Sebastián Gálligo / De la Redacción de UNO
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El peronismo, aún con todos sus desaciertos, ha sido el movimiento político más transformador del país. Y en una época lejana las diferencias ideológicas, de conducción, se dirimían en las urnas. Con o sin estructura. El que salía a pegar en la calle lo hacía con la convicción de querer conducir. Y sus militantes pintaban las paredes con el corazón, convencidos de su líder. En menor o mayor escala. Y los discursos generaban emociones en la gente. Desde la unidad básica más humilde de un barrio de la provincia, hasta el club más grande. Y se movilizaba. Lo que se llamaba la liturgia peronista. Y el que no tenía para poner el auto, la combi o lo que fuera, llegaba como podía. Pero iba convencido de escuchar a su líder. Y el partido se fortalecía porque se debatían ideas. Que se trasladaban a los sindicatos, las universidades, los movimientos sociales... Y como decía el líder, el que ganaba conducía y el que perdía acompañaba. Esa historia de militancia parece haber quedado en el pasado. Bajo la consigna “una fórmula de unidad” o el famoso “baño de humildad” las decisiones no se toman en la cancha. Y no es un problema de conducción. Las bases juegan así desde el primer momento. Ahora la calle se llena de afiches y el 90% de los candidatos lo hace con el único motivo de “posicionarse” para agarrar un cargo de primera, segunda o tercera línea de acuerdo a su capacidad intelectual o su poder de “marketing”. Hay una generación en Entre Ríos que no conoce una interna del partido que conduce hace 12 años. Parece ser que no hay diferencias, ni al menos matices, como para discutir en serio. Todos piensan exactamente igual. Ni en las vecinales ni en las ciudades ni en los departamentos ni en las cámaras. Es realmente elogiable la capacidad para armar una lista sin diferencias y dejar “conformes” a todos. Más allá de los rebeldes.
En un tiempo, se puso de moda correrse y formar otro partido. Y después volver. Y no dio buenos resultados, más allá de algunos espacios de poder en la Legislatura. El peronismo parece perderse otra oportunidad histórica, y tal vez le sea “útil” favorecido por las miserias de una oposición antagónica que arma alianzas insostenibles.
Que el “baño” no le gane a la política
3 de junio 2015 · 06:15hs