Vanesa Erbes / De la Redacción de UNO
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En el potrero de Padre Kolbe se forman campeones de la vida
El barrio Padre Kolbe está situado en el perímetro trazado por las calles Quesada, Virrey Vertiz, Gutiérrez y la avenida Montiel, en la zona este de Paraná. En sus inmediaciones, acechan la pobreza y todas las problemáticas sociales que acarrea. Pero a la par, también se erigen instituciones y se implementan acciones para contrarrestar estos efectos.
Más allá de las iniciativas que imparte el Estado, son los propios vecinos los que edifican un porvenir digno para sus hijos. Anhelan que crezcan lejos de la droga, la delincuencia y otros flagelos; que sellen con buenos valores su infancia y su adolescencia; que sean en un futuro hombres de bien dispuestos a sostener lazos solidarios.
Trasmitir estas virtudes a veces no es tarea sencilla. Sin embargo, desde hace 14 años Roque Scetta y un par de amigos se plantearon sembrar las bases a partir de la pasión que la mayoría de los argentinos comparte: el fútbol.
“Con Adrián Navarro y Raúl Valenzuela, alias El Bocha, empezamos esto. Somos locos por el fútbol. Y como padres sabemos que a través del deporte podemos inculcarles valores y buenas conductas, y también enseñarles a apreciar la amistad”, contó Roque, a quien todos en la zona lo conocen como el Chapu.
Con el tiempo se fueron sumando más padres y entre todos aúnan sus esfuerzos para que en la actualidad esta disciplina sea la bandera que identifica al barrio.
El potrero
Los gestores de este proyecto lograron que desde la biblioteca Colibrí les cedieran en comodato un terreno para armar un potrero. Entre todos lo limpiaron, le emparejaron un poco el suelo, soldaron caños y le dieron forma a los arcos y hasta construyeron asientos para que alguna hinchada aliente a los niños que a partir de los 5 años se inmiscuyen en este arte sublime de hacer goles.
“Necesitamos ahora ayuda para nivelar la cancha, porque vienen nenes chicos y pueden caerse”, apuntó Gabi, la esposa del Chapu, tan comprometida como él y sus hijos en la tarea.
Para sostener este proyecto, se realizan fiestas “teenagers”, se venden pollos que se hornean en el patio de Chapu, entre otras iniciativas que se gestionan para que todos los niños puedan participar en los torneos, tener su vestimenta y divertirse a través de este deporte.
“Desde este año cobramos solo 40 pesos, porque necesitábamos que los chicos tengan un seguro, pero si hay varios hermanos se les cobra a todos 100”, aclaró Roque.
Si bien cuentan con el potrero para que los más chiquitos hagan su juego y con el préstamo de un polideportivo para que los más grandes también practiquen, sueñan con poder contar con un espacio propio, con las dimensiones de una cancha profesional.
Para seguir impulsando este propósito se postularon en 2014 a las elecciones para hacerse cargo de la vecinal y ganaron. Cuentan con el apoyo del barrio y van por más, contagiando su pasión sobre bases sólidas y causas nobles. A la hora de pensar en el futuro de sus hijos, se ponen la camiseta y son goleadores, verdaderos campeones de la vida.
Para colaborar
“A la Escuelita vienen chicos de Gaucho Rivero, de Anacleto, de San Jorge, Santa Rita. Se trata de colaborar, si al hijo de alguien le quedan chicos los botines, se los pasa a otro nene, para que los papás no tengan que gastar tanto”, contó a UNO Adrián Núñez.
“Gustavo Giacinti, de la escuelita Affug, nos brinda una gran ayuda, con cosas que le quedan de su escuelita”, agregó Chapu, agradecido.
Por su parte Gabi señaló que se consigue algún sponsor para comprar algunas cosas, e invitó a colaborar a quien lo desee. Para brindar cualquier ayuda, ya sea donando ropa, comida o materiales, se puede llamar al (0343) 155110329 (Chapu); 154463705 (Adrián); o al 155110314 (Gabi).
Una obra que trasciende el barrio y cala en los corazones
La obra que se desarrolla en Padre Kolbe pone de manifiesto un trabajo que es el símbolo de la idiosincrasia del barrio.
Ayer, mientras el barro trepaba por los pantalones de los jugadores más chicos de la escuelita de fútbol, chapoteaba una pelota gastada en los charcos remanentes tras la lluvia del miércoles. Las sonrisas de los nenes que estaban jugando brillaban más que los numerosos trofeos que desde la institución se vienen cosechando a través de un arduo trabajo que trascendió una década.
Pero este contexto tiene su contracara: los papás aseguran que a la placita lindante al potrero, al caer el sol llegan jóvenes a drogarse. No quieren un destino así para sus hijos y con el corazón rebosante de ganas emprenden el trabajo cada día. “Ahora que estamos a cargo de la vecinal tenemos proyectos de sumar otros deportes también, para brindar una mayor contención”, aseguró Chapu.
“La idea es que el día de mañana los chicos sean buenas personas, que siempre recuerden con cariño esta iniciativa que disfrutan y que si alguno llega a ser profesional que no se olvide de los amigos del barrio, con quienes compartieron tantos lindos momentos”, agregó.
Por su parte, Adrián Núñez, otro papá que en sus ratos libres deja su uniforme de Policía y se calza el de director técnico, señaló: “Queremos que en el futuro los chicos mantengan la humildad y el respeto que tratamos de enseñarles”.