Paula Eder/ De la Redacción de UNO
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Incluso cuando no gana Boca, donde vivo son comunes las bocinas, las bombas de estruendo y las peleas de cuñados borrachos que se deben plata. A veces tengo la sensación de que casi todo lo malo, lo ruidoso y lo que requiere presencia policial ocurre en mi vereda; no importa que sea martes o sábado, siempre hay alguien corriendo, y alguien que arroja una botella contra el asfalto. Yo, ciudadana comprometida, siempre elijo pensar que están festejando algo y me duermo sin ningún problema. Sin embargo la sola vibración de mi teléfono -en otra habitación y a las 5- me hace saltar de la cama, correr, chocar cosas solo con el fin de leer el mensaje, como si de eso dependiera mi vida. Ayer pasó.
Cerca de las 9.30, con el mensaje de una amiga por Whataspp supe que Dustin Luke estaba en Paraná. Qué bien. Intenté seguir durmiendo, pero algunos de mis grupos empezaron a enloquecer. Uno a veces se cree joven, pero después tiene que levantarse a googlear a Dustin Luke y se le pasa. Resulta que es uno los youtubers más famosos del país y estaba acá, paseando por Paraná, tomando mate en la Peatonal y sacándose selfies. Siendo perseguido por adolescentes y no tanto.
Los ídolos infantiles ya no son señoras de 40 años que se hacen dos colitas y hablan a los gritos con una paleta en la mano; ni un anciano de jardinero torpe y al que todos fajan parejo y sin pena. En su lugar, los chicos admiran a chicos de verdad, que les hablan desde habitaciones tan desordenadas como las suyas y que les enseñan a subir niveles de videojuegos. Los ídolos de las nuevas generaciones son las nuevas generaciones compartiendo lo que piensan y lo que hacen.
El modelo de entretenimiento que dominó la escena durante décadas está siendo amenazado por chicos que producen contenidos con presupuesto cero, y que además ganan millones. Una interminable lista de nuevos ídolos, encabezada por Germán Garmendia, Dustin Luke, el paranaense Julián Serrano y un par de manos mágicas que abren huevos sorpresa están amenazando de muerte a la industria de las princesas, superhéroes y popstars adolescentes con caras de quinceañeras abrumadas.
Tal es la capacidad de los chicos de crear a sus propios ídolos, que los medios tradicionales, frente a una batalla perdida por anticipado están intentando hacerlos parte: los youtubers ya escriben sus propios libros, filman series, venden discos y las marcas pagan millones por aparecer en sus videos.
El fenómeno es una realidad que se refleja en los números: con 24 millones de suscriptores a su canal y más de 400 millones de reproducciones anuales, el chileno Germán Garmendia gana cerca de 2 millones de dólares al año. Muy atrás está Disney Latinoamérica y sus tristes 2 millones de fans. Julián Serrano consiguió, en solo dos días, casi medio millón de reproducciones en su último video, tiene una novia famosa, y llena estadios.
Topa quizás esté haciendo un curso de alfarería.
La moda del video-selfie, dejó de ser una moda para convertirse en un género en sí mismo capaz de transformar a un perfecto desconocido en una estrella. Los nativos digitales ya no toman la leche mientras esperan su programa favorito, sino que ellos mismos se transforman en el programa favorito de sus pares.
Ellos deciden quién es la próxima celebridad, cómo y cuándo va a suceder. Con un click y sin intermediario.
Líbranos de Topa
23 de agosto 2015 · 11:34hs