Pablo Felizia/ De la Redacción de UNO
Para los héroes, todo el reconocimiento
Para quienes combatieron en Malvinas, los días que corren tienen una mezcla de recuerdos dolorosos y difíciles, pero también están cargados de orgullo y de honor. Siempre lo han repetido, como si cada uno de esos aspectos formara parte de una misma cosa.
Días atrás, pude entrevistar a Eduardo Sieber quien llegó a las Islas el mismo 2 de Abril y que hoy vive con su familia en San Benito. Durante la charla dijo dos cosas que todavía las pienso: por un lado me contó que para un Veterano de Guerra no hay nada mejor que otro Veterano de Guerra, porque se entienden, porque hablan el mismo idioma, porque ninguno de los dos le echa la culpa a otro. Por otro lado me aseguró que si hoy los combatientes están mejor es por la aceptación que tienen en la gente, y usó esa misma palabra, aceptación, como si la misma fuera un aprovisionamiento en vuelo, aquello que se necesita justo y en el momento indicado para poder seguir.
Esas dos consideraciones me las hizo un hombre que izó, en soledad, la Bandera Argentina, cada 2 de abril, en el mástil de la plaza frente a su casa, para luego volverse a acostar a dormir hasta el otro día; un hombre que luego logró demostrar en su familia que era posible dar vuelta el balance con el que Inglaterra machaca una y otra vez desde el 14 de junio de 1982. Fue su esposa la que encontró la fórmula para transformar la vergüenza en honor, el dolor en alegría, el sufrimiento y la desazón en una causa justa, colectiva e histórica: la clave estuvo en acompañarlo, y junto a otros vecinos hace por lo menos cinco años que Sieber tiene su acto y homenaje, levantó la frente y recorre escuelas para contar su experiencia.
He escuchado a varios combatientes decir en entrevistas y paneles que el regreso de la guerra fue duro, porque inmediatamente después de pisar el continente les exigieron silencio, les prohibieron contarles a sus familias y amigos los hechos vividos, como si un dedo acusador desde bien arriba y hacia abajo, mediante diferentes maneras, los responsabilizara de la derrota. En esa época, a meses de concluida la guerra, aparecieron libros como Los Chicos de la Guerra de Daniel Kon y la película homónima, que le incorporaron el prefijo ex a cada combatiente y los volvieron unos gurises asustados y muertos de frío; en los hechos, hasta los mismos ingleses y mercenarios que ellos trajeron, temían encontrarse cara a cara con un argentino. “Ellos vinieron por la plata, nosotros por la patria”, me contó un Veterano de Guerra tiempo atrás.
Los he escuchado estos años sostener que Malvinas vive en cada combatiente todos los días del año y no solo los 2 de Abril. Sin embargo, creo que hay dos formas de ver esta guerra: desde la fecha de hoy o desde el 14 de junio; me quedo con la primera.
Buscar una definición de héroe no es fácil y aquella que aporta la Real Academia Española está teñida de palabras heladas, sin convicciones, sin sueños.
Sieber pertenecía al buque Cabo San Antonio, el mismo que llevó a una tropa grande hacia Malvinas. Había querido irse de licencia tiempo antes, pero no pudo y a cambio embarcó para las Islas. Su función fue la de patrón de lancha de desembarco, trasladaba de orilla a orilla todo lo que fuera necesario.
A Malvinas llegó el 2 de abril y entre esos primeros días pidieron voluntarios para quedarse, los otros se podían volver. El joven de 18 años levantó la mano y luchó hasta el final de la guerra. Esa es la definición de héroe que nunca jamás podrá darnos un diccionario.
A los combatientes, a los que volvieron y a los que quedaron en las Islas, en este día tan especial, vaya un fuerte apretón de manos y, en él, todo el reconocimiento.