Héctor de los Santos/De la Redacción de UNO
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La realidad no da respiro. Las expectativas son cada vez más bajas y siguen cayendo. Al final tenían razón aquellos que decían que vamos a volver a agradecer, aunque más no sea, mantener el trabajo. Por más que a muchos no les guste, y por las razones que quieran, lo cierto es que esto no era así hasta hace pocos meses. Cambiamos.
Cuando este Presidente ganó las elecciones las esperanzas de más de la mitad del país estaban puestas en el diálogo, la transparencia, la convivencia y un futuro pleno de crecimiento, empleo, desarrollo y sin cadenas nacionales. La verdad es que no hay más cadenas nacionales. Cambiamos.
Durante todo el gobierno anterior, la entonces oposición y hoy oficialismo, no dejó un instante de señalar al entorno K involucrado en cuentas turbias vinculadas al lavado de dinero y a los paraísos fiscales. Buscaron por todos los medios encontrar a alguien importante que relacionara a Cristina Kirchner con cualquiera de esas maniobras.
Ahora, en menos de cuatro meses del nuevo gobierno, el primer ligado con nombre y apellido a dos firmas off shore en Bahamas es directamente el Presidente de la Nación. Cambiamos.
En lo que no cambiamos es en seguir teniendo funcionarios fastuosos, con defensores desvergonzados de medidas y acciones indefendibles que insultan la inteligencia de la gente con argumentos que muchas veces cuesta creer que los digan en voz alta y en serio.
Tan burdos como poner a Messi en el mismo titular que involucra a Macri en los Panamá Papers con el mero objetivo de que la gente piense que, si esas tramoyas también las hace el ídolo de todos, esto de tener cuentas secretas en paraísos fiscales no debe ser tan malo.
Tampoco cambió la manipulación mediática para desviar la atención. Casualidad o no, en el mismo momento que se sabía que saldría a la luz el escándalo Panamá, un juez ordena la detención de Jaime y la noticia toma un volumen colosal. Como si se tratara de una sorpresa que nadie había pensado sobre el impresentable Ricardo Jaime. Foto tras las rejas, fotos esposado, fotos custodiado, cobertura nacional y sostenimiento en lo más alto de todas las tapas de diarios y portales. En este país todas las noticias duran tres días, como máximo una semana. Así que solo se trata de aguantar un rato. Un escándalo se tapa con otro, y así vamos. Hay que estar atentos, si la metodología va a ser meter preso a algún funcionario K ante cualquier problema propio, al nuevo gobierno le sobran candidatos para intentar desviar la atención.
Desgraciadamente para ellos, a la gente no le importa tanto Jaime, Báez o quien sea el próximo. La verdad es que nada será lo suficientemente importante como para que el ciudadano común no se dé cuenta de que la plata le alcanza cada vez menos y que la paciencia se está consumiendo cada vez más rápido. Es tiempo de medidas que permitan devolver algo de tranquilidad. Ya no a los productores, a los exportadores y a los que pueden comprar dólares. A la gente común. A esos que no están pidiendo avalancha de inversiones ni lluvia de dólares. Es más, aunque cueste creerlo, hay gente expectante y con esperanzas sencillamente porque piensan que es imposible que todo siga así por más tiempo. No puede ser que todas las medidas sean en contra de la gente. “Estos en cualquier momento se largan con algo que nos va a tapar la boca a todos”, es la secreta esperanza que no se concreta. Mientras tanto el apriete sigue sin pausa.
Jugar al extremo a ver cuánto aguanta la población podría llevarnos a zonas peligrosas. Pero bueno, se sabe que la esperanza es lo último que se perdió.
Cambios errados
6 de abril 2016 · 09:08hs