Marcelo Comas/ De la Redacción de UNO
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Sergio Varisco, Marcelo Haddad, Blanca Osuna, Fernando Quinodoz, por nombrar a algunos de los candidatos que compitieron en las elecciones del 25 de octubre, nos siguen interpelando a través de la cartelería política distribuida en la zona céntrica, los bulevares y aún hoy marcan fuerte presencia en los barrios de Paraná. Algo similar sucede con los afiches de los aspirantes a la gobernación, a cargos legislativos y otras postulaciones que, primero en las PASO y luego en las elecciones generales, invadieron todos los espacios públicos y se metieron en todos los resquicios posibles, incluso incurriendo en infracciones previstas en ordenanzas municipales.
El caso que mejor sirve para ilustrar esta reflexión -que expresa una crítica constructiva- el vecino lo puede comprobar levantando la vista, cuando transite por una de las arterias laterales del antiguo barrio del Tambor, casi llegando a la esquina de Buenos Aires y Alameda de la Federación. Allí todavía pende de un hilo y todo deshilachado un pasacalle del socialismo. Con esto no se pretende achacar aquí la conducta de un partido en particular, ni la figura de tal o cual candidato, sino que se reclama el respeto que la clase política le debe a su comunidad predicando con el ejemplo. Sin ir más lejos, durante la campaña el manejo de los residuos y la promesa de implementar políticas un medio ambiente saludable, fueron ejes vertebradores en el discurso de los partidos. ¿Por qué no se acompaña ese mensaje con prácticas a favor de una ciudad limpia? Esta acción no solo promoverá una mejor convivencia, sino que será el punto de partida para pensar que con un pequeño gesto se puede cambiar mucho.
Volviendo a la suciedad que nos deja la campaña -y no hablo de los rabiosos cruces que se dieron en términos políticos- entiendo que en función de mejorar la limpieza del espacio público, los que pretenden ser nuestros representantes se deberían sincerar y comprometerse, para que luego de finalizada la contienda electoral, se pueda coordinar de forma eficiente la limpieza de toda la propaganda, en cualquiera de sus formatos. Qué saludable sería observar a un intendente o un concejal electo retirando los afiches que el mismo mandó a colocar para hacerse conocer y así ganar la adhesión de la ciudadanía.
En este aporte sobre el atropello hacia el espacio público, justamente de quienes se jactan de promover un cambio cuando en realidad no respetan con un derecho básico del ciudadano, es válido también rescatar el artículo de Diario UNO del 18 de abril de este año, escrito por el periodista Pablo Felizia, donde se plantea la vigencia de la ordenanza municipal Nº 6.904 que fue sancionada en 1986 y que prohíbe, entre otras cuestiones, la colocación de anuncios publicitarios en el frente de edificios o en muros o paredes de frentes de inmuebles. La misma norma sostiene que tampoco se los podrá fijar en cualquier lugar o espacio del dominio público municipal o de la vía pública. La legislación le dedica un apartado especial a los pasacalles: están prohibidos en parques y plazas, y no pueden sostenerse sobre columnas de alumbrado público y señales luminosas. Además estipula que deben retirarse dentro de las 48 horas posterior a la realización del hecho que dio origen a su colocación. Para qué seguir con el tema si se puede argumentar tranquilamente que se trata de letra muerta, una mera convención que necesita actualizarse y sobre la cual los políticos tienen diferentes puntos de vista, pero nadie se anima a decir que simplemente se debe cumplir.
Campaña sucia
31 de octubre 2015 · 08:45hs