Hace unos días el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (Indec) dio a conocer que 2016 terminó con 1,5 millones de personas desocupadas en la Argentina y 4,3 millones con problemas de empleo. En paralelo, el Observatorio de la Deuda Social Argentina, que depende de la Universidad Católica Argentina (UCA) dio cuenta de que en el país hay 13 millones de pobres –desde fines de 2015 se sumaron 1,5 millones–, lo que equivale a un 32,9% de la población. Sin dudas, una cifra alarmante.
Desempleo: un problema serio
25 de marzo 2017 · 10:18hs
Las distintas organizaciones sociales que trabajan acompañando a personas que necesitan algún tipo de apoyo para poder afrontar su cotidianeidad coinciden en señalar que la demanda de ayuda creció en los últimos meses: más personas recurren a organizaciones sociales en busca de un plato de comida, de ropa u otro elemento que necesitan para transitar el día y no pueden procurárselo por su cuenta.
Y en un contexto que se hace cada vez más difícil, afortunadamente los dispositivos y lazos solidarios buscan sostener a quienes no logran insertarse dentro del mercado laboral para ganarse su sustento, o lo hacen de manera intermitente y en muchas ocasiones de forma absolutamente precaria.
Sin embargo, también aparece la contracara: la insensibilidad de quienes gozan de una posición sin urgencias, o al menos están exentos en la actualidad del acecho de la pobreza o la miseria. "¿Por qué no salen a cortar pasto, a barrer calles, a trabajar en algo?", acusan aquellos que pregonan la meritocracia cuando corren con ventajas y quizás nunca experimentaron la discriminación constante de puertas laborales que a menudo se cierran y van minando la autoestima, debilitando los recursos de quien quisiera trabajar y no puede.
Ante la pérdida de fuentes de empleo, las personas que son expulsadas del mercado de trabajo se convierten en seres errantes en búsqueda de una nueva fuente laboral. Muchas veces caen en el desempleo prolongado, en labores esporádicas que acentúan la inestabilidad o en la realización "en negro" de tareas que rozan los márgenes de la indignidad, en medio de una carencia de garantías y beneficios.
El sociólogo francés Robert Castel en su libro Metamorfosis de la Cuestión Social. Una crónica del salariado compara: "Hay homología de posición entre 'los inútiles para el mundo' que eran los vagabundos antes de la revolución industrial, y diferentes categorías de 'inempleables' de hoy. Los procesos que producen estas situaciones son también comparables, es decir homólogos en su dinámica, y diferentes en sus manifestaciones".
El autor describe que sin ser responsables de su situación, los vagabundos fueron perseguidos y encarcelados, castigados físicamente de manera cruenta e incluso eran ejecutados en el cadalso. Los 'inempleables' actuales sufren la condena simbólica que implica la exclusión en un sistema en que el trabajo tradicionalmente otorga pertenencia, jerarquía e identidad. Al igual que los desafiliados de hoy, "el vagabundo pertenecía a la masa de los 'pobres' que no podían vivir del trabajo de sus manos. Su destino será entonces específico: soportará la doble coacción de tener que trabajar y no poder hacerlo".
Que hoy en día 1,5 millones de argentinos estén desempleados y 4,3 millones tengan problemas de empleo revela que algo está fallando. Poder revertirlo, en un año electoral, será un tremendo desafío.