Edgardo Comar/ De la Redacción de UNO
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Hoy en día en los deportes de alta competencia hay en juego muchos intereses económicos. El profesionalismo es sinónimo de cuantiosas cifras de dinero. Los números que se manejan seducen e invitan, en muchos casos, a caer en la tentación. Cuando los padres ven a sus hijos patear por primera vez una pelota, surge la fantasía del niño campeón, el que va a “salvar” a su familia. Un error que no es menor.
En mi caso particular como padre de un niño, que como a otros tantos les gusta el fútbol, decidí incluirlo en la Escuela de Fútbol Infantil Azul y Oro de Paraná. Allí comprobé que la apuesta no era equivocada y que los responsables de la entidad entienden a la perfección la necesidad de que los gurises vean al fútbol como lo que es: un juego. Y que se diviertan a través del mismo.
Participando en distintas competencias organizadas por otros clubes o escuelitas pude entender que la comprensión no es generalizada. Tienen erróneamente la intención de reclutar a los pequeños talentos, son muy competitivas, y tratan a los niños como adultos. Los presionan, les exigen, y el fútbol deja de ser un juego para convertirse en una obligación. Les enseñan a ganar antes que a jugar. Incomprensible ver a técnicos ordenando hacer tiempo cuando un resultado los favorece o mandando a los purretes a trabar fuerte.
En lo personal creo que existe una primera etapa -hasta los 12 años- en la que los niños solamente deben disfrutar, aprender a equivocarse. Si le metés presión, el nene no aprende o solo aprende lo inmediato. ¿Luego le darán ganas de jugar?
Considero que lo ideal sería que no haya tabla de posiciones, no existan las tarjetas rojas y amarillas, todos los chicos deben jugar y si hacen mal un lateral los árbitros enseñarles al nene cómo se debe hacer. A fin de año todos se llevan un premio.
Como padre soy el primero que quiere ver que el equipo del nene gane. Pero sé lo conveniente de contar hasta mil, si es necesario, para que la ansiedad y el fanatismo no me supere. Señores padres, no veamos en el deporte infantil una salida a futuro para solucionar problemas económicos que nos puedan aquejar en el presente. Mirémoslo como un medio que sirve para sacar al niño del encierro de la casa. Que impide que esté horas interminables delante de la pantalla de una computadora. Acompañémoslo en su etapa de crecimiento sin exigencias. Mañana ellos decidirán si tienen ganas de aprender a ser jugadores; hoy siguen siendo niños.
Hay que educar a través del deporte
22 de diciembre 2015 · 08:55hs