Marcelo Comas / De la Redacción de UNO
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Ya habían llegado a esta parte del planeta hace mucho tiempo atrás, cuando ni siquiera existían rastros de vida humana, ahora es noticia el volcán chileno. De acuerdo a información aportada por el geólogo Juan Carlos Bertolini, los primeros impulsos volcánicos que se pudieron localizar en estas tierras datan de aproximadamente 10,5 millones de años. Los primeros vestigios de este fenómeno que la ciencia pudo constatar pertenecen al período Terciario, y fueron encontradas en lo que en la actualidad se conoce como el Patito Sirirí, uno de los puntos más altos en la barranca del Parque Urquiza, en Paraná. Ese testimonio vivo, que da cuenta de los movimientos permanentes de la Tierra, ya fue sepultado por las sucesivas obras que se realizaron en la zona ribereña de Paraná. Lo que se pretende referenciar es que cada vez que hubo erupciones volcánicas en la zona de Cordillera, el flujo de ceniza siempre se ha trasladado –principalmente por la acción de los vientos- hasta el territorio entrerriano. En una clasificación más rigurosa, los estudios realizados sobre este fenómeno establecen que las cenizas de las primeras erupciones que arribaron a nuestra zona corresponden al período Terciario, formando parte del finivulcanismo, es decir que aluden a procesos finales en términos humanos , y agregándose también las últimas del período Cuaternario. ¿Cuál es la explicación de esta contingencia? Se debe al dominio en la última etapa del viento suroeste, que traslada las cenizas hasta determinado punto geográfico según la intensidad del vulcanismo. A raíz de los estratos observados se estima que los niveles de ceniza volcánica de la Prehistoria fueron importantes: el geólogo Bertolini habla de lugares donde se acumularon hasta 70 centímetros y 1 metro de espesor de ese material, en prácticamente toda la provincia, pero con prevalencia en el Departamento La Paz, Paraná, Diamante, Victoria, Federal y parte de Villaguay. Este proceso histórico también esconde una particular costumbre que solía tener la población de antaño; los vecinos de Paraná utilizaban la ceniza para hacer polvo abrasivo puloy y lo vendían como un producto casero, en lo que luego se configuró en un microemprendimiento familiar característico de la época.
El Calbuco sigue amenazante en plena cordillera de los Andes y su manifestación más reciente volvió a dejar una huella por estos lares, tal como lo hicieron los macizos de tiempos remotos y que nos demuestran que la naturaleza siempre deja una enseñanza.
Cenizas de la Prehistoria
27 de abril 2015 · 06:00hs