicitaron la suspensión en forma inmediata de las importaciones de cerdos; la compensación de 3 pesos por kilo de capón vendido y 5 pesos por kilo de lechón vendido, además de un programa estatal de promoción de consumo de carne de cerdo y la puesta en marcha de un plan nacional porcino para darle previsibilidad y rentabilidad a la actividad productiva.
Hubo quita de retenciones al maíz (insumo clave), un sinceramiento del tipo de cambio que elevó el precio del dólar oficial, cuestiones climáticas adversas, suba de tarifas eléctricas y de gas y aumento del gasoil. En ese marco, el ingreso de carne de cerdo de Brasil y Dinamarca es la peor noticia que los chacareros pudieron tener. Además, hay que tener en cuenta que con el ingreso de carne se está incrementando el riesgo de enfermedades exóticas, dentro de las cuales está el Síndrome Respiratorio y Reproductivo Porcino (PRRS) como la más peligrosa.
Según un informe de la consultora de Investigaciones Económicas Sectoriales, la importación de carne porcina aumentó en volumen un 110% en el primer cuatrimestre con respecto al mismo período de 2015, al comprar 7.376 toneladas al exterior, mientras que en valores, el incremento representó un 72,1% y se posicionó en los 21 millones de dólares.
Los productores no tienen el nivel de eficiencia para subir su producción por falta de infraestructura y de poder económico, por lo tanto, se ven imposibilitados de competir. No existe una política pública de sostener a los productores de alimentos y, a pesar de ser un tema recurrente, tampoco se supera el problema de la distorsión de los precios y, mientras el precio que se le paga al productor baja, el costo en las góndolas aumenta, completamente ligado al funcionamiento del mercado, sin ningún tipo de intervención por parte del Gobierno. La porción de la torta se la llevan como siempre los intermediarios y los frigoríficos importadores. No es justo.
La imagen de una Argentina proveedora de alimentos al mundo está cada vez más lejos. Por el contrario, lo que se ve es el mundo ingresando a un país de puertas extremadamente abiertas, sin ningún tipo de barreras y protecciones para la producción local.
Las nuevas reglas exigen que el productor salga a pelearla ya no solo como porcicultor, hay quienes se lanzan como pequeños empresarios dispuestos a pensar alternativas para su subsistencia. Lamentablemente son muchos los que ni siquiera pueden apostar a esa posibilidad, y quedan en el camino.