Marcelo Medina / De la Redacción de UNO
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De la infracción al delito
Escapar de los controles de tránsito, dañar la moto o el auto, golpear a los inspectores o policías solo le suman un problema más grave al infractor. A la multa que debe pagar, a los papeles que tiene que poner en regla –carné, seguro– le agrega que tendrá que comparecer ante la Justicia, ya sea por amenazas, golpes o lesiones.
Desde fines del año pasado una decena de personas en distintas ciudades de Entre Ríos tomaron actitudes violentas cuando trataron de solicitarles la documentación de su moto, auto o ante la intención de someterlo a un control de alcoholemia. Jamás escuché que por violento dejaran seguir a un borracho conduciendo o a alguien sin papeles o casco. Al contrario, esas personas solo complican su situación, ya que a veces terminan pasando una noche a la sombra y gastando en abogados.
Quien transita por las calles sin estar habilitado o sin seguro, es un peligro para las personas que cumplen con la Ley de Tránsito y para los peatones. ¿Cómo puede ser que una persona se enoje porque le apliquen una multa, como corresponde, por andar sin carné o no tener seguro? ¿Cómo responde si choca a alguien? ¿Por qué el ciudadano que está en regla tiene que ser víctima de un irresponsable? Todas estas preguntas tienen una respuesta, pero esta tiene un componente social, construido en conjunto, y otro individual, que se corresponde con el apego que cada ciudadano tiene con el cuerpo de leyes que pretende regular la complejidad de la vida en sociedad.
Un daño mínimo a un vehículo está arriba de los 20.000 pesos, y no hablo de reparar la pérdida de una vida porque estoy convencido de que no hay plata que pueda “pagar” por la vida de un ser humano. Si una persona que anda en moto o en auto sin seguro, argumenta que no tiene para pagar 300 pesos por mes ¿cómo hará para responder ante un siniestro? Está perfecto que el Estado intervenga. Y un paso importante en el mejoramiento del tráfico en la ciudad tiene que ver directamente con mejorar el transporte público de pasajeros. De esta forma se les permite a las personas trasladarse sin los habituales inconvenientes que se derivan de un tráfico caótico, consecuencia de una infraestructura vial obsoleta y la explosión del parque automotor.
Un argumento que se utiliza para rechazar los controles de tránsito en Paraná (hablo de acá porque es donde vivo) es el pésimo estado de las calles. Pero una cosa no tiene que ver con la otra. Obvio que las calles tienen que ser reparadas, pero los controles tienen que existir igual.
Las estadísticas indican que mucha menos gente se mató en accidentes en los últimos dos meses de 2014. El dato es clave, ya que cada diciembre muchas familias perdían a sus seres queridos por accidentes en moto.
Hace pocos días en Paraná una mujer rompió su moto en calle bulevar Racedo. Terminó con una causa penal por resistencia a la autoridad. La señora estaba en falta: no tenía seguro y carecía de carné. Otra mujer rompió el parabrisas de su auto: transitaba por las calles de Paraná sin seguro. En Concordia un muchacho de 25 años puede terminar preso, puesto que por evadir un control de tránsito chocó y fracturó a un efectivo policial. Se trasladaba sin casco, sin sus papeles y no tenía seguro. O sea, un irresponsable y egoísta, ya que en caso de matar o lesionar a alguien no se hace cargo de nada. Los controles nos sirven a todos.
Es importante que todos los ciudadanos nos comprometamos en el respeto de las leyes de tránsito para mejorar la seguridad de todos los que diariamente salen a ganarse el pan con el sudor de su frente. También es importante exigir leyes de calidad en este sentido y funcionarios que cumplan su deber. Porque no contribuye a un tránsito más seguro que quienes poseen el poder de policía hagan un uso inadecuado de aquella facultad. Me refiero a los operativos que en privilegian el fin recaudatorio por encima del de prevención. Todos sabemos que es mejor educar en la prevención que reprimir.