Daniel Caraffini/ De la Redacción de UNO
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Somos todos “malvineros”, rechazamos a los fondos buitre y hasta nos alarmamos por el acuerdo de YPF con Chevron. Hablamos de soberanía, pero por nuestras fronteras, sin control, ingresan el narcotráfico y el terrorismo internacional. Tras el inédito hundimiento de un barco chino, en zona exclusiva de suelo austral, se pudo advertir también una realidad que denota la casi absoluta indiferencia por lo que ocurre en nuestro territorio más lejano.
“Vienen por el agua”, advertían ambientalistas acerca de compras e inversiones de extranjeros en aquellos sureños paraísos terrenales argentinos; poco se hizo al respecto, más allá de una anodina ley. O acá mismo, en el río Paraná, cuando se llevaban (¿o se llevan?) agua a granel. Por la pesca se hizo menos aún: vienen por esas otras materias primas nuestras, sin agregar valor ni generar empleo.
Lo que ocurrió con el buque chino es solo la punta de un iceberg, que permitió conocer, por ejemplo, que casi 400 barcos por año suelen explotar ilegalmente la fauna marítima argentina. Una miope visión abarca históricamente la defensa estratégica de nuestro suelo y de los recursos naturales, y libera la acción pirata.
Hay mucho de lindas palabras, pero poco de serio y comprometido ejercicio. Mientras tanto, unos pocos prefectos y marineros en lancha hacen lo que está a su alcance para defender esa naturaleza que nos maravilla y nos enorgullece, solo en calidad turística. Esas mismas personas, con poco y nada, cumplen su tarea con pasión como hace 34 años lo hicieron los soldados en las islas del Atlántico Sur, aunque claro está, en sensibles y diametrales otras circunstancias.
Y las instituciones, como Prefectura y Armada, poseen recursos materiales infinitamente menores a los ideales para esa vigilancia.
Es tan extenso el país y tan poco conocido por los mismos argentinos que un pesquero chino llevándose millones de dólares de manera ilegal parece lejano; es más, ni parece que fuera aquí. Pero sí, ocurre en las costas de Puerto Madryn, Rawson y más abajo.
Especialistas en el tema advierten sobre las millonarias pescas ilegales en el mar Argentino, a través de embarcaciones que cuentan con la colaboración de países como Uruguay y Chile. Y también hablan del escaso usufructo por parte del país, en la explotación de una actividad con gran potencial exportador y que permitiría generar más puestos de trabajo, que miles de hectáreas sembradas con soja.
En el año, unos 400 barcos pesqueros suelen explotar ilegalmente la fauna marítima argentina, provocando una sangría diaria casi imposible de calcular. Hace 12 días otro barco, llamado Hua Li 8 fue perseguido desde la boca del golfo de San Jorge por la Prefectura durante cuatro días. Huyó, pese a los disparos intimidatorios, y se refugió en Punta del Este, República Oriental del Uruguay.
El mar Argentino se extienden unos 2,8 millones de kilómetros cuadrados, y alberga, entre tantas riquezas, una de las reservas pesqueras más importantes del mundo; casi todas las especies ictícolas más codiciadas y costosas del mercado mundial están allí. Ese mar es tan nuestro como las Malvinas, el dulce de leche y el tango; como Maradona, y como Messi. En momentos de tanto discurso sobre soberanía, unos y otros, oficialismo y oposición, los de antes y los de ahora, y también la sociedad, tienen – por obra, silencio, indiferencia, ignorancia, complicidad u omisión– mucha responsabilidad en estos actos de despojo pirata.
Piratas del Atlántico
20 de marzo 2016 · 09:14hs