Un tribunal platense condenó este miércoles al Disc Jockey Jorge Martínez Poch a esa pena al considerarlo culpable de abusar de sus dos hijas cuando eran niñas y de encerrar, golpear y violar a su novia entre agosto y septiembre de 2013.
"Me pareció encantador, seductor, era haber encontrado al Príncipe Azul, pero al tercer día de la relación me dio la primera paliza y me mostró toda su maldad", contó la mujer entre lágrimas frente al tribunal. Allí, precisó que tras pasar un fin de semana con el hombre en el departamento de este, en las calles 23 entre 58 y 59 de La Plata, concurrió a trabajar al estudio jurídico donde se desempeñaba como abogada. Pero ese día ya lo hizo drogada por el acusado.
"Ese lunes, cuando desayunábamos, vi que tomó un tupper transparente y sacó un puñado de pastillas y lo tomó. Luego me dijo que yo también las tomara, que eran vitaminas que me iban a hacer bien. Yo no quería, pero para no contradecirlo las tomé. En el trabajo me sentí cansada pero pensé que era yo la que estaba cansada", recordó. Ese mismo lunes, el hombre la pasó a buscar en moto sin avisarle y la obligó a subir al tiempo que la amenazaba con hacerles algo a sus padres.
"Me drogaba y obligaba a prácticas sexuales aberrantes", contó la ex de Cristian Martínez Poch
Vanesa Rial declaró que el DJ la aislaba en su casa, la golpeaba, humillaba y amenazaba con matar a sus padres. La forzaba a beber su orina y a tener sexo con amigos y perros
Las escalofriantes declaraciones de Vanesa Rial, la ex novia de Cristian Martínez Poch, parecen de una película de terror. La aberración y perversión de los hechos resultan irreproducibles. Pero la mujer encontró el coraje necesario para detallar al Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de La Plata el calvario que sufrió. Lo hizo como parte del juicio oral que se realiza contra el DJ por el delito de privación ilegítima de la libertad y abuso sexual.
Martínez Poch, acusado de haber violado también a sus hijas, parecía un hombre amable y carismático cuando un abogado amigo de Vanesa se lo presentó en un bar. Le había dicho que se había recibido de ingeniero en Estados Unidos, que era viudo y que tenía dos hijas mayores con las que tenía "una excelente relación". Ellas luego confesarían que él las sometió a las peores pesadillas durante toda su infancia.
"Me arrancó las uñas de los dos pies con una tenaza"
"Me pareció encantador, seductor, era haber encontrado al Príncipe Azul, pero al tercer día de la relación me dio la primera paliza y me mostró toda su maldad", contó la mujer entre lágrimas frente al tribunal. Allí, precisó que tras pasar un fin de semana con el hombre en el departamento de este, en las calles 23 entre 58 y 59 de La Plata, concurrió a trabajar al estudio jurídico donde se desempeñaba como abogada. Pero ese día ya lo hizo drogada por el acusado.
"Ese lunes, cuando desayunábamos, vi que tomó un tupper transparente y sacó un puñado de pastillas y lo tomó. Luego me dijo que yo también las tomara, que eran vitaminas que me iban a hacer bien. Yo no quería, pero para no contradecirlo las tomé. En el trabajo me sentí cansada pero pensé que era yo la que estaba cansada", recordó. Ese mismo lunes, el hombre la pasó a buscar en moto sin avisarle y la obligó a subir al tiempo que la amenazaba con hacerles algo a sus padres.
`Sos una negra de mierda´, me decía.
Asustada, la mujer subió a la moto, y a contramano y a gran velocidad por el centro de La Plata, Martínez Poch la llevó a comer, pero le advirtió que "sólo debía hablar cuando él se lo indicara y que no hablara del trabajo porque lo fastidiaba". "`Sos una negra de mierda´, me decía. `Vos no existís, petisa, mi moto vale más que tu vida´", recordó que le repetía mientras tomaba más pastillas durante el almuerzo.
Nuevamente, Martínez Poch la obligó a consumir pastillas mientras le exhibía un cuchillo que solía esconder bajo la manga derecha de su campera de cuero negra y la amenazaba: "Vos vas a tomar lo que te doy o vas a saber lo que te va a pasar". La víctima detalló que Martínez Poch la obligaba a tomar pastillas abriéndole la boca a la fuerza y con la ingesta de grandes cantidades de alcohol.
"El departamento no era un departamento común, la puerta no tenía picaporte y le había sacado la cerradura, estaba el agujero, por lo que él sacaba la puerta directamente", describió. "La cama estaba en el living, a la vista de todos, al lado del balcón y a pesar de que le dije que era fóbica a los balcones no corrió la cama, se aprovechaba de mi miedo y me violaba ahí", dijo.