Cuestión de Peso debía iniciar su ciclo 2017 con un tema rimbombante, que lo instale de lleno en las pantallas hogareñas y así lo hizo. El "dramático rescate" de Maximiliano Oliva, excampeón, tuvo ribetes cinematográficos: videos de la columna de vehículos y ambulancia que lo trasladarían desde su humilde vivienda hasta la clínica de obesidad, sirenas, equipos médicos, bomberos, personal de Defensa Civil, máscaras de oxígeno, tipos haciendo fuerza para levantarlo porque él no podía valerse por sus propios medios, obviamente, relato de una familia desesperada, llanto, angustia, imágenes de un tipo de 400 kilos envuelto en una sábana, tomadas desde arriba con música tremendista. El número 400 por todos lados, en distintos colores, titilante, chocantes y toda la miseria que se podía ventilar de un hombre al que, de por sí, poca dignidad le queda, postrado en una cama, casi sin poder respirar. Todo horrible, despreciable y excesivamente llamativo para los televidentes amantes del morbo. No podía fallar, no falló, la gran mayoría habló de ello y el objetivo se cumplió porque, digan lo que digan, el ciclo ya en sus inicios, estuvo signado por la exposición de los participantes.
Cuestión de Dinero
El mensaje "esperanzador" a personas enfermas por parte de la productora del programa era, 'si querés darle un giro a tu vida, con sólo dejar de comer y exponer absolutamente todas tus miserias y colgajos ante millones de televidentes, nosotros estamos dispuestos a ayudarte'.
Ellos mismos mostraban después las "recaídas" de los concursantes, quienes en algunos casos llegaron a pesar mucho más que el día que ingresaron al programa.
El doctor Alberto Cormillot, la cara visible del ciclo desde la primera temporada, amenaza desde hace unos días con renunciar. Incluso hizo un descargo en su cuenta de Twitter: "Es una vergüenza por la que pido disculpas al público y a los que padecen sobrepeso".
"A vos no te va tan mal, flaquito", podríamos decirle, adaptando una frase histórica, utilizada por el expresidente Raúl Alfonsín para dirigirse a Sergio Valenzuela.
El programa siempre fue morboso, y catapultó a la fama definitivamente a este médico que hoy amaga con renunciar. No sólo sus productos se venden por todos lados, el médico hoy es funcionario nacional y su hijo, Adrián Cormillot, forma parte de programas del canal del Estado.
Un reality ya es cuestionable pero hacer uno cuyos participantes son personas enfermas, desesperadas no por ganar dinero, o salvar sus vidas, es deplorable. El colmo del morbo.
El mismo Oliva que hace un mes sacaron de su casa entre 70 personas, ganador de la primera edición, en 2006, cuando logró perder más de 100 kilos, inició en 2010 acciones legales contra la productora Endemol y la clínica Cormillot por "abandono de persona". Le habían prometido cirugías, tratamientos, nada cumplieron. Cuando le dieron otra oportunidad, retiró la demanda. Hace un mes empezó de nuevo, en cada ingreso su vida está más comprometida.
El reality siempre fue polémico, desde la primera edición avergonzaron constantemente a los pacientes. Ahora, con la conducción a cargo de un tipo carente de tacto y gracia como Fabián Doman, periodista devenido en chimentero, perdió la última cuota de sensibilidad que tenía.
La obesidad es una enfermedad. La mala alimentación afecta a millones de argentinos que, sin llegar a ser obesos, no llevan una dieta saludable y terminan expuestos a distintas enfermedades.
El programa se vendió como un espacio para brindar toda serie de tips al mismo televidente sobre cómo mejorar la calidad de la comida, qué elementos se pueden combinar o reemplazar, la importancia de la actividad física y demás, pero de un plumazo le ganó el show mediático y todo se redujo a observar al gordo como un fenómeno, y hasta en ocasiones, burlarse del ridículo.