El domingo a la noche volví a mi casa y me desplomé como una bolsa de tierra en el sillón; como si mi vida pendiera de un hilo alcancé el control remoto y prendí la tele, pero 40 minutos después de estar ahí, deprimiendo al día domingo, me di cuenta que nunca había mirado la tele, sino que todo el tiempo había estado con la mirada fija en la pantalla de mi teléfono.
Demasiada historia
Por Paula Eder
21 de febrero 2017 · 09:20hs
La tele estaba ahí, dando gritos para nadie, como una profesora suplente de Formación Ética y Ciudadana, pero yo todo el tiempo estuve atenta a las publicaciones de mi amiga Nati, que todavía estaba festejando su cumple. Y a un chico que no conozco pero que enseña carpintería y a los dibujos de Paloma, que son todos hermosos.
¿Por qué prefiero ver a Wanda Nara en jogging? ¿Por qué desprecio a Polino, que hoy se puso un moño precioso? ¿Por qué miro a mi amigo Martín que todas las tardes cuenta pavadas mientras está sentado en el inodoro, en lugar de mirar el reality nuevo de Marley? Experimentamos cambios culturales tan radicales que cuesta entender que la revolución está ocurriendo en cada esfera de nuestra vida.
Empezó con Snapchat, Evan Spiegel creó una red social que permitía grabar videos que se borrarían 24 horas después. Un timeline visual con movimientos extraños en la interfaz que nunca terminé de entender. Cuenta la historia que hace algún tiempo Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, se sentó con Spiegel y le ofreció comprar su entonces recién nacida app por la módica suma de 3.000 millones de dólares. A Spiegel -que nació en la década del 90- la suma no lo convenció, así que agradeció el interés y siguió enjabonando las llantas de la camioneta nueva en la vereda.
Dicen que desde entonces Zuckerberg se obsesionó hasta la locura con Snapchat. Así, el genio maligno esperó el momento indicado y en julio de 2016, puso en acción su as bajo la manga: Instagram Stories. O un robo a mano armada, con la cara descubierta y un besito en la frente.
El éxito fue absoluto. En solo 6 meses, Instagram sumó 150 millones de usuarios, es decir casi el total de los que al momento tenía Snapchat y desde ese momento, la caída en el uso fue imparable.
Esta semana, hay una nueva mala noticia para el pobre Spiegel, que a esta altura no da más: Facebook, el hijo mayor de Zuckerberg, comenzó a incorporar Stories. En pocas semanas nuestros padres, tíos y abuelos estarán haciendo historias y construyendo sus propias audiencias.
Cada vez es más difícil sacarle los ojos de encima a las ideas de Zuckerberg. Y hay rumores que apuntan a que WhatsApp pueda implementarlo también.
Si el servicio de mensajería más utilizado del planeta se uniera a la tendencia, Zuckerberg tendría a todos los tipos de usuarios sumergidos en las pantallas de sus teléfonos. El griterío constante de la televisión, las noticias que no necesitamos y el conventillo de Facebook quizás estén empezando a cansarnos. Nosotros no sabíamos que necesitábamos un descanso, pero Zuckerberg sí. Empezamos a optar por el contenido efímero que desaparece en segundos, de pronto estamos construyendo nuestro propio zapping, espontáneo y a medida. Con trampa, Zuckerberg lo hizo otra vez y como el timeline, nunca se sabe qué está por venir.