Andrés Martino/ De la Redacción de UNO
Lo van a extrañar
Los referentes de los clubes de fútbol se van formando por varios motivos y con el paso del tiempo se vuelven intocables.
Algunos nacen por el talento que despliegan dentro del campo de juego, otros por los títulos que logran alcanzar en la entidad y varios se destacan por la entrega, por transpirar en cada compromiso la camiseta. Y este es el caso del defensor Ignacio Bogino.
Nacho, como lo conocen todos, no ganó nada, aunque sí fue parte de la mejor campaña del equipo en la Primera B Nacional ganándole a River Plate y Rosario Central; no es un virtuoso de fútbol, pero dejó la vida en cada balón por la camiseta de Patronato y eso no se compra con nada.
El rosarino llegó en silencio una mañana gris, era casi un desconocido para esta parte del territorio futbolero. Hizo la revisión médica y comenzó a entrenar con sus nuevos compañeros.
Con el paso del tiempo se fue ganando la confianza de los entrenadores de turno, de sus propios compañeros y del hincha.
Tomó la titularidad y casi no la soltó más hasta esta última etapa, donde el equipo (de la mano de Marcelo Fuentes) no encontró el rumbo y se quedó sin poder alcanzar el sueño de subir a Primera. Fue un golpe duro para Nacho y para muchos de sus compañeros.
En los mejores momentos del equipo (en la campaña con Marcelo Fuentes como DT) el segundo marcador central se lució junto a una defensa que en ese momento salía de memoria (Sebastián Bértoli (el ídolo máximo), Gabriel Graciani, Walter Andrade, Ignacio Bogino y Lucas Márquez), pero cuando en muchos momentos difíciles el equipo no hacía pie (por ejemplo en la era Medero-Marini o con el mismo Lippi), el rosarino sacaba la lanza, al mejor estilo Néstor Fabbri en el Boca de los 90, contagiaba a todos y provocaba el inevitable grito de la tribuna: “Olé, olé, olé, Nacho, Nacho...”.
A veces el rumbo de los cotejos se torcía, a veces no, pero Bogino se retiraba, siempre, con la frente alta porque lo había dejado todo. También en muchas ocasiones se iba de los vestuarios enojado, sintiendo la derrota en carne propia y eso le sucede a los jugadores que se comprometen con la causa, que se olvidan por un instante de lo que son, profesionales. Nacho siempre quería ganar, como sea, y por eso se ganó el respeto y el amor de la gente.
Encima fuera de la cancha se sintió un paranaense más, hasta papá fue en esta tierra. Se hizo de un montón de amigos en la música, el arte, el club y en otros ámbitos donde le tocó estar. Respetuoso, sencillo y con vocación.
Por estos y seguramente otros motivos más no llamó la atención que a Diario UNO arribaran centenares de mensajes en apoyo al defensor nacido en la Chicago argentina.
Algunos de ellos rezando lo siguiente:
“Quisiera agradecer al señor Nacho Bogino por todo lo que dio por la camiseta de Patronato. Se ganó el corazón Rojinegro. Gracias por todo Nacho y hasta la vuelta” Diego.
“Gracias UNO por dejarme expresar. Bogino es y será el mejor jugador de Patrón. No lo pueden dejar ir porque es el caudillo del equipo. Estando en forma no hay quién lo pase a él y a Andrade. Ellos son lo mejor de la defensa así como Márquez y Graciani. No quieran inventar la pólvora”. Pablo.
“Gracias Bogino por tanta entrega. Siempre dejaste todo por Patronato. Las puertas del club estarán siempre abiertas”. José.
Ignacio Bogino quiso cambiar de aire, los dirigentes intentaron retenerlo, pero no se pudo. La decisión ya estaba tomada. Lo que muchos pensaban no iba a suceder, sucedió. Hoy el futuro inmediato del defensor está en Temperley, su nuevo club, un club de Primera. Nacho ya no defenderá la Rojinegra con ese sentido de pertenencia que supo encontrar en Paraná y seguramente los fieles que van al Grella todos los domingos, lo van a extrañar.